Tu espalda, apocalipsis frenética
Tu espalda, apocalipsis
frenética donde oscurece su festín de guerra,
una sombra desequilibrada de
polen y corola juvenil con mirada
de floresta y presagios
hermanos desapacibles.
Tus ojos, una gula con
conciencia teñida de muerte solapada,
un grito absorbiendo mis
pasos penosos de niebla prodigio y belicosa,
pretensiosa lluvia de algodón
que se inmola de nacimiento,
la vida le da nombre a las
cinco en punto de la tarde.
La lucha soberbia de tu alma
socaba el círculo sapiente del calor
con historia de azafranes
tímidos, sobre el viento apasionado del mediodía.
Tu aroma, aves en comunión,
en el vanidoso y desconcertado
declive de la amnistía
rumiando rencores infecundos donde se asoma la eternidad para cumplir promesas desgalilladas de pudor.
Huraños gritos de otoños
suplicantes ante maligna virginidad
plantada sobre mí como un
pelotón de cascabeles visionarios.
Pesadillas de chicharras
sutiles que buscan su contraparte,
en las mañanas añiles
desafortunadas hacia a caminos pendencieros,
que caen en la última
ebriedad del tiempo narcisista,
como un sordo hundimiento,
desflecado por las endechas del sufrimiento,
como carteristas del invierno
entre requiebros maritales y la paz del signo acusador,
rezando sobre la bengala amputada del último suspiro
de órbitas azules
y cultivando el etéreo néctar
del esperanzado vértigo de las cinco de la tarde.
Ivette Mendoza Fajardo