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miércoles, 30 de septiembre de 2020

Centauro diestro elude la muerte


Centauro diestro elude la muerte de libertad tangible
porque teme a siete virgos naufragados literariamente,
invidente del misterio empecinado a su caricia monda.
Oh máscara erótica del soneto gimes en mi mano devorante,
alienada por los dioses que explotó fragancia desde el cieno
de escorpiones ingratos de esperanzas que deshoja cada
pétalo de niño dormido; me duele el viento sosegado,
estruendoso de admiración que por su terquedad ve
fervor en el peral y su ilustre sentimiento animalesco.

Lamento por los oídos, terror que sigue lirios de luces
milagrosas mas no teme a su coraza desmedida y risueña;
maquinariamente escabulle de su ala salvadora como de esas
mariposas absortas que violentan su brindis triunfal,
desde el fondo de sus tumbas se engolosinan en plenilunios
ante mi éxtasis supremo; heridas de cenizas, inagotables
prosopopeyas del amor derramado su magia fumívora.

Y a mí para adueñarse de lo que quedó, un muslo romanista
como pasatiempo pasteurizando mapachines en ovación;
a la misma hora que extrañó Rimbaud su sombra filosófica
en el rito de aclamar sílfides y estrellas deshilachadas.
Ivette Mendoza


La vida es una representación conopial del tiempo


La vida es una representación conopial del tiempo.
Cuentahílos de esporas esmaltadas de galanuras
guarnece hieratismo malintencionado; macerar
entre las  acuciantes aguas que el lebrel sintoniza,
llamear y llamear todo se materializa, parte no nos
escucharon algo que germinó en las sienes.

Entre la danza marsupial minifundista y el hermético
furor de ocasos de nigrománticos reversibles,
la duda robótica es la semitransparente pausa
que toma por verdad la paradójica excentricidad
de una supernova con razonamiento disparatado.

Faceta contra faceta ante el olvido surto se ha ido, o
junto al cincel biselado de cofres secretos y perceptibles.
Amasijos de metales perfoliados en su quebradizo
púrpura y retractable abisma a cualquier anochecer fecundizado.
Todo depende de una sonrisa félida que venera al heliotropo
letífico sobre sus rigores hirsutos que libera arte visigótico amanerado.
Ivette Mendoza

martes, 29 de septiembre de 2020

En el burlote ruego


En el burlote ruego
del sueño rojo
del cíclope,
la panorámica luz fluvial
resalta su equidistante
estética cosmogónica.
Círculos concéntricos
de esquinados ecos
en el greñudo ostracismo
de los indisolubles silencios.
Fiereza patituerta
en el recuerdo segador
la oscuridad del vigor encandilado
abrasa su pupilas de fragor
contra facetas inmutables.
Desenrollar diligencias cuprosas
con la voluptuosidad equilátera
en razón folletinesca alguna.
Ivette Mendoza

La duna botarate y el dueto libertario


La duna botarate y el dueto libertario
del mundo liberal y dilatorio
tienen un solo libreto indicativo para mal de ojo.
El cortés manantial de la cítara llueve
entre diablescos entrecortados por
teatros declamatorios
y espacios iridiados.
Llueve sobre intranquilidad y mescolanza
como probetas a refracción
sobresalto paradójico,
muslo refunfuñón
en campo abierto y desesperante
de peletería y clarines edénicos.
Mescolanza de hendedura nectarífera
moneda literata de ave fortuita
filamento filantrópico
desfondan todo escepticismo.
Ivette Mendoza



lunes, 28 de septiembre de 2020

Espada carrasposa


Espada carrasposa de doble mirada giratoria
escolástica medieval y heliocéntrica como el sol.

Un cielo solariego aclara la aurora renegada
pronto tendrá que presagiar paranoico atardecer.
Poemas pancromáticos reñidos bajo luna maquiavélica
que en lienzos se nos va panegirizar igualadamente.

Nacimientos de camachuelos alcanzan calabozo de tafetán
al explicarte me convence cacreca alabanza y apomazar
momento, inadecuada rendija por decimosexto vislumbre.

Todas las mañanas vuela papalote manchón dentro de
mi nostalgia laurea, acampa sueño imprevisto de parca intención.
Centuplicando martirios, cercenado caminos para guacamayo
gritón y madrigalista, sacarte del escondite huracanado que mal humor requiere.

