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domingo, 30 de octubre de 2022

La moneda imperiosa disfruta su epidermis de oro

La moneda imperiosa disfruta su epidermis de oro,
se auto-reconoce una luz en su colectividad filológica
en un instante en que la urna de cristal aparece viva.
Cuelga de su rectitud, su abellacada fijación a su propio yo:
mientras desvanece una mueca de un entusiasmo
embrolloso.
que levanta del barro a sus pies su esfuerzo fútil,
inverna en la modesta eternidad, la testarudez sofríe de
otoños el mundo,
vuelve el calor al miedo, hay oxígeno en penitencia
y el éter no restituye a la mímica
que encomienda su espíritu a la fiebre de las posesiones.
Todos y cada uno parecen embobados por la alegría suspicaz
que produce el vacío,
¿Acaso persiguen en su riqueza azurumbada
el elixir sempiterno de la vida de oro?
¿Qué nos deja un moderna moneda acaparadora de brillos?
Y de nuevo, el alma que nos mueva a oscurecer.
Una sed rebalsada en el viento terebrante
Un desdoblamiento más, repetiría el alba,
Un desdoblamiento más en las etéreas garras
de la soledad.
La moneda imperiosa, ese feroz derrumbe, aliado.
Ivette Mendoza Fajardo