Un tenedor subyuga la existencia de la servilleta
Un tenedor subyuga la
existencia de la servilleta
entre sus torpes muslos,
coloca filamentos en el
circuito de las emociones
y el fulgor ferviente de energía exótica
al final de la quimera.
Muestra y sondea instantes en
la distancia sin grosor
retozando entre platos y
cuchillos.
Pero eso que no palpita en la
sabiduría de la mesa
ni en la frente del neutrón
unísono hacia al insomnio,
abolla lo nocturno con sus
pies helados.
Evoca analogías para todos
los motores de la vida
y pirámides jorobadas en el
aire irracional del tiempo
determina el bien y el mal en la
sonrisa de la materia
y la señal relativista que lo recuerda respirar.
La filosofía matinal que
desemboca hacia la luz
es su trasmutación a filo de obsidiana desde el asombro.
El tenedor existencial y
alocado es un puño de
de corazones
cinéticos que duermen en la nada.
Ivette Mendoza Fajardo