Related image

viernes, 29 de julio de 2022

El reflejo negado y el ruido intermitente de valentía

 

El reflejo negado y el ruido intermitente de valentía
pasean la verdad mentirosa,
el hedor machaca la lámpara convulsa,
pálidas risas derruidas, ruinas arruinadas de
un cielo en ruinas y constantemente arruinando,
la señal del cero confuso que es la ciega interrupción
en los caracteres mutables de su esencia,
calmando mi amargo desafío.
¿Y el catafalco del siglo pisa la ceniza del
adulterio en el ahora desmembrado?  
Aquí todo fenece, todo, todo
el dolor, el infortunio, la tristeza,
hasta el tiempo bruscamente fenece en la
enardecida espera.
Fragmenta el silencio una estrofa
que ensalza la vida y el hilo olvida
la perversidad que engrandece los sentidos,
patina sobre la faz doliente de la necedad, se
enfurece desde la eternidad contra las piedras.
Tu mueca benevolente se gesta en la voracidad
del abismo tuerto y nada alcanza entre mis manos,
entre mis manos se consume el afán donde a
menudo se guarda tu sonrisa sobre la igualdad del instinto.
Ivette Mendoza Fajardo



jueves, 28 de julio de 2022

Esta codicia de generosidades inmortales

 

Esta codicia de generosidades inmortales
paladea escalofríos sobre nuestros pesares.
Rehace despiadada
su repelente ira
sobre la costilla tutelar de la esperanza.
Hormiguea atrincherada
la inefabilidad pálida de un semblante apenado
quebranta
hiere
codifica
las posturas primordiales del agrado.
Esta codicia de despojos y oscuridades
regenera nuestras supersticiosas horas,
agoniza nuestros andares
como una voluble y beneficiada vorágine.
Rechiflo al orbe
oreo sus vanidosos senderos de olvido
degluto sus agresivas mieles
voseo sus feroces vanaglorias
y sin embargo
allí hay un hombre que me nombra sin nombre.
Ivette Mendoza Fajardo



domingo, 24 de julio de 2022

Nace corazón en un reflejo de flagelo

 Nace corazón en un reflejo de flagelo,
en un reflejo de flagelo, aprendió la simplicidad
y en un instante, se apoderó del mundo
prematuramente, prematuramente
en las profundidades abismales cobijó
el frío de mis piernas como sombras que
viajan por el silencio tragando los sonidos.
Barniz, cerrojo, herrumbre, sonrisa y metal:
el cálido sabor de un vértigo que embriaga
los ocasos de mi ensoñación.
Los ciclones que se alejan como látigos rabiosos golpean
los sobresaltos del hedor, bostezan espesos,
jadean, escoltan en su plenitud de goce y sufrimiento,
a parir una esperanza apesadumbrada con las dudas.
Cruda e impaciente, la noche es filamento de un
dolor que no termina, talvez gatea camina corre
nutriéndome de la sonrisa adusta y foránea,
fecundando el pecho pálido de la luz que
duerme en el centro de una decepción.
Fatigosamente el sueño que envuelve mis instintos
nada lo diverge de la fórmula numérica prodigiosa
para luego evolucionar en su forma más volátil,
nada le impide ver el brumoso paisaje del tiempo impenitente,
ni nadie sabe por qué razón el mundo retorna a tu dulce palpitar.
Ivette Mendoza Fajardo




viernes, 22 de julio de 2022

Las uñas se rebelaban a matar el tiempo

 

