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miércoles, 18 de mayo de 2016

Todo y nada



La puesta lenta del sol en las aguas del Mediterráneo
La brizna que humecta las hojas de los árboles
El rojizo atardecer bajo tu almohada
La famosa muralla China y su recorrido
Los tulipanes en los jardines holandeses
Las montañas altas y nevadas de Vancouver
La tecla melodiosa que requiebra en tu corazón
Las rosas que brotan cada madrugada en el Stanley Park
El arcoíris y su arpegio de colores,
Todo y nada es tan maravilloso como la manera en
Que has  conseguido conquistarme.
 Ivette Mendoza

martes, 17 de mayo de 2016

Hay mañanas



Hay mañanas como pieles tersas y lozanas
Mi cintura es la orilla del mar
Una rosa se entroniza en tus ojos
En cada hoja una gaviota suspira por las tardes
En cada tarde martilla el pájaro carpintero
En las alas del pájaro carpintero las horas anidan
En las horas un paisaje pintoresco
Las estrellas son de plumas y de polen
Vuelan en el aire, abanican la tierra
La serpiente serpentea entre los arbustos
Inoculando sapiencia con sus colmillos
Dejando en su inoculación a la piedra atolondrada
Porque la serpiente es el saber del mañana.
Montañas, fuentes como leche condensada
Huertos giratorios y rocas fosilizadas
Es el tiempo aliento, necesario y simple
Que se agranda como el crepúsculo de un astro. 
Ivette Mendoza

lunes, 16 de mayo de 2016

El enigma del meditativo Atlántico



El enigma del meditativo Atlántico
La medusa y la diminuta mano
Que en el mar navega su piragua prieta.
En piruetas se enreda tu cuerpo con
La brújula que guían buques de turquesa
Y en la noche que te piensan el negrito
Baila de cabeza.
Rítmico como la salsa tropical
Suave como la piel morena del anochecer
Danzarina como las muchachas del jolgorio.
Apagan la luz, azul, azul sin comulgar
Y colérica la tarde con su cola claroscuro
Ríe en el túnel de los campos, ríe, ríe sin parar.
En un canasto camuflado va el viento que te encierra
Y en caracoles de botones brota tu enloquecer.
Todos te ven pasar cuando te cambias al rey del carnaval
Todos te sostienen cuando vuelves al mutismo de las olas.
Ivette Mendoza