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lunes, 21 de noviembre de 2022

Sangre de vértice y corazón de oleaje íntegro

 

Sangre de vértice y corazón de oleaje íntegro destruyen
el eje elíptico de una piedra engolosinada y
sólo queda esa duna cotidiana del gozo amenazado
por donde impresiona a polaroid un pez en mi memoria
flanqueando hormigas prisioneras de elixires amanecidos.
Apetito compacto de muelas equivocadas
a lo largo del camino es una habichuela amedrentada
que con una mano herida de mitos primogénitos
sestea en la pradera lumínica de la metáfora.
Deletrean astros rotos embelesados de brizas
y nogales convergidos neutralizados de viento mártir.
Lejanías barnizadas educan tu actitud de ave
cansada, olorosa a tiempo nuevo,
organismos biónicos de voluntad perforada, todo
lo vivido lo multiplican, reptando tornadizos
husmeando una muerte prófuga para difuminar
su soledad rectilínea donde
ve un pie despierto y frío
que espolea con impulso en otro pie en lumbre.
Ivette Mendoza Fajardo


viernes, 18 de noviembre de 2022

Todavía sigue humeando la silueta de los siglos

 

Todavía sigue humeando la silueta de los siglos.
En el santuario las voces labran los montículos
y el metal en giratorio ensalza lenguas de agobios.
Un estornudo se ha erguido desde las bocas de los mares
y su cabeza deprimida calcina molleras narizonas.
Cutis de botella minimalista acaricia tumba prejuiciada,
un tatuaje doloroso ríe y el gran pecado quebranta la espera.
La pubertad un guijarro enloquecido de índigo y fuego.
Los papeles entusiasmados huyen de la tiranía de sus huellas,
sus almas se recuestan penando en las hendiduras del vacío.
Apalabrar el camino en cada pedazo de mundo de humedad
filosófica es deglutir guiñapos ciegos.
Sayuela desplomándose para refrescar olvidos con sus suaves
manos sin comprender sus quejas.
Alabada por las tinieblas la noche esconde sus marañas para ser
hija del mañana.
Apacible es el espíritu del alba que el céfiro desgarra en una
autopista inyectada de quimeras.
Espacio vendado por insectos en un instante necesita descansar
estrellando pronombres posesivos girando por la vida.
Madreperlas de estrellas cargan mis tristezas de cosas espontáneas
a veces tiemblan embriagadas de somnolencia.
Ivette Mendoza Fajardo

jueves, 17 de noviembre de 2022

Cadencia entre pechos reflexivos


Cadencia entre pechos reflexivos, los ayes en la cara,
y un epígrafe que solloza en las borrascas
―al no ser elemento consentido caprichoso ―,
la mano atormentada del miedo
 exprime el silencio y sus vertientes entusiasmadas
de percibirse y retocarse en el vacío, cuando existe
―si no la trivialidad del desmigado pretérito ―,
lo nivela, dejándolo desperdigado…
Lo minúsculo que lo trascribe,
enmarca ―con semblante solidario al dígito,
que a su elíptica forma subversiva la disipa…
Y en lo inmortal, o mortal vagabundea
―con su músculo de infinito tenso y desarropado
de la sagrada y facunda luz que: ¡la circunda …!
Ivette Mendoza Fajardo

martes, 15 de noviembre de 2022

Desde la acurrucada lluvia sesgada

 

Desde la acurrucada lluvia sesgada
del crepúsculo apasionado de tus ojos,
mi esperanza se siente abrumada
por el aire sonriente, ya robustecido solo por el olvido.
La corona esplendorosa y la soledad de mi sepulcro
sollozan allí, junto a la muralla de tantas
ilusiones hechas pedazos, como un torrente en el
que arrumba el deseo con su mirada bohemia de música
renegada. ¿Qué quimera es esa que encandila
tu miramiento y a su gracia te encadena?
Broto de un silencio de tiempos y medidas
para la clorofila noticiosa de la labranza
en la penumbra victoriosa.
La conciliación constante del eje despabilado
del tormento lacera mi inquietud
como una jauría demencial de azares
regalándome sus pensamientos.
El contorno tiene muchas caras y soñando,
sus pestañas caminan en el umbral del poniente y
yo soy ese astro que empieza a crecer para poder permanecer
bajo los colores de tus reconciliados y astutos pasos.
Ivette Mendoza Fajardo

domingo, 13 de noviembre de 2022

Con el perfil abatido brillando por el margen

 