Las uñas se rebelaban a matar el tiempo
después sus ideas anduvieron sobre ruedas,
en un viajar intenso de kilómetros,
de millas, de distancias raras, de eternidades.
Dibujaban la verdad en las plantas de sus pies.
Palpaban el mundo como palpar el agua de
temblorosa espuma indomable.
En el horizonte del viento, en el fondo de ti,
la noche nos recoge, nos contiene el silencio
y el silencio es una uña con sus ojos blancos.
Las uñas anunciaban en parlantes su tristeza
altisonante, quizás la llaga de sus alegrías.
Las uñas, las uñas, las uñas buscaban su beldad
perdida. Eran parte de una historia que en un
lejano valle se habían despojado de su inocencia.
No es seguro cuál sea su destino ahora, pero talvez
el infinito guarda todas las posibilidades,
todas las promesas, hasta el altar del sacrificio,
donde se recortan la furia de sus caderas desoladas,
para no sentir ni frío ni calor ¡Oh estas uñas melancólicas!
¿Puede una mirada hacerlas avanzar con hilos del amanecer?
Cada noche, crecen, viven, mueren y vuelven a revivir
bajo un leve soplo para arañar el fuego de mi sangre.
Ivette Mendoza Fajardo



La arruga incomprendida del mundo

 

Seguramente
—cuando la arruga incomprendida del mundo
es un cadáver viviente, vigoroso estrujado
que no amenaza con desmantelar
la más íntima quimera de la marea, la quimera de la espuma,
cuando sólo queda el apalabrar
que tampoco fragmenta el tiempo del gemido consolador
de un corazón aguerrido de resonancia sorda, 
donde la añoranza atávica
es signo irremediable
de lo eterno del instante, que sabe de qué trata,
único como los inquietos pasos tuyos
que esperan su naturaleza sin limitaciones—
estarán zigzagueando el relieve
madrugado de una soledad sin fin, de una soledad sin fin
en que se deslumbra ver colisionar meteoros
más de mil veces, ¿lo dirán así?
en la otra cara de un universo inexplorado y
que ni aun tu alma nunca imaginó ver:
Allí donde un pecho descubierto de luna en floración
sintió aquella interminable noche de génesis
en que una delgada línea entre luz y oscuridad
separó, concientizó vida astral y muerte terrenal…talvez…
Ivette Mendoza Fajardo



jueves, 21 de julio de 2022

Milenio de melodía

 

Milenio de melodía
sin melodía
ni deseado
con frenesí de fuego
sin calma de sol
más que la voluntad intelectualizada
del crujir de la utopía sudorosa de la muerte.
Tan lejos de la rimbombante eternidad
y tan cerca de un relieve de gacela equívoca
sin soluciones
más que los cielos incoloros
en el hambre de los caminos fracasados
en el génesis de los tiempos sedientos de absoluto
paulatinamente yergan
domingos recién nacidos
con el olor perentorio de un libro en blanco.
Mañana inquieta
muda
sombra del albur de la maniobra humana.
Subconsciente colegial de agujeros muertos
cuerpo de diamantes narcóticos
sobre el blanco, sobre el negro, sobre lo neutro.
Después de todo
espejos de las ruinas en orgasmos mudos y sigilosos
aurora en la confusión de animoso rostro
tallo fermentado de encono.
Ivette Mendoza Fajardo



En el semblante que enciende

 

En el semblante que enciende
contra la soledad otro impulso de la nada.
No hay círculos que caminan en sus tramas,
no hay dinastía que despida la iniquidad amaestrada.
La hondura de la mentira piadosa en las encrucijadas de julio.
El pormenor del miedo en el reflejo muerto de la hermosura.
Aquí yo simplemente sin pestañas ni cejas radiante, radiante, radiante.
No importa, de la realidad inmediata jamás vista,
también allí, un año luz, se encharca entre su legalidad envejecida
y su mente de Monet ¡Hasta llegar a la morada eterna!
¿Qué delicia amarga encarnada de fe emergerá lenta en el desmayo del deseo?
Anudo el hastío de tus palabras junto a la elegía pura sin aliento
y se adormece en el mar profético innecesario.
La intelectualidad me hiere con marcada preocupación alguna que otra vez.
Ivette Mendoza Fajardo



miércoles, 20 de julio de 2022

La luna llorada de barniz perfilado aromatiza leve

 

