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viernes, 30 de octubre de 2020

Arden las candentes aventuras funambulescas

 

Arden las candentes aventuras funambulescas se yerguen hacia el cielo. En secreto con fuerzas ambiguas los de bocas encendidas figuraban como estatuas de sal en secreto. Entonces las pequeñas misericordias de la noche intuían los silbidos pérfidos casi con esfuerzo primitivo. Pero enlazada por aquellos temporales de tus garantías de amor era el vídeo de la perfección de la naturaleza acentuando los silencios que palpitaban en cada espora de la belleza y acortaban las distancias. En nuestro pentagrama la misma incertidumbre.
 
Qué ahuyenta sombras con su luz divina esas con tenue cerúleo de plata calmando mis anhelos. Tengo vestuario de sombras que audaz me precipito golpeteando tus sienes. Aparecí como fruto desamparado en la certitud de lo que presagio calando como un misterio inolvidable algún mito.
¡Fugaz, impredecible! es más urgente ahora que se roben el alba de los léxicos automáticos.  El subrepticio beso más quemante mientras más lejos enciende, más hace un espejismo rodeado de avestruces. Verdades y veredas donde crecen poliedros con alas cristalinas que a ras de estancia paradisíaca exhalan sus quejas de repugnancia.
Ivette Mendoza



Gracias a mis ideas formuladas

 

Gracias a mis ideas formuladas
este apego, este apretujamiento
es un bruno ácido newtoniano
que en tu mente exhumada lo marcabas,
surcos de fuegos gladiadores dejabas en mi semblante.
Y porque piensas a ras del cielo o a velocidad de los cíclopes
como cuando alguien me dijo,
las lunas que en un instante
de penumbras son, todas ellas trotan a la deriva
en una noche de agitación igual y cenizas de placeres
cómo la edad eólica renacentista
así, así la ribera risomatoza anuncia
que los pájaros también sueñan
y sin embargo mañana simularán reconocerme.
Luego en cajones numerados
conocerán el silabario de mis sueños.
Muchas cosas dan señal a tantos ojos
mientras el día no quiere despertar
la memoria del espectáculo de selva oscura ya está aquí.
Ivette Mendoza Fajardo



 

jueves, 29 de octubre de 2020

Mi rostro en la ventana

 

Mi rostro en la ventana corroía al trepidar del fuego gesticulado con un revestimiento flamboyán. El eneldo habilidoso del escalofrío sin pompa adivinaba su sacerdocio geniculado. Sus panoramas y alocuciones perdonavidas por el olvido bailotean en un pelambre chasqueado de sumisión donde se riegan en mis dedos como selva comprimida. Rebotando con fruición dirigible camaradería muerta en lo tiñoso de la hojarasca y talento en cuyo litoral se lavaban los pies los hijos del diamante. A qué lugar más impreciso he huido por si fuera poco el rio imperialista arrastra sus sonajas legañosamente. Entre el cristal, y una estalactita de frenesíes abstrusos, los impositivos concubinos de mi palabra destilan penalización de cedros. Con un pelícano apelotonado, he resuelto discusiones de aranceles vencidos. Encuentro en tu voz la araña papagayo con su sombrero sesgado practicando la oración de azabache. Silente silenciosamente, opulentas rosas negras en sus prácticas religiosas, poplíteas artes morales que alcanzaron constelaciones de historias sagradas idóneas aún antes de asombrar el mundo nenúfar.
Ivette Mendoza Fajardo



Mares de medusas

 

Mares de medusas azules y señales de humos fieros
intuyen el audaz placer en ese manto irreversible de turquesa
como inquebrantable tentación señor Poseidón que valientemente
se trenza, huye y ama en las llamaradas del céfiro,
husmea el aire en algazaras impelidas por algas intrépidas,
la energía marina golpea sus mejillas en parpadeo de música
y triunfo atrapados allí por siempre
y los celajes ya son alondras que volverán a ser sirenas.
 
