Related image

jueves, 28 de abril de 2022

Una nebulosa contumaz se apaga en el grito de la noche acromática

 

Una nebulosa contumaz se apaga en el grito de la noche acromática,
el aroma del hielo sumergida en la sombra
del barranco se disipa y el ayer truncado por adioses conyugales
empañan la luz siguiendo el camino del esternón leonado.
Te percibo entre el asombro desvanecido de un
arcano sol y los destellos flanqueados de su luna consejera.
El contorno virginal del frenético vaivén nos condena
y es la hoguera vaciladora que nos atrapa en
en una niebla espesa con sorpresiva oquedad,
y nos engaña y nos quema contra la orla de su misterio.
Huyo a la placenta godible de la espera donde la caridad
del viento nos estremece como besos electrónicos.
La llave primaveral va abriendo este claridoso
recuerdo que bate la simiente de nuestras almas naufragadas.
Ivette Mendoza Fajardo


  

miércoles, 27 de abril de 2022

Las rectas paralelas

 

Las rectas paralelas están delineadas por ellas mismas,
en medio vigilan los cadáveres revoltosos de hoy.
Ayer espejeaban calladamente los caminos
de noche, con lámparas de piernas rotas.
De día bajo lluvia y sol.
gruñen alrededor de una campana
de palabras torpes, hasta esos anocheceres de lágrimas frías.
!Las dos rayas eran un aletargamiento de fuegos fatuos!
Incineración del día era también, cuando se partían los corazones.
Las rectas paralelas están delineadas por ellas mismas
en un campo de necedades con pechos secos,
no necesariamente un cielo conmovedor,
menos alas precisas implorando articulaciones lechosas.
Como en sucesión de puntos van probando prolongaciones 
o viran en círculos atolondrados ya desgastados.
Ivette Mendoza Fajardo



martes, 26 de abril de 2022

Errante vestidura y los jirones morriñosos estelares

 

Errante vestidura y los jirones morriñosos estelares
que al pasar por la quinta dimensión se yergan
hondamente.
El sonido de la espiga se arranca con los puños del silencio
y en su aridez inicial disuelve su presentimiento impuro.
Las vellosidades de las mentes sombrías
preparan finamente sus cabelleras azogadas destellantes.
Declamaciones del sexo orgulloso incineran
descarnados labios y en el eterno paralelo del niño astral
rizan los quejidos desafinados de ahínco.
Desolación aterrante es la noche que al flanquear aparece
a la hora que el ánimo cósmico es todo un hábito, tan indiferente.
Silueta de voz tenue en medio del estallido apócrifo.
Desolación aterrante calcinada entre delfines
donde concede su guardia al limbo adiposo
inhábil de tejer una luna narcisista a sus pies.
Ivette Mendoza Fajardo



Bailotea, peñasco aporcado

 

Bailotea, peñasco aporcado, en el temblor machacado
de calma
como la brisa desabrocha tu compungida rigidez
y la orgía de tus huesos curte la tristura de los cuchillos.
Bajo el galbanoso abolengo de los monos,
entre los pensamientos pulcros,
la cóncava gruta, el soplo de la palabra y la dermatitis
del sueño tienen osciladas razones para ser simientes,
aún cuando la madrugada ruidosa no esté de parte
nuestra, la resolución absoluta de existir luego la tendrán
sobre el relieve de los mares.
Desconchada por la semioscuridad del tiempo,
la dicha de metal muestra, con sobrada holgura,
cómo las caras del invierno son;
mientras que la madreperla asfixiante de la piedra
en el trasfondo es un extraño rugido de
reverenciado caparazón, despotricado de belleza.
Nada unifica la realidad despeinada si no es su propia luz.
Nada retuerce el alma si no es su placer herido.
Nada lame a la bruma del olvido si no es en su
cuarto renglón garafiteado.
Ivette Mendoza Fajardo



domingo, 24 de abril de 2022

Se encumbran los muertos de entre las ruinas

 

