En el hierro esquivo del caluroso peñasco
En el hierro esquivo del
caluroso peñasco
batalla incesante la ingle
orgullosa del estruendo,
como el acento del resplandor
saturado
de la pupila viajera que en
el orbe sin queja
va
retozando en su fugaz recorrido sobre el
alborotado viento
descollante,
mientras tanto escucho una lágrima
rebullir
que fragmenta
la bramadora celosía de la
nada.
El giro amohinado se
transforma
en la adolescencia de la
colmena
y en el invierno de la
versión masculina,
se aclimata al gris canalla
de la bandera
crucificada por
su propia argumentación
equinoccial,
¡Hay algo más!
su altura liberadora de las
cosas crepita
en el espejo desdeñado de sus
labios;
una aureola salta solitaria
en el análisis lluvioso
del instante, traquetea de gozo entre la
hojarasca.
Una paz abatida de
humillaciones evoluciona
desde los antojos pectorales
de la marea,
que se atragantó de peces y
corales
hacia las orejas del empacho
de la fatigosa lontananza.
Ivette Mendoza Fajardo