Marejadas en cuya espuma Zeus planta solo estrellas
como en partituras de tormentas onerosas y suplicantes
tarareando sin cesar junto al sol que irradia verde fluorita
como una mano amistosa donde el tiempo nunca se sonroja
las aguas recorren la inmensidad de su afán
para absorber esas gotas de lluvias que se derrama en la
verticalidad del coral universal donde quedarán grabadas
como mis escanciados lamentos sublunares aperfilándose en tu suspiro.
Ivette Mendoza



 

Con un orgullo aletargado

 

Con un orgullo aletargado, aquella desnudez rampante y mundana se vertía. Las imágenes hechas humos de falsos tatuajes indígenas deseaban sanar la voz temblorosa del fango herido. A favor de la pólvora hermana, clandestina como el rictus de rocío la tiniebla trazó pregunta menstrual de la muerte a las más perversas pestañas mojadas a calcinar todo longuísimo destierro. La sensualidad del mito urbano, detrás del antifaz del espanto era un ataque de migraña que crecía y pesaba en el alma como kilómetros de filosofías romanas. Mis adjetivos acústicos, la gloria del quebranto eran encubridores con una flecha indiscreta sugerían una animadversión menos triste sacudiendo las dionisiacas noches asombradas. En verdad déjame decirte que nuestros espíritus reflejados en sus pergaminos derramaban las costumbres vitales y bestiales de un suspiro iconoclasta, enfrentados exclusivamente al exangüe del instinto, lánguido en las perspectivas caleidoscópicas junto a su ala membranosa de bengalas. Mis secretos más secretos lo único real entre sorbos asalariados y torpes sus garras en búsquedas constantes, andan de vereda en vereda de inventario a inventario psicosomáticos ante del ángelus demiurgo.
Ivette Mendoza Fajardo



 

miércoles, 28 de octubre de 2020

Imperios entre los abetos melenudos

 

Imperios entre los abetos melenudos y rendijas postuladas eran estas inteligencias humanas sobre sapiencia hegeliana. En los vaivenes del embeleso marrón, me embriagaba. Desnuda sesenta y dos trabazones simultáneas monologaban en las patillas del relevo por doquier. Otra incertidumbre a tenderle la mano recia a fragmentos de consonantes sobre el deslizamiento del espíritu, sorprendido hicieron posible la ebúrnea causa frente al incendio vespertino tesla y al astrolabio humanoide. El agua coralina gobierna consumida un panal pasional y una diadema rumorosa en tus entrañas de papel. La trascendencia discriminada le ocultaba a somormujo flotador por tan sedativo comienzo al prestigio de la materia sonámbula y el manteísta deseo atollado. Si por mera casualidad, el cajón de mis sentidos practicaba driblar a la muerte con mi cuerpo antiguo. Levanto raíces inquietas en las exequias sensibleras, allí me lograba reconocer como sones diluvianos, redimí mi carne en lo sagrado, figuraba blandura de mis blancas túnicas cegadas de la piel.
Ivette Mendoza Fajardo




 

Maquina cautivo en su aurúspice de gracia

 

Maquina cautivo en su aurúspice de gracia el guardar abierto el ombligo de la humanidad jamás sintió el silencio de la nada. Sin infierno celestial un amigo entusiasta de la trova del jonrón va ceñido al perfil de una nueva vorágine para recobrar lo recobrado. He rehuido del párpado avestruz homenajeado como una presunción injustificada. Tengo yerba sacra y caléndula flotante a la tenebrosidad de la obra idílica y mi mano nerítica para gozar en cautiverios. Integrada meramente a la línea delgada de los casilleros sagrarios, relentes en la oclusión que simbolizaba espesa profundidad de mi duro gesto hacia la bocanada desértica del cuervo color de especulación. Muy pusilánimemente el vario de luz divina en lección de cegueras cibernéticas. A un silencio, atónito dental la rareza de las fachadas comprimen soluciones envenenadas para observar al mundo hablando de barajas, los más membranosos cuerpos sombríos son los testigos de los brindis del banquete troyano ligados a las monedas inmóviles de su corta realidad.
Ivette Mendoza Fajardo



 

martes, 27 de octubre de 2020

Como una rosa de amianto

 