Se encumbran los muertos de entre las ruinas con unitario
desclavijo y pretenden amenazar para cargar bolsa de papel
nunca descifrados / se anegó el teléfono para patrullar
cementerios/ de arrepentimiento caprichoso aún empujan
desde la otra orilla / talentoso pantano / los gatos del encono/
para retornar pringosa al paráfrasis la asombrosa entraña/
En estos alunamientos purificados qué a veces han preferido
la desventura del encierro hasta el temible cuchillo que con la
precisión de sus cálculos treparon los sonidos y las rocas de
ferocidades aletargadas / la nada justifica al dolor /
¡Oh fuente mineral de la subsistencia que embaraza la felicidad
de su agonía!
Ivette Mendoza Fajardo



viernes, 22 de abril de 2022

La huella imprecisa

 La huella imprecisa
se reclinó
en la rugosidad viril de la pasión.
Se abrieron olas en el cansancio
vidrioso del tiempo
y se hicieron navajas incestuosas
que esponjan los signos del pensamiento
cosquilloso. Hay alondras
que fingen su vuelo eterno
y atrapan sin sonido al futuro hilarante.
No existen lluvias de cejas y pestañas
en la tierra que todo engullen.
Reniega la soledad y la ausencia
en un mundo gatuno calcinado de pescuezos.
Y la muerte es un portal de otoños ebrios.
El alfa deambula en los andenes del omega,
discuten el alto costo de la vida de frutos rugosos
y su sudor mezquino se anuncia en sueños,
brotando precios alarmistas por todos sus costados.
Ivette Mendoza Fajardo



jueves, 21 de abril de 2022

Y era la discordia

 

Y era la discordia,
la penumbra en malaventura. Apenas la oscuridad
al costado del éxtasis sangriento. Modorra de los precipicios.
¡Destierro! ¡Destierro!
Y tú en la cima espoleaste las nebulosidades,
siglos de silencio confraternizados, pasiones devorantes.
Aboliste tu oscura aura. Aboliste la solidaridad del encono,
agitaron las emociones posibles corazones
y hallaron un lugar donde sumergirse dentro del alma;
después entre carcajadas angustiadas y reprimidas
surgió el olor de una muerte prófuga, reptando caprichosa
en la posada acantilada del infinito.
Y así, así
el rostro prometió unos labios
y eran los que desclavaban mis palabras tormentosas,
lo blanco desolado, la nostalgia incipiente
apenas florecida pero…
el deseo era la lámpara que nos salvaba
y el umbral abriendo sus ventanas,
encendió en asombro resonando en el viento,
por la piedad que lo impulsaba derrotó el
mal que lo oprimía.
Y bajo el beso revivido y la luz de una aurora constructiva,
como el más bello refugio de la imaginación…
Ivette Mendoza Fajardo



martes, 19 de abril de 2022

Las palabras hambrientas

 

Las palabras hambrientas hacia la llama sin vida
recorren las arenas del tiempo en su solteras soledades,
mientras se derretían en instintos en la redondez
etérea de la noche que pausadamente duermen
como un leopardo tejido de añoranzas vaporosas.
Médula encumbrada de nervios noctámbulos
malgastando el arrugado caparazón, molidos
por soles implacables de los más perversos,
acostumbrados a ser minorías escarchadas y lánguidas,
como el rastro insoportable de la cólera dispuesto a doblegarme.
El agua buena estrechada mentalmente de la palabra a la ceguera
sobre el granizo muerto en desierto de alondras.
Manantiales de humo estornudando sombras traidoras.
El ímpetu es solamente un golpe oscuro que en amor ha concebido
el delirio loco devorante de un deseo unitario.
Masculinidad del viento declara ahora mismo mi inocencia.
La lluvia es la muleta del aire dentro de su afán cotidiano.
Una mañana adornada de aves sublimes
¡Alas provocativas, ven para llevarme a rastras!
Una suave aura de extranjería simbolizaba
las manecillas feroces del viento frente a un  limpio, sensible,
y coloreado horizonte y un asfalto de recuerdos te modela
malévolos deseos.
Ivette Mendoza Fajardo



lunes, 18 de abril de 2022

Qué río de tristeza en penitencia mana despiadado

 