Con el perfil abatido brillando por el margen
el abecedario escribe en el espacio virtual
cuando el alba avanza cada vez más ruidosa,
apática y angular al revés y al derecho, sus
gemidos repercuten,  se  engrandecen o se
duermen y los limpia y los halaga y les da de comer
sobre una caldera encendida en la espesura de la
noche y está rodando como si fuera una pelota
y el silencio es una esfinge con angustia de almas
donde se encorvan los cuerpos celestes.
Viene atrapando mi destino y no frota a fuego
tus serenidades; son zarpas enguantadas de arrumacos.
¡Ah cómo desclava el alma al corazón, quejosamente!
Pero tus manos quedan mirándome fijamente como
siervos extraños arregostándose al triunfo de la nada.
En una ratonera de rutinas, el yugo acredita al presagio
una cadena de favores con párpados algebraicos, llevando
la voluntad acuesta. Hoy en día no se encuentra el fulgor vulgar de los
sinsabores , tampoco se coronan de laureles
la cabeza en su curso breve. En salíferos espejos lloradores,
el temblor de tu espíritu no perturba ni abarca la serenidad de tu imagen,
solo es el vuelo que provoca ese lúgubre emisario de la muerte,
llenando de enigmas tus sienes.
Ivette Mendoza Fajardo


miércoles, 9 de noviembre de 2022

Soles taciturnos de organigramas audaces

 

Soles taciturnos
de organigramas audaces abarquillan
magazines de tristezas, obligan
sensualidad al fauno maullador
comprimiendo designaciones privilegiadas,
desmoronando distancias resabiadas
cuando empañan los espejos empíricos
que cesan de escalonar sobre
resquebrajosas vocales que te extorsionan
y te fustigan y te hechizan y te halagan luego porque
yo he tenido un manantial milagroso dentro el alma
para salivar invicta frente a la aurora onírica del engaño
para diluir transacciones acéfalas combadas en el tiempo
para tornarme espectro arrastrando tu barca de obediencia
para empaparme en el hielo no avillanado del mundo
para escuchar dentelladas contritas sobre el perdón orgásmico
no para embadurnarse de castaños instantes
ni para diluir letras amaneradas en el regazo del silencio
tampoco el afán proyecta el fuego averrugado de la muerte
¿El oprobio que examina mi fe en vaguedades atrofiadas?
¡Ah eutanasia de la nada que asga la espada!
Sabia percusión de astro roto que se alimenta
del pan que finge su gloria…
Ivette Mendoza Fajardo


lunes, 7 de noviembre de 2022

La mandolina otoñal del cielo


La mandolina otoñal del cielo se balancea entre la dulcedumbre
con denuedos pálidos que, repentinos, colman los recelos del mar,
y un baúl de angustia desvelada
empapa al traslúcido perfil con una tonada de triángulos derrotados.
En portentosa intemperie desvía entonces por la razón de lo peregrinado,
y casual ungido de luminosidad se amortecen las sombras abandonadas.
Se afana la acuartelada declamatoria en la plataforma estrafalaria de la
canilla y se diversifica cada noche en la puntualidad de lo que no se filosofa.
Tristemente gozoso es el volantín, pues se amarra muy temprano al mausoleo,
lo explora para el sueño.
Siesta del tiempo allanada
caldea con el alma de lo que no aconteció.
Sin ojeras ni parachoques salta el translúcido
sordo en la marejada por ilusionar.
Ingenuo sólo a su destino de ave sin risueños de auroras y miel
seduce en su propia estancia.
Por eso a nadie ruega porque no lo debilita.
Ivette Mendoza Fajardo

domingo, 6 de noviembre de 2022

Marchan los faroles musculosos del mechón martirizado

 

Marchan los faroles musculosos del mechón martirizado
sobre los mares agrios de sudores económicos,
agrandan los valores educados de desmayos inocentes.
Un cabello de burbuja ilusoria chorrea y revuelve
la tos artística de la materia con el beso llovido de dolor
en inviernos analíticos.
Andan, andan nidos del entendimiento sobre el chisme
maquinal de un espanto feliz a la mitad de la locura
cirrótica.
Anda el bien y el mal juntos de la mano, y
la taberna y los puñales del reloj sublimizan
hacia el albo gozo, las inflexiones grises de una mañana
patriota. Tranquea archivos el meme universal al otro lado
de la palanca espinosa inútil y la muñeca de la tranquilidad
celebra sus quince primaveras en la heroicidad del avatar.
El viento lampacea los dados temerosos del destino
en su casa de violetas tontas.
Andan leves los catafalcos amoquillados en monitores
parlanchines.
El pescuezo ladra y la agonía de la curva oscura sube
por las vértebras de la melancolía que entrelazan
la danza oceánica de la soledad roída contra la cintura
del árbol piadoso en su encuentro bilioso existencial.
El mazo es pillado por audiolibros guardando pixeles
dentro del bolsillo y el pixel es pixel aunque se apague
y se bloquee solo.
Ivette Mendoza Fajardo


sábado, 5 de noviembre de 2022

En el hierro esquivo del caluroso peñasco

 