Como una rosa de amianto difusiva sobre estrellas con fingimiento de trigos, desenreda el alma melliza su horizonte ondulado. Con robustecido orgullo monologado, sospecha femeninamente la escena de lo no evidente apostando su último adagio en el mar de mi razón. Todo lo nuevo en la inercia de la guillotina, aborrece, cae y se levanta, vuelve a caer como esa lira presagiada que no era terrenal en ciertas distancias mientras se abría pétalo a pétalo; se labraba despacio al sermón de la esperanza. Millones de estrellas aristotélicas navegando la noche, muchos dioses iracundos y miles de devotos cegados interpelando en silencio para espantar sus malos albures que provocaban el averno del homeostático delirio; las formas turbias de tantas interrogantes llenándonos de acíbares tecleando conjuros malignos. Tras muchas desilusiones, traspasábamos un estremecimiento contrito, se deslizaba como un aceite conmovido de abrazos por las ventanas zaristas a llorar la nota muerta y era la voz de una gacela renegada. El tardío revoloteo de uñas atraviesa la venganza exánime de lo no comunicado en el instinto primate de su verso con encrucijadas. La cúpula agreste del papel pandémico amoroso entona tigres góticos y exacerbados emoticonos.
Ivette Mendoza Fajardo




Oh arrebol irreversible contra arrebol aborrecible

 

¡Oh arrebol irreversible contra arrebol aborrecible!, se oye el clamor de un devaneo yerto, confuso y primorosamente escabroso. Los hímenes que consuelan a veces derraman capaces la sorprendente geografía de un monumento, una leve exacerbación, un ensueño, un modo de recordar, una despedida, unos ojos presumidos, un tiempo difuminado tocando el error de los labios -errare humanum ests. Docenas de escarabajos enredados en las estelas del secreto pigmeo alcanzaron a rezar sus delicadas posturas emponzoñadas. Quintaesencias de la muerte lograron desdibujar croquis de una envoltura de paisajes de acero y almizcles bautizados aunque lo esotérico estaba desmembrado. Seres de contornos ambiguos, seres tragaluces se desprenden de los hábitos halagueros de mi memoria inmortal ante esa rebeldía bastante habitual en los escrutadores imperecederos cuando deciden lanzarse un hit musical de cofre perla. Melindrosa de tocar con los oídos la pausa ondulada. La conciencia sosegada excita muchedumbres indivisibles, parpadeantes, escarnecidas, impertinentes, transparentes, automáticas, sarcásticas, resbalosas, presurosas al sexo ácrata del nirvana y decían “hora est iam de somno surgere."
Ivette Mendoza



lunes, 26 de octubre de 2020

Echando una mirada fidedigna

 

Echando una mirada fidedigna a las pértigas húmedas con interés de filosofía, me guarecía. Tiempo figurativo de penumbras se repiquetea el enigma casi exudado en los remolinos de la atmósfera. Con los dedos medrosos en la flatriquera, tu instinto orgiástico para la interpretación de muchos personajes en el paralelo de cada momento suplanta sublimado en velloso estado su desasosiego neutro, grumoso. En el forzamiento, vislumbro los veleros simiescos de unos contra otros capaces aún de sorprenderse. Para después de la cuarentena claustrofóbica, un virus nauseabundo y medio lampiño exacto y ultrajante salpicaba irradiación insomne maliciosa y rencorosa. Más allá de mis tentáculos, purgaciones de sapientes excéntricos y desmotivados moteaban gondoleros ceñudos y exacerbados. Con paso crepitante, la marea matemática se derramaba hacia la retina del átomo cirquero en Fortes fortuna adiuvat. Sobre su humero incendiado, he soñado heráldica de lo incógnito y una discordancia numulítica sin amargura macilenta, casi ilusionada.
Ivette Mendoza



domingo, 25 de octubre de 2020

El exacto renacimiento dorsal relaciona carne del hongo pronombre

 

El exacto renacimiento dorsal relaciona carne del hongo pronombre.
Con hilos de otros carnavales y cristales de tus baratijas,
su nariz helénica jamás presintió la nada. La madera ha derrochado
mis crucigramas abatidos hasta hacerte un verso de espuma roja.
Nosotros los náufragos devoramos el derecho de reproducción vacía.
Con sus cabellos venenosos, he malgastado yeso de suerte pagoda.
Improvisa fuego párpado del Apolo divino impresionante a odisea.
Desenmaraño los dientes de los mares en arrebato protagonista.
La insolación de las aguas y la materia, en tejados del odio.
Contemplo con nocturnidad el beso que te satisface casi soñando
el laberinto de la playa con sabor a nave espacial.
Atrapaba asomando con olores gustativos un sonido cualquiera.  
Bendice de la universidad esa pusilanimidad de descender del agua
con muñecos de trapos hippies y residuos de amor espantapájaros.
Ivette Mendoza Fajardo





 

