Aglomeración de humos tristes

Aglomeración de humos tristes

aleación y sumatoria de engaños

recolección incógnita

de las múltiples sombras del ocaso.
Y adelante, la pasión

vida más allá de la muerte

sabiduría en el fruto,
frigidez en la estética,

insignia sobre el corazón de la tribulación,
daga de muchos filos.

Y adelante,

el diseñador de todo sufrimiento.
Y también de la desilusión
de rumiar en la desilusión.
Y he allí,
el punto inicial del no equilibrio,
donde se quiebra la polea:
lo creer en nada,
la creencia que no tiene un principio,
la creencia que es imposible observar.

Ivette Mendoza

Subo al centro del estrado

Subo al centro del estrado
con la esencia de lo imposible
entre cuerpo y alma.
Tu mirada como mar de la delicia
es mi punto inicial
en este salto cuántico que evade
a la estirpe de los mentirosos.

Nuestra sonrisa es el pasatiempo
errabundo y abrumador.

Ivette Mendoza

Las cuerdas de oro del arpa de David

Las cuerdas de oro del arpa de David
renuevan la confianza en los reinos del espíritu.
Con un candil asciendes a los grandes templos
de la memoria y ves latir el alma-cielo:
las torres blancas, los corredores, las llamaradas
de las frescas auroras, el manantial, la aleatoria
rosa del viento del pausado errante que aventura,
con incienso y mirra, sus pasos por la eternidad.
Después de las flores desojadas, mayo en los vergeles.

Ivette Mendoza

Dolor y dolor daba

Dolor y dolor daba

algo que en el corazón golpeaba

en un velero

a orillas de un mar hechicero

por la aurora de enero,

y tanto que yo sufrí 
que agua de mar bebí.

Dolor y dolor me daba

la llaga contra la llaga 

la daga sobre la saga

al mediodía de febrero 

todo se fue de mí
y dolor y dolor no daba 

la tarde al mal sufrir

cuando la mar secó 
no sé qué carajo creí.

Ivette Mendoza

Tus labios

Tus labios vienen a mí, solo tus labios.
Vienen besando,
insecto de sangre, bien amando
que alumbra en mis noches de ronda.
Y todo el arrecife del mar habita en mí,
y todo el murmullo del mar habita en mí,
y toda la espuma,

y toda la fronda en tus labios carmesí.
Labios para los besos cerezos,
donde yace tu amor tentador
Y toda la esencia del mundo está en tus

labios,
y toda la tentación
y el candor de su corazón.
Labios que callan cuando escuchan.
Capaces de la verdad en la palabra,

y de las mentiras cuando nada florece.
Sonríen tus labios y sonríe la vida.
tus labios carnosos y deliciosos;
tus labios, de ciencia y magia
tus labios necios que se desdibujan

en mi soledad antropofagia.

Ivette Mendoza

La fastidiosa neblina de olivo

La fastidiosa neblina de olivo me cautiva
con su intelecto de hombre iluminado.
Giro entre sus ideas como un astro alumbrado
que va brotando en letras y frases repetidas.
Y entre anillos saturnales de repente compasiva
me transformo en la negra fronda abstraída.

Ivette Mendoza

Ondulante góndola, larga y plateada

Ondulante góndola, larga y plateada
contigo arrimo en romántica poesía,
lugar donde rumia luz de largos días
y las noches de baladas ensoñadas

Ver en Venecia su albor derramado
del susurro, donde crece la alegría,
y en tu trova de lluvia y melodía
se contiene el corazón enamorado.

Yo cincelé tu panorama con remeros
y tus atrayentes cantos reiterados
en mi encumbrado espíritu mañanero.

Y aunque ya tus labios olvidados,
hoy siento en mis venas, verdadero
almirante de mi sueño inalterado.

Ivette Mendoza

Del murmullo rítmico de la ondulación

Del murmullo rítmico de la ondulación

y el aire que ruge;
del incierto eco que inunda
la mar o el cielo;
del picotear de alguna golondrina en vuelo;
del pedazo de sol sombrío
que tus manos roban
de la floresta o al vértigo,
vidas empujadas por la marea
son las almas que transmutadas en suspiro
hacen sucumbir al mundo.