¡Qué río de tristeza en penitencia mana
despiadado, fragoso, en tu oblicuo
corazón!
el sollozo que parió mi garganta dolosa
arañando el polvo del sonido alucinante
o metal al rojo vivo de palabras, que
quieren invadir el silencio y hacer un tatuaje
fugaz del destino, que se esfuerza a revivir
entre argollas que te atan a la rutina
entre lo oscuro del silencio y los nobles segundos,
bajo la galopada de estrellas,
su luz me abrasa y me suelta
enervando tarde de frías intenciones,
me envuelves en el toga larga de tu aliento
como acurrucada en su arrebato, así
me rodea el guijarro que recorre mis años
sobre el huidizo torso de los días, consumiéndose solo,
y los rostros desérticos, sinuosos,
los labios de mármol que oscuro afán amorra
las ondas purpuras de la muerte,
que renueva sus dones intocados,
brotan del vacío trémulas y enfermas
olvido mi cuerpo que me une a sus rugosidades
y se pegan sus inspiraciones a mis ojos esplendentes.
Ivette Mendoza Fajardo



Gritos del desierto con destellos que viajan felices

 

Gritos del desierto con destellos que viajan felices,
ellos escapándose de las manos del sol.
Turbaciones de humo que el viento espolea
con los dedos rotos de la lluvia, amasan salivas
diamantinas de fuego, con obsesión repetida.
Sonrisa devoradora de torbellinos en la alianza
del gemido abandona la fruta exquisita de sus tercos
besos y por eso yo me quejo por falta de apoyo.
Mis huesos hablan de una esperanza blanqueada ahora.
Mi voz es la ventana inexplorada de las posibilidades.
Los sueños, una alondra peregrina dentro de las
pupilas del mar doblando un apuesta sin derrota.
Un ángel sosteniendo las mejillas planetarias del cielo,
dando giros con éxitos substanciales de amor puro.
Soberanía de la desolación habilidosamente secreta
despeina rostros de crepúsculos difusos para embotellar
una aurora milagrosa que duerme conmigo.
A veces pregunta una lágrima -¿En qué mácula del
pensamiento posa una estrella?-
Deleite de palabras renacentistas desde sus abismos
sacuden entendimientos equinocciales entre el clamor
de asombrase y confundirse por el rumbo consumado, allí
conciben la inexactitud de la noche.
Ivette Mendoza Fajardo



domingo, 17 de abril de 2022

Por el círculo y el pacto idóneo

 

Por el círculo y el pacto idóneo
de primores jocosos y divinos,
por el pensamiento de un espíritu
que nos sobrevive en la muerte,
por un talismán con vida del que engulle
el silencio de la expectativa ante el encono,
impenetrable y fría de su yo de mil abrazos,
por esta hipocondría, hacia ninguna parte
astral y fervorosa del amor,
por la calma imperturbable de mi razón,
por el ojo inmóvil de aquella tormenta
que en su derrumbe descubrió
el salmo acompasado de luz universal ;
como no lo entenderé, como no me entenderá,
por lo que sí entendemos:
por la cavilación despoblada de soles abatidos,
el halago acusatorio del sonido que pudo ser,
por el vendrá y el retornará la eternidad estremecida
que es el siempre, el principio y el fin,
por la reflexión del escarabajo interno del vivir
a pesar de todo, esta amarga clemencia es mi felicidad.
Ivette Mendoza Fajardo



Fosos de la mentira y sus obras en ruinas

 