Oscuro silabario de dudas sobre el espejo anacoreta

 

Oscuro silabario de dudas sobre el espejo anacoreta,
cosifica cuerpos en el regazo translúcido que es la habichuela
de todo lo existencial,
en una dejación de estratósfera
también bracea dentro del agujero negro.
El perímetro de la veracidad, jadeante en regodeo
hace exactamente la voz fantasma de Andrómeda
como para congraciarse
a la inédita ley gramatical en un rayo de microondas.
Viento atómico en crepúsculos violetas.
Cielo mutilado por ondas marcianas
meridional desde el principio, su intuición globulosa
en el cansancio de la lámpara y su Delírum Trémens
al oído en rutina ignota y asfixiante.
Oscilación acompasada,
el soliloquio apóstata de la alborada,
fermentado hacia el cuadrante trimestral
en el barbarismo armónico
del confalón extraterrestre,
liberado a punta de plegarias equinocciales.
¡No al dolo, al engaño, a la mentira!
¿No es que era un espiche enérgico?
El jilguero hidrópico y altruista de la lágrima
candente ayudó a aquel astrónomo, justo y
apto de ideas a caminar por
el espacio oblongo de la memoria adjetivada.
Ivette Mendoza Fajardo



sábado, 24 de octubre de 2020

Todo es asunto de un gramo de segundo

 

Todo es asunto de un gramo de segundo o un minuto más.
La nebulosa cenobita que alcanza todo lo infinito entre la brecha
de dos palabras del tamaño del dolor y el boscaje de la ironía.
 
Un enunciado dice así: su síntesis de soledad, la añoranza de la pluma
más triste y la solitaria sima abismal, van rumiantes en la brizna del
deseo, envueltas por quimeras, todo en movimiento liberado y afectuoso
o como un amor fatal pero más que todo al gusto del piropo.
 
Yo, tres veces enamorada de tres lebreles cuestionados hasta callar la risa…
pasando por la lógica que el mundo no comprende; luego aparece la
monstruosa y bella crítica del silencio; la divagación cuando menos
lo esperamos.
El simple hecho, la opinión del cabello de los cadáveres aprendiendo
andar de nuevo, el suspiro del sueño despedazado
en veinte porciones del tiempo desmemoriado que con palancas
resucita al beso difunto; todo esto hace tristemente al hombre feliz.
Ivette Mendoza



Un encuentro en la recta tridimensional

 

Un encuentro en la recta tridimensional
así retornan aquellos días de gabardinas
en que la pasión imaginaria irrepetible
era un ramillete de soles a colores
de ilusión cinematográfica y encanto de telón
de la síntesis del verbo con su sangre fría
de lágrimas embrionarias, primigenias
brasas de neón en la fuente de Merlín
aquellos días en que conseguíamos
llevar una estrella dentro del alma
a veces se disponía emprender una hazaña
y retroceder el tiempo para siempre.
Ivette Mendoza Fajardo



viernes, 23 de octubre de 2020

Cuando la teoría engendra

 

Cuando la teoría engendra y engendra
como telarañas el bullir y su valimiento
de mármol soterrado, o quizás algo
como un montículo en el dolor de
este cilicio de clemencia, es una prueba
que avanza adondequiera que esté tu
breviario de pagoda porque lo has
observado entre las grupas del tiempo
que te cubre como credo inicial,
explicándote en su enunciado primero,
con ojo crítico de todo, y en todo
como cuando come carroña el fantasma,
muere allí, dentro del misterio de la vasija,
convertida, enterrada a veces,
astronómicamente infeliz en el pozo artesiano
de los búhos.
Y en el hábito del orden de las cosas,
intentamos soñar dentro de un vals
aunque la emoción no permanece ferviente.
Ivette Mendoza Fajardo



Se descarga el pixel desde la ventana cinocéfala

 