Dirás vida mía todo es tan claro como humo cuentista, ve por
mi flama discursiva que arrulla para dar explicación fañosa.
Mensualmente erótico cursor bellaco y madrugador entrega
su vida a los gendarmes de la vida de investidura In Aetérnum.
Ivette Mendoza


Necesitaré tu sombra exaltada


Necesitaré tu sombra exaltada formando un horizonte infinito factorial.
Cielos, órbitas y abismos, reverentes dominios aventando ventriloquía antigua.
Viruta glótica de la muerte deseaba conocer testigo de alba arcaizante.
Tengo una estatua de arces, un capillo, un sueño comburente en el tiempo.
Encuentro en tu voz el biodegradable ímpetu de la materia desaborida.
Por el hábito de redoblarlo, se desdobla tangible como comparsa egipcia.
Con sorber galvánico tormento que tu ausencia me ha de resonar, vislumbro, todo lo vislumbro.
Tu piel de almendro presiente mirando distraídamente los mausoleos fachendosos.
Flagrante lapidario es el cabecilla de los incrédulos se desgarra y me desgarra.
Obsesionada de símbolos un rastro como un azote lo incriminaba natural propiamente allí.
Despierta de magia y encantamientos mis llagas azules son un corpiño norteado.
Brisa absorbible en salvación y comunión acostumbra a ser señoría carnívora.
Vida resonando perfila nariz helénica como póstuma musical de orquídea encuetada.
Ivette Mendoza

sábado, 26 de septiembre de 2020

Como arañuela colgada


Como arañuela colgada en las esquinas
su miopía vacilante, casta y vacía
atiborrada de monigotes, brazos palúdicos,
compuertas, lechos, dibujos embelesados.

Pasa la luz de hatajo sin lo resplandeciente y eran
periféricos caminos entre climas ceríferos.
Posclásicas formas desvividas descorazonadamente.
Alaridos galácticos ideáticos y orates maldicientes en
esa crudeza con que apapacha un céfiro.
Esa brisa bragada se ha ido.

Tus manos verdosas la han extirpado.
Pero me reconecta tu ser en un goce indefinido.
En el aire iterativo tal vez me zangolotea.
Corretear un poco, soy rigor, centro llamativo.
Oh comadreja que muda camaleónicamente,
por un cúbico cristal me asomo,
me pienso lo indispensable,
la que pende la versatilidad de una pluma.
Ivette Mendoza


Torres de la memoria de desiertos aniquilados


Torres de la memoria de desiertos aniquilados
azuzan la embestida del aroma de su lánguida palidez.
Luz que ruge desde las arañas siameses en los escombros
se bañó en aguas cenicientas del cercano olvido y
es la esencia de caer y levantarse vertidos por la esperanza
inoxidable.

La autodeterminación magistral del malinche
va masticando la frialdad de los ósculos en sus pequeñas
vivencias, sobre círculos de cenizas.
Lágrima que se dilapida en sedas rimbombantes
desde los cristales de soles embravecidos.
Un vano intento entre los labios y las pestañas de una
luna elitista dentro de su bálsamo proletario.

Delirios de las circunstancias cargan sus bagajes,
sus voces se diluyen en el leve vagido de un caracol en la mar.
Cien interrogantes se ezquerdean, buscan el metamorfoseo
de corazones extrovertidos hacia las dulzainas en hontanar.
Engrosar las horas de almas silvestres para fulgurar la paz
aun dentro del escarnio.

Medimos con exactitud el trino alegre del jilguero triste
que decide echar vuelo hacia al ocaso en una tarde inmolada.
Nace un fruto en un tiempo ausente de un sueño inminente
y en el rostro se amortaja descubriendo un átomo de amor.
Gran sabueso azul busca refugiarse en un gua, gua chinchilla
ladra versos desde un astro humano para una misión secreta.
Ivette Mendoza

viernes, 25 de septiembre de 2020

Crepúsculo energizado


Crepúsculo energizado, bruma furibunda, paisaje macilento,
cacatúa por la cadencia enjaulada para entretener mundos
en vuelo apocalíptico; viento argumentado dentro de fuego glotón
y entre los saturados sueños,va con pico de linaje, abulia y modorra,
por las alas inocentes en fronda revestida de vida cotidiana.

Discóbolo del relámpago perennemente poético.
Un sonido ecléctico traza el límite y nunca cesa de preguntar;
fuentes por el gerifalte del llanto en indocilidad eurítmica.
Dádiva de mi voz como en su capacidad de ave híbrida
ante el brillo de mis ojos, la novedad es su nueva llamarada…
Ivette Mendoza

lunes, 21 de septiembre de 2020

Sueño acromático terco en su aventura


Sueño acromático terco en su aventura de tierra fértil.
Metal de su caricaturesca armadura; letanía de sus párpados
esponjosos buscan la evidencia en la coloración de su axioma.

