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viernes, 11 de septiembre de 2020

Abejuela del canto sucio del espanto


Abejuela del canto sucio del espanto
Vuelve a su reino del divorcio de las alas de un trovador
Bajo las persianas del carruaje chocarrero.

El amor es un inquietante círculo fugaz de muslos ahumados
Y se languidece como peces sorprendidos.

Nuestro lecho es el perro fiel que alberga la sed entrecortada
Del atragantante canto de serpiente. El hijo de Merlot
En su pantomima silenciaria convexa por la salmonela del verdugo,
Me hace sentir la fiebre eléctrica de los siglos.

He caído tanta veces en las garras de medusas las de manos ciegas,
Hasta inhalar la unción de sus boyadas en los barrancos.

La intrincada noche es semejante al desprecio canino de la
Bruma dentro de sus poros somníferos y zaguán de mi dedo
Apetecido; de toda boca zurcida de hielo.

Y yo estremecida bajo los cartílagos de la mañana en un
Aguaje de fósiles amaestrados.

Aquí al final de toda misericordia voy latiendo por la boca
Y uñas del hombre lobo; su ahíto de puertas de madera
Deshabitada en la anunciación de hambre del cáliz lascivo.
Ivette Mendoza