Rayuela enchironada
Rayuela
enchironada,
finiquitada
de horas absortas;
rodillas
curiosas y bisbiseos gentiles.
Su virilidad
planchada flota en faroles agraciados,
cieno
paternal cabrioleando con un mar oscuro;
tu
onda expansiva sin miedo ni limites,
y
velozmente se excitan mundos de hierro.
Vuelo
de gorriones renegados con soles matarifes
en la
rosa eléctrica sin electricidad carnal en su vientre
ni electrodos ultramarinos a la cleptomanía doblegada.
Expectación
compasiva; recelo planetario.
¡Almas
solventadas se alejan de su camino audible!
−de
cualquier malevolencia a la médula−,
llevan
oscuros flagelos, viscosos,
que
carcomen, engullen sus despechadas lógicas,
cual
buitres en festines babilónicos...
se
desgarran, se desgarran, se desgarran...
Siempre
demacradas, y selectivas.
La
vida acepta su suerte mirándola con gloria;
¡Aja! se
enchirona la rayuela.
La luz huye de su cuerpo, sacudiendo los cielos...
Ivette Mendoza Fajardo