A la hora en que la fortaleza del ruido
A la hora en que la fortaleza
del ruido
primaveral de la bancarrota
se somete
como un nudo normativo por
lengüetas
del mangoneo,
el maniquí regala textos
rumorosos
mientras vive su morir en la
oscuridad vestal,
del oscuro acaecer del tiempo
que lo rodea.
En el mismo instante que el
encontronazo de sol
y el encrespamiento de aguas
raras se arrepienten
de su suerte, la música
lloriquea como
un viento encopetado
plañidero.
Un lobo zalamero del color de
draconianos crepúsculos,
se consuela en la noche
ofreciendo su fauces de letanías.
¿Qué locuacidad mamífera agrietada lo
aprueba rejuvenecer?
Ivette Mendoza Fajardo