Abejuela del canto sucio del espanto
Vuelve a su reino del divorcio de las alas de un
trovador
Bajo las persianas del carruaje chocarrero.
El amor es un inquietante círculo fugaz de
muslos ahumados
Y se languidece como peces sorprendidos.
Nuestro lecho es el perro fiel que alberga la
sed entrecortada
Del atragantante canto de serpiente. El hijo de Merlot
En su pantomima silenciaria convexa por la
salmonela del verdugo,
Me hace sentir la fiebre eléctrica de los siglos.
He caído tanta veces en las garras de medusas
las de manos ciegas,
Hasta inhalar la unción de sus boyadas en los
barrancos.
La intrincada noche es semejante al desprecio
canino de la
Bruma dentro de sus poros somníferos y zaguán de
mi dedo
Apetecido; de toda boca zurcida de hielo.
Y yo estremecida bajo los cartílagos de la
mañana en un
Aguaje de fósiles amaestrados.
Aquí al final de toda misericordia voy latiendo
por la boca
Y uñas del hombre lobo; su ahíto de puertas de
madera
Deshabitada en la anunciación de hambre del cáliz lascivo.
Ivette MendozaDeshabitada en la anunciación de hambre del cáliz lascivo.