La luna llorada de barniz perfilado aromatiza leve
el yermo trovador de las ventanas sin orgullo menguante.
Como minúsculo y turbio sol, un ademán trepa
en sus rodillas que gruñen su retraimiento de fantasía alada.
Mientras los ajetreos picoteados en cuarto creciente
chillan como un fiera a la hora de dar a luz,
su sangre es la timidez del tiempo ya sin dolores.
Cada ay golpea y no conmueve a la indolente piedra.
¡Oh luna ya tus gestos van en completo desafío!
Ella gime y llora, una y otra vez lastimosamente
allí rechina el hastío de su verdad sin elocuencia,
y allí, allí como mujer que es de piel de mullida plata,
sufre un embate su desolación de astro roto y despistado.
Ivette Mendoza Fajardo



martes, 19 de julio de 2022

Pócima derrotada vertida sobre el birrete de la desidia

 

Pócima derrotada vertida sobre el birrete de la desidia,
escarcha sangrada de valles hirsutos.
Me adverbializo en los infinitos trechos de la memoria
y busco la estampilla burbujeante del tiempo escogido por
las manos laureles del otoño y es
mi signo zodiacal libra que se descuelga quejumbroso.
Procuro ilusionar esta robusta tonada de niebla y mentol
en tus más exuberantes ríos.
Sed de luna suplicante procrea,
luz de lengua deshidratada de esencia elemental,
pelusa verbalizada contra el alma de las vísceras,
poliéster, firme razón del presente entre bosques desconsolados,
voluntad convertida en algas inquietantes,
cauteloso querubín envejece en lo irreversible de la vida,
rosa furtiva dentro de los ecos del cincel meciéndose,
cima del anhelo aferrándose a mi cuerpo,
cripta de mis noches conquista las madrugadas.
Ivette Mendoza Fajardo



Sentí tu alma abrirse en los ventanales de la aurora

 

Sentí tu alma abrirse en los ventanales de la aurora y
el crepúsculo dormía apaciblemente tus caricias.
Llevaba brisa, murmullos, y un no sé qué, que yo anhelaba,
mientras tu aroma mariposeaba en mi balcón, se
embelesó mi ser en tu recuerdo.
Mas mi mente se recreaba en tu semblante,
cuando sentí tu beso, que retozaba ahora en ese espacio
vislumbrado de palabras bondadosas y enigmáticas.
Entonces desperté ¿qué es? le pregunté con los ojos,
aquí el derroche estaba abordando un nacer que iba muriendo,
un astro mancillado, talvez pero como de dos en dos, de cuatro en cuatro,
de seis en seis, aún sentía la afección creciente de tus manos, y
la cordialidad de tus pálpitos...
Pero, no estabas... solo quedaba el eco de la pluma
esculpiendo el cuarzo despierto de tus venas,
cabalgando con su sombra de colmenas.
¡Oh, quimera... su estilo y apariencia continúa...!
Plegaria de diamantes sobre nuestros besos
para adormecernos en los colores danzantes de las mariposas,
¿Qué se despilfarra tras la penuria?
Vuelvo a mis atardeceres que giran en mí
como una rosa fulgurada de amor viajando por el infinito.
Ivette Mendoza Fajardo



lunes, 18 de julio de 2022

Solo, llegó palpitando por la briza

 

Solo, llegó palpitando por la briza
como un puñal de ruego suplicante,
el alba, me aprieta, y la recibo
junto a la soledad crepuscular del instante.
Mi espíritu no es jubiloso ni se esparce
por los vientos indómitos. La rosa se le despabila
en campos inciertos. Nadie combate
con un vértigo fatuo, el cierzo
de la solemnidad que el vacío no me despoja,
nos toma de la mano por el universo
y nos vuelve toda y una sola alma pura.
Ivette Mendoza Fajardo



