Con
cuchillos cortando la vida,
una voz que se pierde por el mundo,
un sollozo de níquel y luna,
una alquimia más allá
de todo momento carcomido.
Medita la mente su aneurisma de rocío,
un ancla que siembra la melancolía henchida,
un ave confesando martirios
y dolores luminosos de vida azotada,
un catecismo traspapelado por la inocencia.
Amor, somos testimonios que se abaten,
arbustos sin control sacudidos
de emociones de escape.
¡Una blanca, facunda y rozagante esfera!
Habla el hablador que todo habla con el ruiseñor,
hablará la luz en el mudo invierno.
una voz que se pierde por el mundo,
un sollozo de níquel y luna,
una alquimia más allá
de todo momento carcomido.
Medita la mente su aneurisma de rocío,
un ancla que siembra la melancolía henchida,
un ave confesando martirios
y dolores luminosos de vida azotada,
un catecismo traspapelado por la inocencia.
Amor, somos testimonios que se abaten,
arbustos sin control sacudidos
de emociones de escape.
¡Una blanca, facunda y rozagante esfera!
Habla el hablador que todo habla con el ruiseñor,
hablará la luz en el mudo invierno.
Un
almanaque que combate el canto.
Y
todo vive en mí volviendo al mismo punto.
Y
todo llega en ti aspirando estrellas.
Y
todo llega a nosotros conectados al mismo átomo febril.
Y
todos lloramos virtudes gota a gota.
Ivette Mendoza