Las uñas se rebelaban a matar el tiempo
Las uñas se rebelaban a matar
el tiempo
después sus ideas anduvieron sobre
ruedas,
en un viajar intenso de
kilómetros,
de millas, de distancias
raras, de eternidades.
Dibujaban la verdad en las
plantas de sus pies.
Palpaban el mundo como palpar
el agua de
temblorosa espuma indomable.
En el horizonte del viento,
en el fondo de ti,
la noche nos recoge, nos
contiene el silencio
y el silencio es una uña con
sus ojos blancos.
Las uñas anunciaban en
parlantes su tristeza
altisonante, quizás la llaga
de sus alegrías.
Las uñas, las uñas, las uñas
buscaban su beldad
perdida. Eran parte de una historia que en un
lejano valle se habían
despojado de su inocencia.
No es seguro cuál sea su
destino ahora, pero talvez
el infinito guarda todas
las posibilidades,
todas las promesas, hasta el
altar del sacrificio,
donde se recortan la furia
de sus caderas desoladas,
para no sentir ni frío ni
calor ¡Oh estas uñas melancólicas!
¿Puede una mirada hacerlas
avanzar con hilos del amanecer?
Cada noche, crecen, viven,
mueren y vuelven a revivir
bajo un leve soplo para
arañar el fuego de mi sangre.
Ivette Mendoza Fajardo