Amanecen las cadenas grises del recuerdo
Amanecen
las cadenas grises del recuerdo y
deglutan
su ficciones con apaciguamientos
laterales
de un eco conmovedor aletargado.
El
extravío desgarra la finitud agnóstica
y
temprana de los dedos.
Silencio
la callosidad impertérrita
del tormento
y
dentro de sí misma se nombra
necesaria.
Lo
sagrado se olvida del pasado.
La
noche traga sus bebedizos
con
símbolos friolentos, y
despliega
misterios de frondas
presurosas.
La
palabra en su oficio infantil
combustiona
lenta, se impone como
la carnosidad
del fuego.
La
lluvia se omite tras la paciencia del alba
dentro
de sus desnudeces primaverales
e
hila afirmaciones con sus cabellos de acíbares.
¡Ah siempre
mira el reflejo de la vida con el tercer
ojo del ocaso
perturbado!
Ivette Mendoza Fajardo