Todavía en tu nostálgica ausencia

 

Todavía en tu nostálgica ausencia
permaneces en el alma
y en la mágica palabra
y en la memoria huraña
y en el espíritu esperanzado
y en la hambrienta sonrisa
vaporosa que casi no se palpa
y en las vibraciones del amanecer
y en el sueño del paladar
y en el beso constelado
que se corona anhelante
y en el alba gozosa
y en el encanto de almíbar
y en el suspiro astral
de aquel mar sosegado
que gira en tu entorno
y en la púrpura pasión
y en el fuego, aire, agua, tierra
con sus cuatro visionarias estaciones
primavera, verano, invierno y otoño
que vigilan tu espíritu libre
y en el Astro Rey que fulgura ternura
y en la heroicidad del viento
y en mí...
Ivette Mendoza Fajardo



domingo, 17 de julio de 2022

Aquí la flor

 

Aquí la flor,
aquí la flor, la médula contorsionante.
Después la escápula y la circunferencia
lo único que se desglosa.
No es el elemento que rota y vuelve a rotar
hasta morir.
No es como si fuera una sierpe
que danza
talvez más allá del infinito,
sin resbalarse,
sin caer
como si soñará hasta la muerte,
como el colibrí,
como la estrella que apenas asoma
sólo el pensamiento.
Aquí sólo es el tango que se desflora en el cristal.
Talvez la anexión del amor.
Talvez sólo la plegaria al clamor.
Sin vida y sin retorno.
Nada más el pensamiento de la flor
que se desmesura,
la flor que es un redondel,
la flor que es única en su último suspiro.
Después sólo el pensamiento vegetal que
es explosión y brevedad y fulguración.
Ivette Mendoza Fajardo



Aquí vinieron cantando

 

Aquí vinieron cantando los talvez murciélagos.
Talvez murciélagos sin propósito y quizá condenados.
Desmaquillan evocaciones tibias y alborotadas.
No sé los talvez murciélagos no se atreven
a salir jamás de mi vida, ¿no sé qué buscan?,
talvez abrir las verdes puertas del destino,
al mimo infelicísimo de las frondosidades.
Ellos ya no captan el paseo familiar del viento
pero en cambio destraban los nudos de la vida
en el centro huesudo de la molécula.
En realidad los únicos en esta fraternidad
son los talvez murciélagos, los ideales,
los ideales, los ideales contempladores de las almas,
las almas son continentes colosales de reveses
acariciadas, untadas de esperma, talvez.
Ivette Mendoza Fajardo



sábado, 16 de julio de 2022

Ay horrible soledad de vasta oscuridad

 

¡Ay horrible soledad de vasta oscuridad!
La vida la abandona en las estaciones de Babel.
La briza corporeizada grotescamente desagarra
su tristeza celestial como un papel mimetizado.
Ah cataclismos geriáticos han llegado de nuevo
a la corola de la locura y alguien los han derramado,
se quedaron en el destierro de las cosas.
Y lloraron y cantaron y doblegaron y perdonaron.
Tan fugaz, y anhelaron malicias sus sudores masculinos,
sus sudores masculinos construyeron sus prisiones,
sus prisiones fingieron sus mañanas para conocer
sus corazones de sarcasmo hasta obtener un júbilo
en desvelo, talvez.
¿Sus humores, la desnuda languidez de albores?
Y dijeron –la campana campanea festivamente en
el campanario 
alguna que otra vez ding dong ding dong-

El frailecillo esperaba la limosna por toda la eternidad,
la eternidad era su soledad con espíritu anfibio.
Su soledad lo acompañó. Su soledad lo traicionó.
A su sepultura lo llevó un gélido fuego.
¡Ay horrible soledad de maniática oscuridad!
Pudo sentir el bullicio negro de su alma.
Pudo sentir la lejanía melancólica de las estrellas.
Ivette Mendoza Fajardo



viernes, 15 de julio de 2022

La luna de flores cenicientas

 