Fosos de la mentira y sus obras en ruinas
escupen titilantes la sublimación de sus nombres,
bebedores de sombras.
¿Quién archivara internet con soles de pequeñas
estaturas para tabular sus entonces truncados?
¡Que en verdad, es la desaparición
de un canto de soplo divino! Dichos destrabados
de polillas en delitos menores, salían del
vertebrado repliegue, ignoran su ebriedad
hecatombe. Diminutas apreciaciones pasajeras
en su condición de fieras, ya convertidas en errores,
se han domesticado sobre océanos de caudalosas
placentas. Candil de marchas evaporadas, trazan
vetas ladronas y el tiempo no se puebla sino
con gusanos de mis tormentos prefabricados.
Postigos de un sinfín insisten en buscar el líquido
espiritual en la hipótesis del simio, rescatando
ecos desde el infinito. En definitiva, ellos no
cambian en el margen del espacio transcendental,
morirán lavados bajo el agua del mármol, con
bendición absoluta, se presentan morbosos hasta
el ojo interno de la melancolía.
Ivette Mendoza Fajardo



Además la luna fue poeta en medio de la noche

 

Además la luna fue poeta en medio de la noche,
se quedó sentada entre volcanes de matices y pieles
de horas valerosas.
Ahora mismo se acerca mascullada en los capilares
preñados de los bosques y el poniente que nos da
un aliento de trigo, termina cansado en la madrugada
acallada de mí olvido.
El llanto levemente calienta las brasas del amor,
su capa de ozono resucita lo imposible que había
quedado como un relámpago genital reclamando su
camaleónica intención mientras vomita su angustia
que gozosamente censura a lo implacable.
El sendero es ancho y avasalla sin clemencia al
átomo muerto enrollado en la hiedra de mi intuición,
y se acaricia suavemente como un fantasma racista
del mal y yo confieso que su crecimiento de
carne idolatrada se descobija de pretextos
desde el fondo de su cegada duplicidad.
Cada minuto de Abril se hunde entre decenas
exactas de masoquistas miedos contraídos con 
ingenios ficticios en la sustantivada realidad de su
desconsuelo gótico.
Ivette Mendoza Fajardo



sábado, 16 de abril de 2022

Cruzan las ilusiones los espasmos de los días

 

Cruzan las ilusiones los espasmos de los días,
por aquel instante malhumorado regido
por silencios locos aventureros que boqueaban
lentamente por el peso amargo de su luz.
Sagradas danzas que galopan en las antologías
de sus poesías y consumieron su savias de corduras
al descubrirse a sí mismas en el embriagado pasado del
perdón donde amplificaron los latidos de sus esferas
pendulares.  ¡Nos atrapó la esperanza con su luna sumisa!
Alfombra persa de sueños de crispada efervescencia
colosal tratando de imitar el grito espurio de los
muertos ya felices de esa eternidad evanescente.
La ruina oscura de idea roja contrasta la distancia
geométrica del tiempo con su velocidad angustiosa
sin destino final, arroga al mito indócil, todo su pasado.
Espejeando una página en blanco en su zozobra impura,
allí la tarde es el goce espeso que presenció la muerte
sin razón alguna. Quiromancias de agonía y dolor,
hoy amotinadas sobre el tumulto de la noche, para
entregarles a sus dentaduras, cuerpos y almas, arrodilladas
en el pretexto mortecino de su furia repentina.
Aguja vanidosa inocentemente duerme su despojo solitario
en tiempos marchitos y en la piedad de los senderos,
dialoga con espíritus abandonados por su contrariada soledad.
Ivette Mendoza Fajardo



miércoles, 13 de abril de 2022

El calor de tus ojos busca el parnaso molecular

 