Se descarga el pixel desde la ventana cinocéfala
donde estaré con mi RAM de rayo amordazado
encaneciendo los monitores hacia los mares del pirata.
Cincha el conmutador como una letanía:
Y miras mi perfil catar la carnalidad de la luz
ya para siempre recorremos el mundo cibernético
de muecas y máscaras candorosas
ante aquellos ojos virtuales que nos persiguen.
Ardemos y ardemos en nuestra caja digital
se esconde un guitarreo en los correos del derrumbe
mis lexemas informáticos a cambio de una ilusión pasajera.
Arranque, arranque cambio binario del plumaje cero y uno
etéreo como la coma fija en el ojo compatible del ordenador,
que cadavéricos, picotean ropajes de colores.
No buscan el amor: No, buscan vivir en la era decimal cavernícola
entre abedules azogados y osos polares invernantes.
Una memoria reprogramada en objetos precintados
ha creado la noche del castor boreal
que desde lo gráfico salen como en desbandada de pájaros.
Los pixeles integrados son dinosaurios visionarios que
combaten a fuego limpio, se internan en las praderas de la soledad
sobre todo en mi melancolía ya virtualizada.
Cuando la colosal brisa empaña los filtros y cristales
pienso y luego texteo,
pienso en el verídico perfume de la humanidad.
Ivette Mendoza



jueves, 22 de octubre de 2020

Fragmentos de cristales de sombra árida o luz adormecida

 

Fragmentos de cristales de sombra árida o luz adormecida
sembrados estaban en el Parnaso de Apolo
que anticipaba un sueño hidalgo y giraban lentamente
en la roca de la dinastía.
Enfermiza sal desparramada rememora ideáticas
mancuernillas de estatuas incineradas en los telares del crimen.
Me resume lo desafinado de la danza como conventos
sin follajes y cejas azules con sus ramas de estricnina.
Anillos pirotécnicos construido por la cólera, desconozco
sus acentos de permanencia rescatada ante su doloroso
goce sofocado.
Como un chorro de humo se destila un sol anaranjado
en días de pavor, al filo de la incertidumbre disfrutando
su pretérita grandiosidad.
Lépera rectitud benevolente cruza un tenebroso mar de las
dudas con asteriscos resucitados.
De pronto algo se ovilla escarchando el mundo vacilante
para que respire un planeta en el vértigo de Lepanto.
Bipolaridad de la ausencia y sus nostalgias obsesivas
se acuestan lujuriosamente en las tabernas para decirse adiós.
Se suicida a carcajadas el himno nacional del mono narigudo.
Mírame y no te veo; exaltación del espacio y caricia de la materia,
nos agarran por la espalda desconcertados comprendiendo
solo las artes marcianas y el neutrón que alegra los cinco sentidos.
¡Oh diademas y plumajes, el licor orgásmico de los cielos!
La patria despeinada de la torre de Babel, deriva, culmina,
ataca, absorbe la modorra de los ornitorrincos.
Ivette Mendoza Fajardo



Resinas y golosinas de un infiel anunciamiento

 

Resinas y golosinas de un infiel anunciamiento.
Las beguinas exhalan bocanadas de firmamentos
algunas veces refunfuñaban en sueños del vértigo.
He crecido al instante de tu alcance catador.
He comido cartílagos igualmente con otras bocas.
Y tú me susurrabas desde tu vida de calcomanía:
“Me atrae tu dolor leproso,
carcomo tu escalofrío hipocondriaco,
me encantan las ruinas de tu cuerpo”.
La noche contabiliza tu laberíntico árbol genealógico
antes de hacer cantar su sonrisa el gallo al amanecer.
Viví en el óvulo palpitante por cada año luz.
Es medianoche y miro fijamente al malhadado
centurión con ataduras dispersas por la muerte.
Una giralda se casa con un girasol que no gira.
¡Sable fanfarrón la de la mortaja!
Madurativamente, veo su emoción tangible
atravesando ratoneras prepotentes y ponzoñosas.
Una jauría de preceptos y huesos fríos
excavan chifladura en una tempestad amarga.
Con alma de iguana encuentro la misericordia
entre las navajas de los siglos.
Mis ojos subirán al umbral hasta sentir el
temblor rencoroso de los lobos con tentáculos brujos.
Clínica de la lluvia melodramática que ha dejado
de llorar gritos desde el cielo titánico y desgarrador.
Ivette Mendoza Fajardo



miércoles, 21 de octubre de 2020

Tu mirada era

 

Tu mirada era como un rio
de flamingos hambrientos
en el esternón de la tarde
silente y femoral.
 A distancia, en las agitadas
charcas del pantano
se escuchaba el croa, croa
de una rana invisible
tratando de marcar su territorio,
solo el paseante meditabundo
podía escucharla.
Otros con binoculares
observaban detrás de la cerca
pero los árboles danzantes
por el viento
los escondían bajo la vistosa
vestimenta otoñal.
La zozobra era una anciana
temblorosa, huesuda y cohibida.
Las gaviotas con sus blancos ropajes
dando la bienvenida entre el bullicio.
Ivette Mendoza Fajardo





martes, 20 de octubre de 2020

Bendito dijiste de bona fide

 

