Susurra polvo de oro la luna mastodonte
Susurra
polvo de oro la luna mastodonte.
Lloriqueo
de piedra chachalaca
que
apaga la felicidad en casamiento de gusanos hocicones.
Las
cítaras de fuego deponen sus revólveres en ríos pendencieros,
pero
a veces no se dan por vencidas en el vértigo de los juramentos.
Siempre
asciendo en la respiración fañosa de la alborada
agitando
pensamientos desordenados en mi alma desteñida.
Manojos
de preceptos como obsesión atravesada por colmillos macabros.
Regresando
al big bang con raíces misteriosas, donde nazco, nazco, nazco.
Todos
los párpados se clavan en los miedos rajadiablos de vida cloroformada.
Toda
hambre inicua es una película que empieza en el embudo demencial
galvanizado.
Viendo
tras la matemática del silencio el tiritar de estrellas columpia
en el
epítome de mis sueños para ser simiente de carne de ideas cuánticas
como teoría
empática de ocasos bilabiados.
Torciendo
palabras de epidermis desapacible entre la dignidad de madera
y el légamo de deshonra.
Misión
del laberinto vulnerado de sed asalta la razón iterativa, mientras la
historia
queda arrodillada ante el gran Caupolicán de flecha adormecida.
Ivette Mendoza Fajardo