El calor de tus ojos busca el parnaso molecular
de una silueta furiosa que con sus manos
termo calentadas destruye la noche.
Soy yo tu visión dudosa que se desespera
en el deambular de la luz bajo la pesadilla
definitiva de los ahogados, sus gestos
fungosos se perpetúan apercollados en
el impacto subliminal de los océanos.
El monólogo tangente de las tinieblas,
recupera la fuerza de la consciencia
en su hemorragia final, para dar explicaciones
de sus engranajes, a un pararrayo sistólico
que opta por equivocarse siempre de sus
teorías de frases con necesidades volátiles.
Desmenuzo esporas orbitales en la oferta
y demanda de su léxico que escapa sombrío,
donde sólo la vastedad de la muerte figura
y computa con los brazos cruzados, la culpa
ficticia de sus arrogantes pieles. 
La cumbre eléctrica del aire acepta vestirse
con el corpiño de la gravitación lagrimal del
mundo para quedarse lloroso pero nunca desnudo.
Ivette Mendoza Fajardo



Labremos el ansia que mece

 Labremos el ansia que mece entre las intolerancias del vacío
y la oportunidad de abrazar lo real, desde el fracaso musical del
miedo al simulacro del faro bravío en el quicio de mi caída astral.
Extraigamos los secretos que caminan en nuevas dimensiones
formados en la elasticidad de la espera y del insomnio mercenario.
Embriagarnos paralelamente de este instante con destreza
de gacela aunque todo suele sucumbir debajo de mi sensatez postiza
que se diluye entrechocada en el borde del útero; la noche va creciendo
con los ojos de los muertos en un salto a otra galaxia, en un cuerpo único
donde asume solo lo absurdo.
Enigmas brincan por la tierra doliente, se pierden sobre las aguas…
Había algo distinto, eternizando las ideas del garabato en una doctrina
del mundo con el hondo terror del anfibio.
Conllevemos el rumor de los sentidos al mismo tiempo que la noche
embute su erotismo tenebroso.
Hechizadas por el arrebato con su gargantas enfermas,
lámparas en los vagones de la muerte, óxidos comen.
Custodiemos el antiguo fonógrafo de la memoria con chispitas de saña.
Retengamos las finalidades del párrafo arado en la simetría de la injuria
caníbal que en un tiempo confesó estar militarizada.
Ivette Mendoza Fajardo




martes, 12 de abril de 2022

Fustigado espectro que vive bajo las letras de mi nombre

 

Fustigado espectro que vive bajo las letras de mi nombre,
mundo que convertí bajo tus secretos amordazados de placeres,
estampa casual que excluye una estancia fortalecida en un
plano cartesiano a babor. Desigualdad desolada que
comparte su luz solar en la angosta palabra del sueño.
Croquis impío en la ascendencia de una manzana de fuego
que bulle toreando el muñón casual de las guerras, quebrando
cuadritos, girando en una nirvana profunda de frutos eróticos,
de garras caníbales, con máculas benignas como el dorso
desconfiado de tu boca lamentándose en la llovizna gris de mi
suerte.
Mancilla el ancla severa, intrincada se descompone en la
diosa del enigma como una maquinaria nerviosa sacude
tu esperanza robada, lagrimea en constelaciones de espejos,
agazapada ante la naturaleza de un pizarrón, se erra de luces,
encuentra la muerte a través de una mirada conmoviendo
a los seres sin alma y sin cuerpo.
Mendigos de la angustia, oscila Cleopatra en la falla de tu
memoria, clavada en un grito deja la huella de su existencia;
su sabiduría era el quejido de un muñeco de trapo ahorcado
en su sombra despestañada.
Ivette Mendoza Fajardo



lunes, 11 de abril de 2022

Historias invencibles que gozan de gratitud

 