!Bendito!, dijiste de bona fide
y tus palabras iluminaron la oscuridad.
y el dolor cesó dentro de tus entrañas.
El alba corre por tus venas, albea el alma.
El amor impregnado disuelve el temido ocaso.
Cálamo de ternura en la vastedad de tus aristas.
Nacen frutos desde tu nueva hallada sabiduría.
Mueve las montañas y sus ciclos equinocciales.
Sucumben tus alas ensangrentadas hacia los objetos yertos.
Es que un dios airado te ha fulminado con un rayo
sobre tu cabeza, despertándote.
Hoy espero con gran gozo ver como levita tu cuerpo y el mío
y evitamos palpar la impureza de nuestras carnes,
y ya no pesan nuestros huesos,
y todo se reduce en un solo suspiro.
Después del latigazo, cogito ergo sum
sonriéndole a la vida donde no hay muerte.
Ivette Mendoza



Locuaz logotipo

 

Locuaz logotipo que difumina del géiser todo néctar.
Dorsal encrucijada por aquí y por allá,
zarandea a lo que va a contradecir cien soliloquios en canto
irreversible hacia lo sublime.


Aclaro, no escarmienta hacia el nunca jamás.
Hay un capulín clasista y es intangible.
Intangible a lo que soy que ama catafalco desnacionalizado.
Intangible al ensanchamiento que atrapa pero no lo atrapa al reprimirlo.
Intangible a la intrepidez del que lo rima.


Y es sopor que sanforiza toda crianza ungulada,
simbiosis que engrana en cada titilación de tu mirada.
Revoltijo que extrae veinticinco días en nebulizar serpiente.
Quien narra esta historia magnetita vive más de mil años.


Ozoniza el alma progresiva en su reverenciada revista sepulcral.
Siente cómo su manipulación se atraganta con el óxido que la corroe.
Liquida a cada instante cuando se interna en la breña de mi mente
sabe a hielo lipófilo entre las entrañas.
Ivette Mendoza



lunes, 19 de octubre de 2020

Albea magnetizado el amor

 

Albea magnetizado el amor. Lo interrogan
coronado de comas y de punto suspensivos.
Lo han diseñado de cuartetos, también lo han pringado de bocetos
blasfemos y despechados carburos en su atavío papal claroscuro.
Ah mi niño mimado, el tiempo ha pasado.


Cascabelean ya las caderas irascibles
y el sol menoscabado ya no brilla en mis manos de alabastros.
Vuelve a interrogar tu beso anhelante en sueños,
retocar por siempre tus labios carmesí.


Deja que responda un amuleto meditabundo,
que coloque la vela en el altar de mi pecho embrujado con cianuro
sobre la espiga puntiaguda que florece en tus sienes.


Ah, mi niño mimado que despeinas tus cabellos mientras
la humanidad duerme entre tus sollozos.


Un cielo de ambrosia cae sobre los bucles de la noche y
recuerda tus metáforas blancas, tus puntos finales, el chistear
de una becqueriana poesía, antes de que el poeta se arrepienta
con su pluma por espada ensartada en el alma, una mariposa
en gestación rememora dulcemente en mi corazón.
Ivette Mendoza Fajardo



Entre sombra y sombra

 

Entre sombra y sombra fuego de talión
de alguna mano de ceguera o de resignación.
Quién sabe si mirando caracol marino
o simplemente un clavel de rojo virgen en árida unción.
 
El tiempo lo ignora que importa, empezando
cinco al frente hacia delante, a fronda vuelve
tras una pausa un vestigio verde que la madrugada atraca,
casi en medio del latido de suerte abollada,
columpia soledad compartida y cierne
ondulación de lenguas sobre mis senos infinitos.
 
Sal dulce del amor y durazno de la muerte
de connotación a connotado de las noches
deshidratación de mi cuerpo exaltado
facetado de azur sonido de tu arteria coloidal
en xilografía de homocercos misteriosos
aparece enterizo el mar de la caligrafía almendrada.
 
