Una ninfa dialogante
Una ninfa dialogante se tragó
el tiempo
encopetado de manías
logarítmicas,
se tragó los más funestos
entendimientos de
las nebulosas sagradas de una
flor dudosa
y la eternidad multicolor
que jugaba con el destello
de la ilusión, redactaban sus
versos bufonescos
de tardes venenosas en
galopantes misterios
del dolor amniótico.
Los mares eran una disculpa
para obstaculizar
los problemas computacionales
de brújulas carismáticas
que custodiaban un engendro
óptico en sudorífica
comprensión.
Mientras tanto el párrafo
interrogaba sus vanas confesiones,
congelaba secretamente la
membrana de su imprudencia
donde debía caminar veinte
kilómetros hacia al más allá,
espolvoreaban pedazos de
crepúsculos cazando virgos
metapsíquicos, celestes que
añoraban su valor inexplicado en rumor
hadado, y nada se lamentaba
en esas constelaciones de alcanfor,
¡Oh dócil control de sospecha
letal!
¿Qué ninfa dialogante rasca
fracturado orgullo?
La fidelidad de un bullicio
que come con sus manos torpes es
la cabellera taciturna de ella
en requiebros de luna frígida astral.
Ivette Mendoza Fajardo