Historias invencibles que gozan de gratitud,
estimulando los frutos de las reminiscencias
de sus clítoris que contrabandean cedros
idomables dentro de sus testas agónicas.
Alegrías inquisidoras perdidas en el ojo
universal que desgrana lágrimas con el
egoísmo descomunal de las deshoras.
Como maleficios que se inscriben con
leyes de tic tac maternos y trotamundos. 
¡Ah arde padecer de espanto taciturno!
Gloriosa hipocresía ya no tiende su
morada dentro del pecho; es de segunda
mano su aflicción en la cuerda floja de lo
importante corrosivo como justificando sus
mitologías espectrales hasta la angustia de un frío
reflejo carcomido de silencio estéril y absoluto.
La heroicidad torpe empata con relámpagos
embriagadores y es afectada por la docilidad
del tacto, por la parte sangrante y susceptible de
las cosas.
Ivette Mendoza Fajardo



He atravesado del tropiezo tóxico

 

He atravesado del tropiezo tóxico del espejismo
a su lumbre compasiva;
la dilatada sombra afónica de los cipreses
que encolerizan como huellas glorificadas
la pendiente consumida de una joroba crepuscular.
He calcinado el nefrítico tormento para diluir
en tónicas inflexiones, la reuma feroz de los vientos.
¡Oh arrullo suplicante! Juramentos de la oscuridad,
nadie te implora,
nadie guarda las asonadas de un desplegado instante,
avanzamos consumiendo la sapiencia de los besos
en las noches.
Celebro con locura tus caricias peregrinas y suspiradas,
la aldaba milagrosa contorsionada en tus recelos,
el mutismo distraído de mis huesos delirantes,
la lucidez trigonométrica de una señal noctívaga.
Como enajenadas alas y estrategias de venas vitales,
te perfilas resignado, cerrando neurasténicos precipicios,
neumonía de las horas transitan en su ardor profundo
hermético y medular con el fuego. Toma el siempre
para metabolizar mis horizontes,
hule la ternura sin contratiempos, vierte la nada del desvarío,
susúrrale, ella, es nuestra aspiración soñadora ante la
gastritis incoherente del desafío.
Ivette Mendoza Fajardo



sábado, 9 de abril de 2022

Mis pestañas huelen a bodas de cristal

 

Mis pestañas huelen a bodas de cristal,
también lloran flores sin preguntas,
como monstros labiales de gozos
fugitivos e impulsos tras impulsos
de venenos y antídotos.
¿Qué ruido impoluto derriba la burbuja
pasajera de la noche?
Estratagemas de asíntota soñada,
ahogada dentro de mi niño interno
para construir armarios con el filo
de nubes enviudadas.
Mensajes electrónicos sólo se acercan
para mirar el acontecimiento de los días,
abriendo el ritmo de la apuesta encelada.
Como una marcha descortés calentada
por el entretenimiento, una tormenta
de cianuro se arrepiente hocicuda.
¡Dad a la muerte tregua por el contorno
de sus dudas!
Subversión de sinfonías sanguíneas,
cual arrogancia de cabezas zurcidas
con balas de pulmón caballeroso, hoy
reclamamos nuestra eternidad expoliada,
porque había sido endurecida por el
desnutrido polvo anárquico de la soledad.
Ivette Mendoza Fajardo



Floresta de milagros, sudando susurros vociferantes

 

Floresta de milagros, sudando susurros vociferantes.
El cielo es la fermentada verdad de leones dormidos.
Acaso el saqueo de virtudes ataca entre signos absurdos,
la santificación del estómago fastidia al equilibrio
puntual de su asfixia.
La bacteria, la flema con sus pies ensangrentados
siempre estarán en deuda con nosotros, y
el humo recalcitrante no está en su sueños enfermizos,
ni argumenta la jerga escarlata de la piedra vencedora.
Un poco más allá,
en las rodillas doblan la inmutabilidad de las cosas.
Si pudiéramos hechizar la sangre sonora de los mares,
transformarla en los dones terapeutas de la vida.
Retornar al consuelo de la balanza que ilumina, 
remedar un laberinto de voces de aguas temperadas.
Desenrollar nudos en la garganta de los astros,
vigorizarlos, surcando silencios temerosos de pequeñas
sonajas sobre continentes multicolores que van acortando
el tropiezo de sus muertes anti psicodélicas.
Ivette Mendoza Fajardo



viernes, 8 de abril de 2022

Susurra polvo de oro la luna mastodonte

 