Comadreja cosquillosa en secreto gorjea macareno aprieto.
Su falta de memoria es el centro euclidiano magnetizado
cuando pierde la inocencia de su cuerpo mitológico.

Paragua transparente protege la mitomanía de Minerva
frente al muro numerológico de su psicosomático
alumbramiento que tuvo que ver en un arte de embrujo.

Idolatría de sierpe en imaginable apego a su histerismo.
Ronroneo y ronronear endecasílabos, Penélope juntaba
las rimas, las juntaba en grecolatino balbuceo donde ganaba
esperanzas en el frenesí de su dramatismo.
Bajo el amor encrespado de apariencia, saludablemente
ignoraba la poesía a la distancia cósmica desde su aroma natural
hecho numen.
Portaba pancartas de infancias luminiscentes
con las manos extendidas hacia el infinito.

 ¡Oh terra, ae!
¿Dónde puedo encontrar mitología?; en el humo de la brisa,
en los calendarios y el entretiempo; en la sombra herida
de mis herbosos días de soledad y destierro.  
Ivette Mendoza

domingo, 20 de septiembre de 2020

Lo que raptó mellizo


Lo que raptó mellizo de los ojos de panes aristados,
coleccionan tigres con garras de zopilote ultramontano.
Daría yo que puebla el diablo jorobado de cebras cortoplacistas
a la diestra de hímenes poéticos.
En bancarrota queda
la torre de babel que rastreó papel puntiagudo sobre
las pupilas de la falsedad llorando amén como mi único
temor cartográfico que beatificó Káiser vitamínico.
 
Me enamoré de la muerte de Lázaro que resucitó
dentro de las mandolinas por atardeceres con sabor
a cigarros chungos.
Vientos de la felicidad infelices añadidos
a la bendición de los murciélagos centrifugados como
astillas haciendo su voluntad para ser el revuelo de los cirios
ante la piñata de los cartujos que beben de los espejismos
mientras la astuta caballeriza  era anexa al periódico
de la infidelidad.
Saltan los días agresivos, viven chambones del destierro.
Marcan tus pasos indeliberadamente, corre indefenso
el cuervo vistiendo su traje de caracolas en un parto
de melodías, gimen mis manos lunas con bastón
del emperador como del teorema del Mar Muerto.
 
Así quiso el veneno de la medusa, así amansé al
dragón jarocho paleolítico de las orejas, respingón
de la mollera, resignación pétrea y saltarina amor y
tributo del trompón dentro de la palanca radioactiva.

Ivette Mendoza

viernes, 18 de septiembre de 2020

Caparazón tras la partícula


Caparazón tras la partícula hijo que suplica porque si
respetó a la tranquilidad desabrida como que nacían adolescentes;
la zona de ambos es la dirección del este ante los dotes que prometieron.

Capitolina intención, alteradas ramas que por ilusión quedaron
al dios divino que hoy por mi tomó su enorme decisión.

Señor romano que romance en que situación viene la aurora
dispersaron la unción de sentirnos reyes en campamento justo
sufrido turna al escribano, muestra la historia que deseamos ver.

El tóxico verso mira su afinidad electiva, y es la abstracción inversa de asfalto.
Apocalipsis numérico vincula redentor tráguese la lengua espartano,
sinceramente la doctrina del crepúsculo negro genera cierta estimación
miramos al vestido ilustre bajo el poder de la tórtola nauseabunda.

Doble sujeto sobre la hormiga interoceánica corredera a descontrol
ensamblada en la hielera precedidas a tenor, quiere casualidad
del reloj loco de sonrisas y otras prosas de tumba herida, omoplato
etílico fortachón brama al final de todo.

Paseamos las letras como en tráfico hidrológico de enfermedad horneada
y principios de la patria de imágenes neoclásicas en aparente roto motor
zoológico de sufrimientos que representa dañar un pasado adjetivado;
monumento pectoral de renacuajo renacentista morder tus labios
quiere para almacenar veneno hasta la compostura de mar adentro.
Ivette Mendoza



jueves, 17 de septiembre de 2020

Océanos imaginarios

Océanos imaginarios sacrificados y conmovidos
recoge del páramo racimos de pájaros diluvianos.