Exagerando los aullidos, rehúye explorador
y antes imagina cerca de mi alma, sal dulce 
y allegamiento inclusivo del amor.
Cuál céfiro, cuál pez que vuela orado hacia el rosal,
se motea igual a mis quejidos.


Mi deseo del ritual endurecido eran esos
ojos guerreros sinápticos en recreos
entraban sopapeados a la eterna disparidad,
sinalagmática tormenta de presagiar
rosa de humo discrepante hacia al final
con mi ombligo leucocito encrespado.
Ivette Mendoza



domingo, 18 de octubre de 2020

Escudriñan tu piel ahorrativa

 

Escudriñan tu piel ahorrativa y en una transición bancaria 
miden mis costillas, las ahorran en débito arrendatario,
captan mi alma interactiva y contabilizan su karma capitalista,
buscan una deuda en vidas pasadas, buscan mis días
requemados carcomidos por los tiburones acreedores
y belladonas amanecidas en tus sordideces rastreras.


Tabulan tu fabulosa fábula, examinan dentro de tu ser
tu geometría deontológica, remueven tu libranza,
tu cartera piel de lagarto y tus galardones de saliva monetaria;
aumentan tu mirada neófita, tus zapatos nerviosos y en ellos
busca un prestamista malabar a lo que una vez fui;
escudriñan tu sonrisa mellada y un perno persuasible
en tu equilibrado sentimiento laboral cambia inclementemente.


Pende una cuenta en mi corazón de contabilidad secreta
que martillan un elefante de dolor, cinco dólares de rebuzno,
dolarizan intercambios bancarios de titilaciones, revuelven arqueología
transnacional del aprieto recurrente, conspirar en no abonar
marchas del terror de acaudaladas lagartijas
demandan la oferta de la vida embustera consumida por
pájaros de mercantiles sueños amortizados.
Ivette Mendoza



miércoles, 14 de octubre de 2020

Y hoy en día así duerme la odorífica llama idiomática

 

Y hoy en día así duerme la odorífica llama idiomática.
Y hoy en día que el silencio no grazna salutación alguna
ya no puede existir más sobre su bravata recalentada.


Y hoy en día que la vida se ensancha al garbo sideral,
ansiosa, dominical a su insociable oscuridad de escollos virulentos
eligiendo nuestras desaladas dudas; como garuas azules
de las penumbras itinerantes y sandungas de la memoria; es
que vieron soñar un río desconchado en una tierra extraña
de mitómanos gemológicos y geriátricos mausoleos.


Hay que dimitir de entre campos cogitabundos y jardines apoteósicos
calcinando su disruptiva lógica y su dramática pirámide de
embarazoso coraje y emplastadas fragosidades.
Y todo el amor del mundo, toda estocada zeta en ayes de lujuria.
Y toda mortificación que estruja al inverecundo lince dentellado.
Ven pronto a fugarse conmigo dentro de sus poros patronímicos.


¡Exuda arañas rojas incendiariamente cabello de ángel!
Hombre del copete discriminante y de barba cuatrimestral
antes de que las llanuras pistonudas se desmoronen
y los universos de iguanas combatan entre los comienzos erosionados
pronto, pronto, que la estancia de la muerte rompa la
insinceridad de tus mejillas; escribiendo sus hábitos menstruales
allá por el estremecimiento de nuestras almas; pronto ya que
riñan el cuerpo del esfuerzo enredados en tu impetuosa corbata
fluorita.
Ivette Mendoza



martes, 13 de octubre de 2020

Viaje celestial

 

Se bifurca el ímpetu de mi alma constelada
inducida para el largo viaje celestial
dentro del universo paralelo,
que silente va
o quizás más suave y efímera.
En secreto esconde su estancia
alejada del dolor y tan cerca a la esperanza
porque descubre su sombra alada
contemplando el gélido ocaso al recordarlo siempre.
Hay música, vida dentro de las
mansiones del alma, que palpitan
con el corazón ingrávido del mundo,
rítmicamente.
La tierra llora y mi cuerpo núbil asoma,
tu nombre se impone
nos une la ternura
y nuestro aroma ardiente
es aún más evidente y tangible.
Ivette Mendoza



domingo, 11 de octubre de 2020

Hago timbrar las noches frívolas

 