Ivette Mendoza

Oleaje de mi corazón

Oleaje de mi corazón
acércate a mí
en las buenas y en las malas
como una libélula o como la
misma sirenita en el murmullo
del almirante en el rasante
vuelo de las
gaviotas alrededor
de los tejados en la melodía
ínfima donde se hunde
el barco mientras repasa
con golpecitos los juncos
tuncos de las sillas medievales
rasgados por la lluvia
hasta hacerse jocundo

lo que mira. Desatar lo
del ser hacia lo estático
señorial de la dicha. Tranvía
de helechos imperceptibles
sobre la lápida florecen
antes que la máquina
del diluvio las arrase.

Pétalos de Moisés
enjoyados que emergen
en sesenta días de todo
aprendieron en la igualdad
de la vida sin ser
el último capítulo que queda.

Ivette Mendoza

Inventor de inventos modernos

Inventor de inventos modernos,
genio genial de instrumento del viento,
disfrazado en las alas de un ave de nieve tropical,
interrogador con astrolabio desnudo de estrellas,
pez inquieto y mandíbula infiel,
mordedora de viejos artefactos.

Se consume rancio don Quijote,
cabalgadura de fotografía instantánea,
la barbilla recobra sus ríos de leche como un

pantera,
palanca paridora de disparos.

Ivette Mendoza

En el deseo el no entendimiento

En el deseo el no entendimiento.
A los pensadores el Partenón.
Y lo negado afirmado.
Es la creatividad la que delira.
Duerme el niño en sus pasos azules.
Es ilógico tratar en pretérito a los aires fugaces.
Ojos que parpadean ante la llama azul.
La saña hasta hablar de las falsedades verdaderas.
El sueño:

Eterno para luego tocar la realidad.
Es el espíritu libre que escudriña su ser interno.
Es recorrer el camino en tu pensamiento.
Es volar libre como el Quetzal.
Es olvidar el miedo.

Ivette Mendoza

Oleaje requesón en la piedra

Oleaje requesón en la piedra
con el azul delta sin fin,
hasta tu girasol en las alturas
te has levantado con brillo.
Sobre tu verdad desnuda
zarpazo de bronce en el viento
de un universo sin párpados
soy geométrico centro.
Llanos, planos, profundos,
me confunden tus pensamientos.
Mariposa, aire; aire, mariposa;
hierba, fuegos; fuegos, hierba.
El viento me hace deambular
coctel de tibio silencio.
El martillo de la mañana
me agita suave en el corazón.
El grito del mono se civiliza,
espiral de agudo acero:
de golpe se llenan

un aluvión de pájaros
sólo de intentar cogerlo

picotean el cascarón de mi alma.
Ivette Mendoza

Lo masculino obsequiando

Lo masculino obsequiando
afinación femenina

razón donde resuena
un eco de solitario andar
trashumante,  con todo
lo que propone de doncel,
entraña interrumpida,
circular ladera, ancho dosel,
verbos en puntos, cuadrados levantados,
garras densas,
el tibio suspiro y el belfo
se trasmuta en fragancia del reflejo
vaporoso y dorado en su destino.
¡Y la resonante conclusión
en tu placer,
una caricia
que por inadvertida alquimia
se suman también virtudes bufas,
un hombre que además simula
no admitir en su corazón a nadie
que no sea parte de su contra parte,
y además tentación
de perder los frutos del alma contra

la carne.

Ivette Mendoza

Queriéndote como el invierno

Queriéndote como el invierno
congela los labios.

Cortando la raíz
a lo más pequeño de tus veleros.

Anegándote de espinas
de un desangrado clavel.

Estoy contenida de islas
tu pecho más sensible.

Invocando en tus delirios
la consolación de los deseos.

A como también:

El amor es: prometido y caprichoso.

Ivette Mendoza

En la beldad ficticia

En la beldad ficticia no fulgura el grato sentimiento.
La belleza se congela cuando el alma estalla.
Vuelve nebulosamente gentil y sin compasión
la vanidad apasionada del fuego.
Creer en un amor de alta percepción,
una efusión embriagada de apariencia,
la semilla que alcanza, las fuentes

del presentimiento.
El trance y la pasión son causa y efecto,
en una idea común a la unión misma.
Dormida, compartir la misma alquimia.
Despierta, suavizar las diferencias.
Amor que en la duda opaca mi sentido,
amor que encuentra otro conocimiento.