Una marea altiva blanqueaba a los caracoles
con láseres silenciosos extrañaban lo entrañable.
Saboreaban en derroches un escarificado atisbo
en un recuerdo frondoso quedó por cierto.

Seguir acaso porque yo era la única testigo,
trazaba en mis entrañas el preámbulo agorado
mientras el ábaco pedía en cortometraje desenlace,
las frases paladas se exprimían estacionalmente eufóricas.

Lo irascible arrumbaba entre inviernos e irritantes lloriqueos.
Falsificación de besos y latidos como soplones de la existencia
con esa luz de sangre marinera y rígida de sabores
en la incredulidad de dolor dudoso, la herida es olvidada,
¿Qué envuelve incorpóreo al árbol en el que circundamos?
Desata las ciencias que al alma da en irrevocable arrebato
y todos volvemos a cabalgar en océanos imaginarios.
Ivette Mendoza 


 

miércoles, 16 de septiembre de 2020

Derivada dualista el páramo goyesco y lagrimoso


Derivada dualista el páramo goyesco y lagrimoso,
supersónico alarmante, entre objetivos claros
y en tropel ávido lanza al pardusco sinécdoque,
los calores bohemios como vectores balbucientes
para el banal sacrificio.

Ruge en suceso primario hastío y rotativo
y el fin en suaves variantes se separa, se consiente
en un acercamiento de defecto subrayado,
prueba fecundante tanto así la mirada ya prexistía
encorvada de rogar, aparatos nuevos.

La mentira solapada se agonizaba tronada,
yerga y yerga en desierto plenipotenciario
para derivar el amor del musgo en una palabra.
Frenética incógnita se deleita incitativamente,
que de aprensión desdibuja los atardeceres eleáticos
y en el ajustamiento de hojas frescas lustra mi existencia.
De concluir, lo disuadido era el archipiélago del alba.
Ivette Mendoza


lunes, 14 de septiembre de 2020

Esculpe un reflejo


Esculpe un reflejo licor de tu recreo,
una lucha compleja al inicio del amor.
Analogías y ensanchamientos perplejos monetarios, de
tantas y tantas monedas causa un vapor naciente.

Oscilaciones y peso de una convicción,
repta el conejo en la charca de la rana.
Botones bramando asustado cerrojo,
contagia presunciones en vista a la mar.

Valeriana en tiempos de abominables apreturas,
sospecha sobre sus flotillas de yedras valencianas.
Hervidero sobre tubérculo narcisista,
gratifica muñeca mapamundi patético para ser amado.

Responsabilidad de remos donde nacen los abismos,
amargura del yeso remplazar el rito quiere.
La luna para sobrevivir mis ojos, son como
memorias y consuelos de orejuda iguana.
Túnel sagrado de tu gracia bonsái.
Ivette Mendoza




domingo, 13 de septiembre de 2020

Lo devorante se hace un paréntesis receloso


Lo devorante se hace un paréntesis receloso
Frente a los cristales de las ilusiones cibernéticas.

Traspasará el rito de ruidos pensadores
Que refleja un algo perseverante
Sobre la cabriola de la calavera extática de matices,
Ahuecado allí hasta su médula iracunda e infinita.

El montículo de su espina dorsal toma consciencia
De los pixeles que lo sustentan como pisadas ciegas.

Obstinaciones hemorrágicas de sus punteros heridos
Son las ficciones inoficiosamente disfrazadas de razones
Que mueven al devoramiento aletargado a sus capiteles
En la fluida sombra inventada al gusto de su liberación
Para encontrar en la partícula del tiempo, el ímpetu
Del recuerdo en zozobra.
 
Celoso, receloso consuelo que toca y escupe Zeus
Tan frágil, tan inmerecido como la lágrima amorfa derramada
En sus mejillas tan perentoria y afeitada.
Ivette Mendoza



viernes, 11 de septiembre de 2020

Abejuela del canto sucio del espanto


Abejuela del canto sucio del espanto
Vuelve a su reino del divorcio de las alas de un trovador
Bajo las persianas del carruaje chocarrero.

El amor es un inquietante círculo fugaz de muslos ahumados
Y se languidece como peces sorprendidos.

Nuestro lecho es el perro fiel que alberga la sed entrecortada
Del atragantante canto de serpiente. El hijo de Merlot
En su pantomima silenciaria convexa por la salmonela del verdugo,
Me hace sentir la fiebre eléctrica de los siglos.

He caído tanta veces en las garras de medusas las de manos ciegas,
Hasta inhalar la unción de sus boyadas en los barrancos.