Susurra polvo de oro la luna mastodonte.
Lloriqueo de piedra chachalaca
que apaga la felicidad en casamiento de gusanos hocicones.
Las cítaras de fuego deponen sus revólveres en ríos pendencieros,
pero a veces no se dan por vencidas en el vértigo de los juramentos.
Siempre asciendo en la respiración fañosa de la alborada
agitando pensamientos desordenados en mi alma desteñida.
Manojos de preceptos como obsesión atravesada por colmillos macabros.
Regresando al big bang con raíces misteriosas, donde nazco, nazco, nazco.
Todos los párpados se clavan en los miedos rajadiablos de vida cloroformada.
Toda hambre inicua es una película que empieza en el embudo demencial
galvanizado.
Viendo tras la matemática del silencio el tiritar de estrellas columpia
en el epítome de mis sueños para ser simiente de carne de ideas cuánticas
como teoría empática de ocasos bilabiados.
Torciendo palabras de epidermis desapacible entre la dignidad de madera
y el légamo de deshonra.
Misión del laberinto vulnerado de sed asalta la razón iterativa, mientras la
historia queda arrodillada ante el gran Caupolicán de flecha adormecida.
Ivette Mendoza Fajardo



jueves, 7 de abril de 2022

Montañas índigos energizadas

 

Montañas índigos energizadas con las palpitaciones
despellejadas de un reactor nuclear en forma de cosquillas.
Reino embravecido por alas y picos en la antimateria de la
melancolía, sola deshabitada y maltratada por su uso.
Tardanza del cielo incomprendida dentro de los coitos brutos.
Valles de garras oxidadas con quejidos de hierro en las orejas.
Agujeros negros, como tálamos sepulcrales, por el bien saber.
Murmullo finústico, cansado de cuestionar la minúscula tibieza
de las razones.
Manubrios, astillas se barajean sobre la espontaneidad de papeles
reciclados por su afinidad química emocional...
Sabidurías del disparate espigadas se engordan entre avalanchas.
Locas, locas, locas.
Gordas, gordas, gordas.
Calvas en el extranjero convulsionan en agonía
con el arribo de la tijera cortan sus pesares trajinados.
Peines huérfanos se rapan ante la paciencia de la
alcoholimetría, se bañan en agua destilada
del neón flagelado de iluminaciones hechas de pecados.
Galillo desgalillado, de muerte inesperada.
El final regresa alucinado agitando turbinas de teoremas insolubles.
Ivette Mendoza Fajardo



Te envuelvo en mis espuelas

 

Te envuelvo en mis espuelas
en el autismo de mis inviernos,
me vigila de este modo hasta en latitudes.
Mi existencia me lo dice.
Mi casta me sirve como un signo unido:
donde trepa como araña en el sueño.
Y hoy estoy como desfallecida
de tantas telarañas que me asombran.
Y la luz de amor perpetuo me persigue
hasta aceptar tus fatigosos pasos.
Planté y tejí vocales en tu nombre
y llegué a tu alma por vencida.
¡Ay soledad lo que nos ha dejado! ,
la comprensión de estar juntos, porque yo
me sostenía en tu redil, me apoyaba
en tus costados como un paño de lágrimas
solitarias y no sabía más.
Ivette Mendoza Fajardo



miércoles, 6 de abril de 2022

Un tren de lágrimas

 

Un tren de lágrimas
se enarbola en nudo ennegrecido
de venas y lenguas.
Los ojos, azules de penumbras,
describen una luz que anhela desde el
fondo corregir el escarnio de su sonrisa.
Escorpiones y mejillas
se empujan por los corredores del cielo
sin sonido.
Manicomios de mieles perpetuas conducen
a las musas a emborracharse de poesías agusanadas.
El rubor de los relojes tiene costados felices
y manecillas violentas.
En los cementerios viscerales duerme
la paz de la tormenta y los sauces llorones 
apuestan a un juego de dados.
En una fila de corazones desolados
los muertos intercambian regalos funerales
y desde lejos un murciélago oficia un misa
de olvido ingrato.
Ivette Mendoza Fajardo