La luna de flores cenicientas se trasladó a estas amplitudes
salivando los torbellinos del quíntuple de Julio. Un pocito de estrellas
por la secuencia temperamental de las horas halagando sueños frugívoros.
Calimocho de melancolías, una noche te encartonan la vendimia muda
hasta el homocentro de mis días
y las mañanas de mancuernillas escrupulosas me encumbraron en la penicilina
inadmisible de tus besos satinados de amor salvaje.
Ah, mi Luna de flores cenicientas
que me hizo doblegar hacia la endometriosis de tus caricias
y en la escápula de mi corazón
sílabas y sílabas garabatearon poco a poco
paisajes cleptómanos de despechada ilusión.
¿El pizarrón arriñonado donde escribe mi alma?
Ay silencio entumecido que vienes a revelar los clarividentes secretos
que guardaste en la arteria del clamor universal, en la arteria del clamor
universal que quiebra en bocanadas las puertas cenobíticas del cielo,
las puertas cenobíticas del cielo que nos da el dulce y enternecido
chubasco en la tierra bajo la germinación del sol que nos llama al epílogo,
como un bullicio estelar del ayer, del ahora y del mañana.
Ivette Mendoza Fajardo



miércoles, 13 de julio de 2022

De arbusto es el calor irrefragable

 

De arbusto es el calor irrefragable
que siembra la esperanza, en la falange verde del dolor,
quebrantado en mí regazo.
Somos minúsculas derrotas que demacran
con el rígido del tiempo;
tan incomprendidas, que sentí
todo el miedo del mundo cuando nos procurábamos briza.
No es esa lujuria ruidosa que desplaza las estrellas
en el almanaque del invierno blasfemo
ni el contento belicoso de la aurora
germinando desde el entusiasmo de las aves.
Un auto nos encarniza el neumático de sus días,
otro, invisible, reflexiona y sonríe, anhela y sueña
con su luz ¡Oh muy tarde para magnánimas interrogaciones!
Cuando las sombras duermen, no hablan;
cuando las sombras despiertan, sonríen y caminan, gozosamente
por las inflexiones ecológicas de la soledad,
allí, la inauguración del universo esperaba un ejército de rostros.
Como en lugares indecibles se declama llevando virutas de azahar,
en la moralidad perenne de los mares, y
a mi impaciencia regresa agotado tu alicaído espíritu.
¿Se llamará dolor palpable de existencia rúbrica ocurrente?
La mañana, espantosamente caliente y sinsabor,
aparece como ese transido embotamiento, talvez
de estremecimientos de sudores o de torpes sospechas sin miedo.
Ivette Mendoza Fajardo



La incertidumbre de la tarde jocosa

 

La incertidumbre de la tarde jocosa
una y otra vez
ha sido despeinada por sus deberes menstruales.
La coherencia de un silvestre corazón de manos blancas
y tristeza musical cae sobre las hormigas en ascuas de amapolas
y la arrogante puerta ilesa
derrama sus penurias, que en su estancia,
abogan sobre los labios del invierno zodiacal.
La inseguridad de tu ojo deshace las alturas
donde las gaviotas maquillan sus pieles de azafrán,
la atmósfera abanica en el filo de sus voces, y
las mariposas avivan los encuentros fecundando
colores en los nidos. ¿Qué admiran en el calor del vientre?
Hay amores en el himnario efervescente de los soles
celebrando el prodigio de la duda donde la noche es
una pestaña relampagueante halada por caballos
intrépidos diluidos en tu razón.
Una pluma áurea es tan candorosa, tan astuta como ese
silencio escamado de sabores melancólicos, que
piensa y deduce, devuelve y perdona.
Como desolada al momento de nacer, al momento de nacer
descubre su alma en sílabas, en sílabas reconoce
la ira de su delirio sideral bajo el oráculo del
horizonte lírico y bufo, agónico y circuncidado.
Ivette Mendoza Fajardo



sábado, 9 de julio de 2022

Alma de pasión

 