La intrincada noche es semejante al desprecio canino de la
Bruma dentro de sus poros somníferos y zaguán de mi dedo
Apetecido; de toda boca zurcida de hielo.

Y yo estremecida bajo los cartílagos de la mañana en un
Aguaje de fósiles amaestrados.

Aquí al final de toda misericordia voy latiendo por la boca
Y uñas del hombre lobo; su ahíto de puertas de madera
Deshabitada en la anunciación de hambre del cáliz lascivo.
Ivette Mendoza


La camelia vive cerca de su fragancia


La camelia vive cerca de su fragancia instintiva en su lenguaje himnario
Y luce tan inquieta en su natividad vacía y olvidada de su rito hechizo.

La idea fugaz que vive en los verdes leucocitos pincela por la senda
Del espíritu como su cabello de la noche helada y sus pétalos sin raíces
Como si cabalgara sobre la brisa hacia el nadir para encontrar su
Manantial de sueños al momento de ventilar su ropaje sucio.

Y el espantapájaros cómico de su carcajada subyugada que lamia sus perfumes
Ella creció sin comprender el análisis obsesivo de su polen, el nenúfar fétido
Que llevó a su antojo a morir ante la rueda de viejas pitonisas que presagiaban
Y decían- ¡Camelias, camelias de las penumbras fangosas!-

Dame el golpe exacto en la mollera del tiempo contra los labios picoteados,
Labios picoteados contra el golpe exacto, golpe contra labios
Falsificadora de la esperanza que himeneo tormento  porque no era camelia
Sino pantera flemática al besar, fiera en el reino de la intolerancia.

Fiera mil veces fiera, camelia deja de jugar en la bestialidad de mi alma.
Fiera mil veces fiera, déjame aullar en el bosque de tu incesante lluvia gris.
Fiera mil veces fiera, quiero llorar tu perfume mortecino, quiero fiera acabar
Ahogada en la boca del tigre, quiero ungirme de arañas en sales petrificadas quiero…
¡Oh camelia déjame perderme en tu sutil y tierna mirada con tus ojos de candor!
Ivette Mendoza




Un viento que sopla y serpentea


Un viento que sopla y serpentea como la sierpe
Del nido abandonado que emana su brisa del deseo, y
Vigilante chisporrotea el veneno de la amargura por los aires.

Campanilla de invierno, mucha es la suerte de tu aroma
Que con ella atraes la sombra divina donde audazmente
Me aromatizo y me hace terca y perezosamente perfumada.

Mítico recuerdo en cuyo mullido cansancio crea el gesto eterno
En las colmenas de las almas para reinventar sus dulces paladares,
Para recordar sus mundos renqueantes en su burbuja animal.

Monedas falsas que hicieron de nosotros el pan del desayuno
De aquel mísero amor engrudo y derrengado quemándose
Una luna de intrincada vastedad hecha de saliva y alfileres.

Desangramos en el rojo pastizal, sangre contra sangre, hacia                     
La metamorfosis de lo invisible a proclamar consciencia en el
Mundo fantasmal, para asustar a todo creyente de latosos dogmas.

Acrobático sucesión de puntos en el misterioso pensamiento
Donde llegan a morir los cinco sentidos ante la imposición del miedo
Para promulgar rencores.

Cohabitar, coexistir anclados por el momento cuando acalla la soledad
Y regresar al big bang del deshielo, a la fragancia femenina, sus pasos
De fuego y profecías ignorando la falaz sabiduría, vivir y revivir
El gozo muscular de Poseidón, su llama divina y endiablada.

Un topo que busca codiciar la lógica sapiencia en el censurado
Olvido, la cáscara mortal de su ilícita iluminación y su punto lunar
Donde cruje el tacón de un zapato y su seriedad postiza de trapeado.
Ivette Mendoza

 


jueves, 10 de septiembre de 2020

Desde el granizo oscuro


Desde el granizo oscuro formateado
Hasta este receptáculo transmutado
Bruma, silencio y razón en cornamusa
Líquido-mendelevio-música-vapor
Miran transmutación hexaédrica
Cableado a echar hipotenusas                                          
Por ser pretérito sarcófago
De metal-piedra a lo incunable                         
Tanta química de letras                                           
De lluvia apaciguadamente yerta
En cuyos ejes des-ajustados
Enumeran mis suspiros policéntricos
Sobre la canción de luna azulada
De resonancia omnipresente
Que en preludios se funde
Para deshojar las noches sinfín.
Ivette Mendoza


miércoles, 9 de septiembre de 2020

Mañanear en gomorresina

Mañanear en gomorresina para mi alma mundificada 
Pagar la eterna deuda; la novena de harapos mortificados
Se somete cuando callas al fauno delator que dejó sus
Plumas atávicas en un pozo ciego.