En el hierro esquivo del caluroso peñasco
batalla incesante la ingle orgullosa del estruendo,
como el acento del resplandor saturado
de la pupila viajera que en el orbe sin queja
va
retozando en su fugaz recorrido sobre el
alborotado viento descollante,
mientras tanto escucho una lágrima rebullir
que fragmenta
la bramadora celosía de la nada.
El giro amohinado se transforma
en la adolescencia de la colmena 
y en el invierno de la versión masculina,
se aclimata al gris canalla de la bandera
crucificada por
su propia argumentación equinoccial,
¡Hay algo más!
su altura liberadora de las cosas crepita
en el espejo desdeñado de sus labios;
una aureola salta solitaria en el análisis lluvioso
del instante, traquetea de gozo entre la hojarasca.
Una paz abatida de humillaciones evoluciona
desde los antojos pectorales de la marea,
que se atragantó de peces y corales
hacia las orejas del empacho de la fatigosa lontananza.
Ivette Mendoza Fajardo

viernes, 4 de noviembre de 2022

Fragmentos de silencios nómadas sobre la mar

 

Fragmentos de silencios nómadas sobre la mar
lógica dormilona y emoción revesada de tiempo
incrustados en el idilio turbado de las hojas.
Envenena la malicia a la eternidad remendada,
apenas chispas de sollozos lamiéndose sonoramente.
Cálculos de una campana inútil ya en la permanencia,
ostentando por manuales orates de
cosquillas nacidas desde ayer,
como la lengüetada vesical de ave secular
en el hondo de átomos que admira y lo mastica.
Arroyos enyesados de sed en auxilio costilludo
vegetal sufriendo.
Humilde palanca que se turba alrededor de
la silueta solitaria de los ojos.
Asombro de tobillos círculos velámenes azotes.
Apaciguada perspectiva de la inusitada ocurrencia
que ahorca de la vipérea congoja cascaruda al cerebelo de los días.
Ivette Mendoza Fajardo


jueves, 3 de noviembre de 2022

Una ninfa dialogante


Una ninfa dialogante se tragó el tiempo
encopetado de manías logarítmicas,
se tragó los más funestos entendimientos de
las nebulosas sagradas de una flor dudosa
y la eternidad multicolor que jugaba con el destello
de la ilusión, redactaban sus versos bufonescos
de tardes venenosas en galopantes misterios
del dolor amniótico.
Los mares eran una disculpa para obstaculizar
los problemas computacionales de brújulas carismáticas
que custodiaban un engendro óptico en sudorífica
comprensión.
Mientras tanto el párrafo interrogaba sus vanas confesiones,
congelaba secretamente la membrana de su imprudencia
donde debía caminar veinte kilómetros hacia al más allá,
espolvoreaban pedazos de crepúsculos cazando virgos
metapsíquicos, celestes que añoraban su valor inexplicado en rumor
hadado, y nada se lamentaba en esas constelaciones de alcanfor,
¡Oh dócil control de sospecha letal!
¿Qué ninfa dialogante rasca fracturado orgullo?
La fidelidad de un bullicio que come con sus manos torpes es
la cabellera taciturna de ella en requiebros de luna frígida astral.
Ivette Mendoza Fajardo

miércoles, 2 de noviembre de 2022

Oh, mañanas del bombillo

 

Oh, mañanas del bombillo.
Noviembre, grumoso
de otoño y hojarasca mustia el alma,
azaroso al beneplácito de la silueta del perfil,
que fantaseaba con las jaurías de horizonte.
Lo ególatra del tiempo y mecha aturdida del atardecer,
son las fastidiosas emociones de estar encandilando
al deleite y al lamento de néctar nuevo.
Oh, mañanas del bombillo, sintiente en máculas
y albures, amaestradas de sal, amaestradas de viñas.
Qué vacío este sentir y analizar si vacía el alma
de sonido, de viento y brújula, de fotones y mieses,
se reconforta en la histeria del manuscrito.
Qué vacío el abofeteo que da la soledad soberbia,
hacia la exaltada calistenia de los segundos.
Ivette Mendoza Fajardo

A la hora en que la fortaleza del ruido

 

A la hora en que la fortaleza del ruido
primaveral de la bancarrota se somete
como un nudo normativo por lengüetas
del mangoneo,
el maniquí regala textos rumorosos
mientras vive su morir en la oscuridad vestal,
del oscuro acaecer del tiempo que lo rodea.
En el mismo instante que el encontronazo de sol
y el encrespamiento de aguas raras se arrepienten
de su suerte, la música lloriquea como
un viento encopetado plañidero.
Un lobo zalamero del color de draconianos crepúsculos,
se consuela en la noche ofreciendo su fauces de letanías.
¿Qué locuacidad mamífera agrietada lo aprueba rejuvenecer?
Ivette Mendoza Fajardo