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viernes, 22 de julio de 2022

Las uñas se rebelaban a matar el tiempo

 

Las uñas se rebelaban a matar el tiempo
después sus ideas anduvieron sobre ruedas,
en un viajar intenso de kilómetros,
de millas, de distancias raras, de eternidades.
Dibujaban la verdad en las plantas de sus pies.
Palpaban el mundo como palpar el agua de
temblorosa espuma indomable.
En el horizonte del viento, en el fondo de ti,
la noche nos recoge, nos contiene el silencio
y el silencio es una uña con sus ojos blancos.
Las uñas anunciaban en parlantes su tristeza
altisonante, quizás la llaga de sus alegrías.
Las uñas, las uñas, las uñas buscaban su beldad
perdida. Eran parte de una historia que en un
lejano valle se habían despojado de su inocencia.
No es seguro cuál sea su destino ahora, pero talvez
el infinito guarda todas las posibilidades,
todas las promesas, hasta el altar del sacrificio,
donde se recortan la furia de sus caderas desoladas,
para no sentir ni frío ni calor ¡Oh estas uñas melancólicas!
¿Puede una mirada hacerlas avanzar con hilos del amanecer?
Cada noche, crecen, viven, mueren y vuelven a revivir
bajo un leve soplo para arañar el fuego de mi sangre.
Ivette Mendoza Fajardo