 Ivette Mendoza

Nada de Nada

Nada de Nada hacia la Nada 

Afirmo afirmando lo afirmado

Siento que algo en mí va a detonar

Indago la causa que me asume

Soy el resplandor dormido,
más oscuro que el oscuro, pero

puro.

Hay placeres y dolores que

alumbran los contornos de mi vida

No existe el tiempo sino el insistente

parpadear de unos ojos enamorados

¡Oh extingue, ocaso, tu irresoluta llama!

Mis suaves labios debajo de la hiedra

con espíritu libre y satisfecho

Puedo llenar mi instante de azahar

aroma y sonreír

Me aparece un Big Ben que me apresura

y desgarra el tiempo a la misma vez

Apártate tristeza, levántate alegría

Ahora busco amor, ¡alégrate en mi alma!

Piérdete y explora el origen del silencio.

Ivette Mendoza

Con cuchillos cortando la vida

Con cuchillos cortando la vida,
una voz que se pierde por el mundo,
un sollozo de níquel y luna,
una alquimia más allá
de todo momento carcomido.
Medita la mente su aneurisma de rocío, 
un ancla que siembra la melancolía henchida,
un ave confesando martirios
y dolores luminosos de vida azotada, 
un catecismo traspapelado por la inocencia.
Amor, somos testimonios que se abaten,
arbustos sin control sacudidos 
de emociones de escape. 
¡Una blanca, facunda y rozagante esfera! 
Habla el hablador que todo habla con el ruiseñor,
hablará la luz en el mudo invierno. 

Un almanaque que combate el canto.

Y todo vive en mí volviendo al mismo punto.

Y todo llega en ti aspirando estrellas.

Y todo llega a nosotros conectados al mismo átomo febril.

Y todos lloramos virtudes gota a gota.

Ivette Mendoza

Incoherente testigo del génesis

Incoherente testigo del génesis

joya ausente de mi drama anónimo.

Tierra histórica y carnívora.

Duras manecillas de un reloj extinto, atravesado. 

Murciélagos verdes:
fabula mítica diabólica y lastimada;

colochos tristes y desnudos,

barro inflexible, despierto. 

rápido cohete de ensueños sin rumbo 

en el dorso deficiente 

de los araucanos sin fin; 
ocaso ínfimo y disperso, 

Intervalo monolítico de cuerpos y sombras. 
Ondulación de pelicanos estropeados, 

salto cuántico,

salto 

con tu razón descubierta, 

descubierta por blanco glande continuo
donde nazco, renazco y permanezco 

como silente testigo del génesis.

Ivette Mendoza

El atardecer rubicundo y claro

El atardecer rubicundo y claro

pone cuerpo, figura desmedida

más aun con sus sombra nos ampara

porque juntos se llega al amor

eterno.

En hora compasiva no hay gemido

asi descubrimos que en la unión

siempre estamos llenos de luz y de

pasión sedientos.

Cuando andamos en lontananza

o a ciegas, el corazón quebranta

y la tristeza empapa nuestras frágiles

riberas.

Ivette Mendoza

Me estremece la ávida pasión

Me estremece la ávida pasión
con palabras mágicas llovidas desde el cielo
y es posible que cada una inunde seriamente
mi inexistencia

y la mente se acelera al texto de los deseos,
ideas con ideas, traspasando nuestros cuerpos
donde amamos en silencio.

Era el anochecer el camino recorrido

que nos llevaba hacia la nada.

Ivette Mendoza

Hijos de ángeles caídos

Hijos de ángeles caídos
oscuro cielo de un

socialista martirio estrafalario,

te llegó el fin de la impunidad
como una nubosidad letárgica,
que opaca el horizonte,
de caída estrepitosa.

Ivette Mendoza

Almas esperanzadas

Almas esperanzadas

exiliadas por la negra suerte

con el corazón desgarrado

con el grito de tristeza,
con el hambre, sudor y frio a cuestas

llevan como único abrigo

aquella rutilante alborada

en que el paisaje de lagos y volcanes

anuncian su regreso
a una más fresca, más nueva,

patria soñada.

