La arruga incomprendida del mundo
Seguramente
—cuando la arruga
incomprendida del mundo
es un cadáver viviente,
vigoroso estrujado
que no amenaza con
desmantelar
la más íntima quimera de la
marea, la quimera de la espuma,
cuando sólo queda el
apalabrar
que tampoco fragmenta el
tiempo del gemido consolador
de un corazón aguerrido de resonancia sorda,
donde la añoranza atávica
es signo irremediable
de lo eterno del instante, que sabe de qué trata,
único como los inquietos
pasos tuyos
que esperan su naturaleza sin
limitaciones—
estarán zigzagueando el
relieve
madrugado de una soledad sin
fin, de una soledad sin fin
en que se deslumbra ver
colisionar meteoros
más de mil veces, ¿lo dirán así?
en la otra cara de un universo
inexplorado y
que ni aun tu alma nunca imaginó
ver:
Allí donde un pecho descubierto de luna en
floración
sintió aquella interminable noche de
génesis
en que una delgada línea
entre luz y oscuridad
separó, concientizó vida
astral y muerte terrenal…talvez…
Ivette Mendoza Fajardo