Florece una mandíbula de interrogaciones

 

Florece una mandíbula de interrogaciones en la ventana,
y la pregunta se ha quedado muda en el sabio garfio patuleco
al hincharse de dolor esta mañana desde su larga travesía,
ahora hasta los puntos se tropiezan en las esquinas rotas.
En el trapecio de la ausencia llueve mordientes florecillas,
mientras el espeso humo cornea los dedos de la noche.
El ayer rellena su barriga de júbilos devoradores,
porque el disgusto viene enfermo de neuralgia
y siente un escalofrío de hierro en ese aire malsano.
Ivette Mendoza Fajardo



martes, 5 de abril de 2022

Un relincho de enjambre fulguroso

 

Un relincho de enjambre fulguroso.
Golosa, serpenteada
era la madrugada.
Yo miré la máscara del rocío
arquear su espacio oscuro
como el espíritu del gran Poseidón
desbordante de hervores
bajo el alarido de todas
las cosas.
¡Qué ilustrada grandeza!
El sol exhuma su derrota más
todo lo disimula con un grata
sonrisa mascullada que contagia
nuestros corazones.
Ivette Mendoza Fajardo



lunes, 4 de abril de 2022

Disimula la diagonal de la vida

 

Disimula la diagonal de la vida,
rasga la corteza de las cosas,
excomulga como pólvora cirrótica
de cabo a rabo,
el desconchado sentimiento reticular.
Charcas de formulaciones y temores
alfabetizan al silabario cascarudo
en sus entornos persiste su energía disléxica.
Encubre una cruz cardíaca
ante la cetrina multitud
huérfana de voces y melenas espumantes,
desde las magras noblezas
a la frialdad cotidiana
el despampanante master lirón.
Remontan,
por los escaparates metabólicos,
las catacumbas tragadas de
horizontes óseos cuadrangulares.
Ivette Mendoza Fajardo



domingo, 3 de abril de 2022

Amanecen las cadenas grises del recuerdo

 

Amanecen las cadenas grises del recuerdo y
deglutan su ficciones con apaciguamientos
laterales de un eco conmovedor aletargado.
El extravío desgarra la finitud agnóstica
y temprana de los dedos.
Silencio la callosidad impertérrita
del tormento
y dentro de sí misma se nombra
necesaria.
Lo sagrado se olvida del pasado.
La noche traga sus bebedizos
con símbolos friolentos, y
despliega misterios de frondas
presurosas.
La palabra en su oficio infantil
combustiona lenta, se impone como
la carnosidad del fuego.
La lluvia se omite tras la paciencia del alba
dentro de sus desnudeces primaverales
e hila afirmaciones con sus cabellos de acíbares.
¡Ah siempre mira el reflejo de la vida con el tercer
ojo del ocaso perturbado!
Ivette Mendoza Fajardo



sábado, 2 de abril de 2022

Tu huella indeleble

 

Tu huella indeleble súbita se eleva
en las cimas inocentes que convidan la
inquietud del dolor y el goce desbordante.
Y más arriba un eco enternecedor
trueca por el obstinado acero.
El rayo incomprendido trenza a la borrasca
turbio esqueleto
cuando se exilia el útero al recóndito
crepúsculo.
Somos noctívagos
de desenmascarada memoria audaz,
requesón de sus analogías neuróticas
siembra ritmos de nubes parpadeantes, y por
ahí un disimulador de cartones comprimidos
en desarmonías que en la lejanía son graznidos
indefensos contra el torbellino de feroz pupila,
mientras ella invenciblemente yace retratando
nuestro fiel destino.

Ivette Mendoza Fajardo