Ivette Mendoza

Nicaragua Nicaragüita

Nicaragua Nicaragüita

con tu rostro

pintado azul y blanco
cargada de dolor
de un perene camino,
de avaricia y traición.
Rompe mi corazón

tu tristes ojos de azabaches

valiente y luchadora,

el sacuanjoche en tu sonrisa

cantará hacia la esperanza

y ahogará el miedo

habrá alegría en tu mirada

al pensar que el verdugo

en tus entrañas solo

fue un mal recuerdo,

un pez oscuro que

navega profundo

en las aguas del Xolotlán.

Ivette Mendoza

Reina de la alborada

Reina de la alborada
triangular
nacida entre jardines
azules y blancos
seguirás siendo,
patria,
un ave,
libertaria
con sus alas

de maíz
encantada.

Ivette Mendoza

Soñar en brazos de Epicuro

Soñar en brazos de Epicuro
en tropical entorno puro
con melodioso e incansable arrullo,
es alivio alcanzado para quien,
recordando sus primaveras
se comporta con premura
a la oscuridad que se adueña
del candor eterno de un capullo.

Ivette Mendoza

Inacabable numen

Inacabable numen, piélago del silencio,
infinito umbral de benevolencia, ausente
para mí y para ti que, sigilosamente,
te quedas vertiendo como un suspiro
insistente de la luz y reiterado
en el cielo que penetra su simiente
en tu secreto amor, amor de cascada
de agua misericordiosa, oh mar, ser o no ser.
Te quedas y regresas nunca exhausto
de querer y desquerer, la latitud del corazón,
del aire y de la tierra, tu furor
y tu inocente original error,
mea culpa, oh mar, culpa de una sonrisa
infinitamente deseada y expandida.

Ivette Mendoza

Llévame jilguero

Llévame jilguero,
en tu vuelo.
Jilguero que canta,
cantando a la vida,
volando en la luz.
Canta que canta,
jilguero cantando,
llévame tú,
en tu melodía
sonora armonía,
llena de colores.
Canta que canta,
jilguero cantando,
llévame tú,

en tu melodía.

 Ivette Mendoza

La soledad gime que gime

La soledad gime que gime

oro y plata, níquel y barniz

manantial de humo inocente

periscopio antes desconocido

las brisas vocales

regresan maullando volaban

sus almas de lluvias

y arpas inciertas

olvidar en la luna desierta

del repiqueteado participio.

Ivette Mendoza

La esencia fractal de besos

La esencia fractal de besos manchan nuestros angélicos

corazones, ventanas abiertas, cerradas,
fragmentos de una estrella cuántica y difusa
en la acuosidad perpleja de sus luces.

Llamar en medio de la sintaxis de mi alma orgánica.

Ver el tiempo axiomático transformarse traslúcido,
purpurado en el testimonio de los signos, su perfume
eufórico en el metal carmesí.

Hay un inmenso poder de merodear su perímetro,
las miradas difuminadas han teñido el gris,
mi corazón en su binomio inmortal: es

una estepa
que extiende extasiada el palpitar tus ojos.

Ivette Mendoza

Cansancio de lo índigo

Cansancio de lo índigo, siente
de lucero agua y pensamiento,

descienden voces que se escurren
entre las espigas, dorada oscura
margarita. En la fronda petra
sus huesos desechos, el tacto
cacto que vibra.
Cuervos ven el deterioro,

cueva de la historia libre
del mármol. Tomé de él
el elixir de su medula lunar.
Ivette Mendoza

Tirita la noche

Tirita la noche y sus aliados,
ríe el tiempo y la lira
indivisible,
que aclama la bocina llama viva.
Ríe el viento en su plañidero trayecto
que también ríe con dolor
viviendo,
con la blanca esperanza
y el sabor del caramelo
en el alma.
Ríe el rio oscuro
con una pasión que le adormece
con un suspiro que anuncia el sueño.
Los ecos ríen al abrir sus fauces,
escuchan una risa que no ha nacido,
una carcajada que no le apetece,
catapultado un beso a la distancia.
Mis ojos se abren y grito
¡Salud!
me impiden tenerla
y me rio de ellos mismos
acaso no la siento
pero siento tu pensamiento, el aliento
de la paz y tu silencio.

Ivette Mendoza