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sábado, 16 de julio de 2022

Ay horrible soledad de vasta oscuridad

 

¡Ay horrible soledad de vasta oscuridad!
La vida la abandona en las estaciones de Babel.
La briza corporeizada grotescamente desagarra
su tristeza celestial como un papel mimetizado.
Ah cataclismos geriáticos han llegado de nuevo
a la corola de la locura y alguien los han derramado,
se quedaron en el destierro de las cosas.
Y lloraron y cantaron y doblegaron y perdonaron.
Tan fugaz, y anhelaron malicias sus sudores masculinos,
sus sudores masculinos construyeron sus prisiones,
sus prisiones fingieron sus mañanas para conocer
sus corazones de sarcasmo hasta obtener un júbilo
en desvelo, talvez.
¿Sus humores, la desnuda languidez de albores?
Y dijeron –la campana campanea festivamente en
el campanario 
alguna que otra vez ding dong ding dong-

El frailecillo esperaba la limosna por toda la eternidad,
la eternidad era su soledad con espíritu anfibio.
Su soledad lo acompañó. Su soledad lo traicionó.
A su sepultura lo llevó un gélido fuego.
¡Ay horrible soledad de maniática oscuridad!
Pudo sentir el bullicio negro de su alma.
Pudo sentir la lejanía melancólica de las estrellas.
Ivette Mendoza Fajardo