El resquicio traga paisajes sincrónicos amaestrados
El
resquicio traga paisajes sincrónicos amaestrados,
como
ese desprendimiento insensible en
ojerizas
melindrosas ante el hinchamiento
capital
de la antipatía consoladora del remordimiento
zarandeado.
Desde
lo más lejos del servilismo centrípeto,
la
imitación emplaza el sueño monopolista
con
puñado de agruras acobardadas
que
se atusan como acogidas temporales
en la
belicosidad de la carabina exhortada.
En la
madrugada recién fortificada
los
labios del sol me besan como una señal de última firmeza,
mientras
la ductilidad o el apareamiento de nuestras almas
se
sorprenden en un estallido hiperbolizado.
Afuera
el pronóstico del tiempo y la imaginación
se
disputan la algarabía en la flacidez atosigante;
la
administración de los asombros en el doblegar de sus agallas;
la
reverencia de Hércules en tiempos de guerra.
Ivette Mendoza Fajardo