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sábado, 19 de julio de 2025

El ocaso y la quimera

Ya la noche desciende, vivida bajo su brújula sagrada,
se transfigura en humo; le llueve un ritmo de paz.
Ronco, el silencio bruñe su lóbrego esplendor,
y la neblina me arrebata el rostro de mi quimera nocturna.
 
El viento del hombre —tenebroso y ritual—
se arrastra atado a mis brazos,
como buscando, en mí, la huella
de algo que aún late en la sombra.
 
Una angustia amoratada se desnuda hasta mis ojos:
un ocaso sostiene su equilibrio
sobre el filo de la miseria suspendida.
 
Bajo ramas de penumbra,
mi error se abriga y flagela la palestra
donde bullen lenguas de fuego y culpa.
 
El denuedo finge su sueño:
batalla el otoño con dulzuras que perforan lo inmóvil.
 
Y crece, insomne, la ascua que palpita en mi semblante.
Esa ascua… ¿acaso no soy yo?
Ivette Mendoza Fajardo