Hago timbrar las noches frívolas una a una
sobre el ritmo desvencijado de su matriz aletargada.
Noches sobre la enésima quimera goyesca.
El llano juicio de Goya es la congoja de Saturno
de muchísima inspiración, centurias, décadas y años.
Toque a toque, timbre intransitable reconstruido
como sones de tus dedos tronadores,
salto del timbrazo todo ello arrebatado.
Yo una vez era, timbre de los soles intrépidos
que grababan al timbrar deslumbramientos
colosales bajo la luna fulgurada.
Ivette Mendoza



Los labios grises

Los labios grises profesan
nostalgia y crepúsculo, ahínco
de la mar azahar cantar la piel,
desierto desguazado lumbre
grito de la colina añeja grita
se hace realidad en decadencia,
arrebatado huracán ensordecedor
es anacoreta marcha, al fin procrea
risa inquisitiva risa gris
sin mechones ni dialecto azul
el fuselaje de tu carrusel numulítico
sentenciando te absorbe para mal.
Cabalgata en labios grises,
ríe para berrear clínica mesura
que en tu despótico letargo,
el ensamblaje nos da solo alabanzas.
Jactancia, labios grises suplicar,
revuélvete en tu exogámico rencor,
que el fotofóbico silencio
no impondrá tu historia de amor
Oleoducto de labios grises riñen
pajarracos del bien pequeñín
que en tu costilla curvilínea
de precolombina setas
lloran labios grises lloran
y yo te lo imploro tómbola
de tu totémica lujuria,
auditar palmoteo de la felicidad.

Ivette Mendoza



viernes, 9 de octubre de 2020

Su voz camina por el horizonte cibernético

 

Su voz camina por el horizonte cibernético
innunda el vacío del silencio desmemoriado
como una palabra tan inquisitiva donde
atosiga un trazo coaxial al borde de la brisa,
y su coraza inexpugnable en el cielo contemplativo
se expande sobre el cuentagotas del tantrismo
agujereado y sediento de horas desmedidas,
el esperanzador comienzo hipnotiza las mañanas
como dentro de un espejo enclenque y distante,
el olvido inspirado por su vanagloria moja
con sus lágrimas un mosaico de cascabeleos.
Ivette Mendoza



jueves, 8 de octubre de 2020

Del metamorfismo enésimo

 

Del metamorfismo enésimo de cúbito es
la secante de los siglos en el clavicémbalo enervado,
desde la gravedad farruca del torso por el cielo
al punto diametral de las aguas incoativas.
 
Alguna enciclopedia con el chúcaro cucurucho sin la
descongelación acuosa de los ojos consabidos;
descascarillada va la brisa y al coligarse en lo absoluto
se torna en la ausencia de un preámbulo de fe taoísta.
 
La singladura cuadrante de los pétalos coleópteros
en el colectivo numeral apenas es  lo inmediato y casual;
el seno de la textura y el coseno de la forma ante
lo virtual, el cibernauta retoca algún pixel
donde los números se entrelazan obsesivamente.
 
Ser arista allá en el viento pragmatista es lo quimérico
en puntos equidistante la abstracción se rompe;
la huida discriminante en paralelo hace al hecho
como catálogo cúbico en todo cuanto existe
y el alma en lo real rastrea su cuantificación infinita;
los bordes de la luz hacen los planos de la sombra
aleatoriamente austral.
Ivette Mendoza



lunes, 5 de octubre de 2020

Abreviación cursiva


Abreviación cursiva
desde el trecho esmerilado,
el encontronazo despierto del martillo,
sobre la fachada movible y embrionaria
de universos salpicados de impresionistas manantiales.
Cubismo de la noche desmadra el pensamiento,
mesmeriza entre las mescolanzas
y modificado de inecuaciones, va
hacia la instrumentación de las horas sempiternas.

Un prisma iconoclasta
hopea sus centelleos
entre glutinosas penumbras grises y cristales elzevirianos,
el rocío cavila sobre el tántalo terciario,
eufonía fragmentaria
en muscíneo lloriqueo,
derrama en las marejadas lívidamente,
oxigenadas como los días, doradas como el sol
su perfil núbil levitado en moléculas cautivas,
para ensalivar los papelorios
de tinieblas y mutismos,
refunfuñando a la palestra de bufos sueños;
para parear en nubilidad
en invernaderos baldíos
desgranando extravíos entintados
que descargan aguaceros de cigarras axiomáticas,
en coníferos momentos deslizados por enigmas.
Ivette Mendoza