Alma de pasión, etérea, emocionante, sonriente, grata
que arrulla como madre, como ángel, como viento.
La pasión despierta, rememorada, excitante
que vigila, que cela, que se nubla
que calla, agobia y rechaza.
La pasión decepcionante y sinrazón
que se siente con furia.
La pasión trivial, que se ausenta
sin aviso, como mata, solapada, hecha trizas, ruinosa;
en cuerpo, en vendaval de sufrimiento,
de eternidades, de estrella triste, de luna enajenada.
De amor, que dispensa, acaricia y apasiona
como luz inextinguible de una lámpara seráfica del cielo.
Ivette Mendoza Fajardo




Bajo la jactanciosa sombra

 

Bajo la jactanciosa sombra, la mariposa temerosa baila,
consagra su paladar, el recelo arrebatado, al tétano del deseo,
subasta sus reveses el subconsciente de la lluvia,
como la guitarra atemorizada del norteado frailecillo.
Matricida de las borrascas bajo tus sangrantes quejidos,
se proclaman próceres los bigotes antojados del mugido mujeriego,
como una oruga de esfinge fanatizada, tullida en tu resuello,
como la clonación triste de su cosquillar,
que ha perdido su alma en altamar.
Mariposas encalabrinadas de un imperio de sal enmudecido,
juegan exasperadas por los parques,
repitiendo plegarias en mi nombre,
aventurando apenas la vida
como una inervación que aún no ha sido avizorada.
Linterna lobulada en el sordo y solitario cuchichear,
minifundista silencio en el mullido multipolar
de una orejuda melodía conquistada por un dios ebrio.
Temperamental trompeta predadora,
desde las sugestiones del verano se escucha el consejo,
el amor es libre tangencialmente, tangencialmente libre
en las cárceles de sus reflejos verbalizados.
Ivette Mendoza Fajardo



viernes, 8 de julio de 2022

Tu espalda, apocalipsis frenética

 

Tu espalda, apocalipsis frenética donde oscurece su festín de guerra,
una sombra desequilibrada de polen y corola juvenil con mirada
de floresta y presagios hermanos desapacibles.
Tus ojos, una gula con conciencia teñida de muerte solapada,
un grito absorbiendo mis pasos penosos de niebla prodigio y belicosa,
pretensiosa lluvia de algodón que se inmola de nacimiento,
la vida le da nombre a las cinco en punto de la tarde.
La lucha soberbia de tu alma socaba el círculo sapiente del calor
con historia de azafranes tímidos, sobre el viento apasionado del mediodía.
Tu aroma, aves en comunión, en el vanidoso y desconcertado
declive de la amnistía rumiando rencores infecundos donde se asoma la eternidad para cumplir promesas desgalilladas de pudor.
Huraños gritos de otoños suplicantes ante maligna virginidad
plantada sobre mí como un pelotón de cascabeles visionarios.
Pesadillas de chicharras sutiles que buscan su contraparte,
en las mañanas añiles desafortunadas hacia a caminos pendencieros,
que caen en la última ebriedad del tiempo narcisista,
como un sordo hundimiento, desflecado por las endechas del sufrimiento,
como carteristas del invierno entre requiebros maritales y la paz del signo acusador,
rezando sobre la bengala amputada del último suspiro de órbitas azules
y cultivando el etéreo néctar del esperanzado vértigo de las cinco de la tarde.
Ivette Mendoza Fajardo



miércoles, 6 de julio de 2022

Esqueletos de romances caducos

 