Todos restriegan la herida supurante del crucigrama en la mano,
Pégale, dale duro en un acto de Sodoma y Gomorra.

Busco un ambientador para la iniciación de la próxima barcada,
Colgando un aviso barroco ojeroso quedó Orión de su fantasmada.

Gritos que se deslizan en la arena del mar tanto como en el Sahara,
Van viajando en el espectro de mi paciencia hemoglobinada.

Desolación de talismanes que quedaron mutilados ante el
Dolor de una esfera trazadora de piel sensible y desvelo.

El disfraz de la fisura enervando cuchillos baristas no         
Entendió la señal del café perverso que se derramó en
Las tinieblas.
Encarcelado cabracho escamado en cerrazón, costilla
Y cólico coagulante demanda desenrollar escultura
Estalagmita.
Ivette Mendoza

Hay una efusión que motea

Hay una efusión que motea con agua las cosas
Que el mundo no quiere ver en un aleteo de hormigas ponzoñosas.

Captación de plegarias mitradas en el cielo hierofante,
Orión decide aniquilarlas en el cubísmo del desperecio. 

Que hubo luz envalentonada y esparcimiento de seres dentro de lo gélido,
Pues salvó del diluvio al talismán.

El vericueto de la oscuridad después permanecerá lamiendo su dolor estático.

Así las cercanías del monigote revelan la ceremonia al falso linaje,
La palabra con descuento de tijeras que ha de trasmitirse de padres a hijos.

Vorazmente, te convence lo poco clonado de una lengua prófuga.

Navego por los dígitos de un robot surfista milenario.

Galopando en los tumultos tornasolados que deja el corazón del alma en el simulacro del Enigma.

Texteo en el grito jeroglífico que dejó el horizonte de la historia inexpugnablemente 
Debajo del hervidero de la sensatez.

Ahora estoy alargando la letanía que finge y rompe la furia de la pirámide redoblada
Que teme regresar a su sepulcro carnívoro.
Ivette Mendoza



martes, 8 de septiembre de 2020

En perlas cristalinas


En perlas cristalinas en su centro se coloca
La vacilación y los matices ya sin ira van
Campantes entre pixeles en su sacro solio
Inmortal de su fructuosa templanza nueva.

Yo confiaba en un secreto a una almohada
Itálica de cara al mar, como la sangre en 
Marea alta donde prende su goce la espesura
Hasta el crujir del huracán que tristemente
Compraba su consuelo higrométrico.

Urge el vivir siempre convocado, ¿Por mí?
Que mi razón comprenda y sienta pues
Mi interior es agua mitológica, fibra o barro
Indemne viviendo el perspicaz olvido.

Fui esperando el dolor minúsculo y la dicha diminuta
En la anamorfosis que cargamos con la voz ominosa los
Ojos verdes de follajes, amor de pena que mientras
Su delicia era la ternura las noches eran sin fulgor.

Que hice del dolor una costumbre en primavera
Con doce fragmentos fusiformes de verdad ardiendo
Resinosamente.

En la niebla aprisionando el alma de la noche se
Deshojó un sonido desgarrado que mi corazón
Reconocía como su armadura y su encanto de recelo
Para oscurecer la luz azul del rabillo del conejo.
Ivette Mendoza


Colorease una gruta


Colorease una gruta donde guarda los dientes
Que reventarían al escarabajo y la babaza.

Formalizados como vestiduras por el cielo verde
Me clono en la goleta de esta instrumentación
Hilada en hierbabuena ocelada y regicida.

Son jicoteras nada más las que lentifican por mí
Ojo desértico de sangre plurianual, por tu mezclado
Monismo de ideación de heridas picarescas o
Por el pulmón solícito y su embarazoso escandio
Costumbrista que por sus fibras pasa danza arcana.

Entre ellos va cayendo Morfeo en el ajedrez pensativo
Del germen de la mujer fría y sus ojeras pastizales.

Hay escritos del milagro atroz y barítono hundido
En un desapego perceptivo de la piedra desalmada.

Con dinero el cincel inventa la ebriedad del mocasín
Talvez en el humo antes que el chamán lo declarara
La revolución de los pitufos a fumarse un cigarrillo
Detrás de sus rodillas para exhalar su vanidad.
Ivette Mendoza