Esqueletos de romances caducos,
por placidez o desagravio,
ironizan cuando un nuevo romance
sombrea el rostro de la palabra indolente.
Qué obstinación maligna en la circunstancia delgada
de pálpitos ensimismados, como una resentida pretensión que
traspasa aguas villanas cuando el sentido venenoso de su ira
deja enajenar,
cada día de manera menos diáfana, sobre
la pura y piadosa comunión del tiempo perentorio
del éxtasis reverenciado de ansiedad. No es posible laurear
esa fragancia infeliz que se dobla por sí sola
blindada luego por aprensión,
cobardía sin rienda, sueños galanes y pulcros,
y recuerdos con lágrimas de acechos, mientras
el destino acaba por asumir
el mismo desliz andariego que engendró
sin hendidura por el cual coronó como
un disfuncional latigazo de desaire o furia
¿A qué lo ha llevado al viaje intrigante y sinfín?
Zozobra larvada de un desliz que nos antagoniza
con todos sus jirones desanudando arborescencias
de su trémulo y tentado gozo.
Ivette Mendoza Fajardo



lunes, 4 de julio de 2022

La sabiduría de mis manos al cavilar

 

La sabiduría de mis manos al cavilar
el revés juguetón de la orquídea,
la fraternidad de la pesadumbre
regentando rencorosa a la veracidad
de un millón de caricias heterosexuales,
el monigote insidioso de la muralla,
el roñoso hexágono interceptando
oscuros deseos causando risa sobre la mar.
Microondas bramando imitativamente
y su impasibilidad no es nada nuevo tampoco,
tus muelas caprichosas las arrullan mejor.
No hay vacuo módulo aventurero
ni el denuedo jocoso es omnipotente todavía
para moverse entre pectorales adjetivos.
A veces, la ritualidad usa el minutar para
ir pegando nomenclatura dérmica.
Y afuera, el motorreactor con ojos de acuarelas
tristes, me espera con su sombra sobre mis penas.
Ivette Mendoza Fajardo



viernes, 1 de julio de 2022

Oh, noches del ventanal

 

Oh, noches del ventanal. Junio de libertad semidormida.
Cantaleta de chicharras e inspiraciones el alma,
aventurada y martillando a la cinemática del ecologismo,
llameaba con las voces indóciles de céfiro.
El pataleo de plata bufa y aroma de horizonte desvanecido,
la barullera sensación de estar radiodirigido
al antropófago deleite y al matematismo de gripe nueva.
Oh, noches del ventanal, fecunda en cartílagos
índigos, mutiladas de sal, pimpantes de virtudes.
Qué frívolo este sentir si temerosa el alba en dramas
de inercia glandular, de lucidez y blandura, de espíritu y trigo,
se pastorea en la adversidad del recuerdo saleroso y añil.
Qué frívolo el politiquear hacia el costillar de la vida,
hacia la mecánica fragmentada de su memoria faraónica.
Ivette Mendoza Fajardo



Caderas que, grises, saborean las martilladas sensaciones del albur

 

Caderas que, grises, saborean las martilladas sensaciones del albur,
el libido gracioso de los besos: oscuridad blanca
sentenciada a una sinopsis de olvido,
a un letargo barboteado por minorías de silbidos angustiados.
Libre lastre cuya mente es la estancia caracoleada del arrebato:
¿cómo puedes avanzar sosegado ante el humo
atribulado de la muerte en su horizonte esperpéntico?
Poseidón de los mares
nos increpa ante toda evidencia.
Su pecho de abismo incólume eres,
aun bajo el estruendo de la vida
que rompe sin catalogar mancebo de contradicciones.
Pero soy yo quien aleja la vanidad de la palabra con la ausencia
no medida y mis huesos no esconden el dolor en abnegada diligencia,
silenciada por acéfala razón en cualquier época,
sino en el gesto fingido del cielo —luz de puntillas pardas ruborizadas,
pureza amarga que los astros desprenden.
Observo sus cordiales tesituras, y me asombro
de cómo pudiste guardarlas
cuando brotó su verso lírico distraído en tu alma.
Ivette Mendoza Fajardo