Como una rosa de amianto
Como una rosa
de amianto difusiva sobre estrellas con fingimiento de trigos, desenreda el
alma melliza su horizonte ondulado. Con robustecido orgullo monologado, sospecha
femeninamente la escena de lo no evidente apostando su último adagio en el mar
de mi razón. Todo lo nuevo en la inercia de la guillotina, aborrece, cae y se
levanta, vuelve a caer como esa lira presagiada que no era terrenal en ciertas distancias
mientras se abría pétalo a pétalo; se labraba despacio al sermón de la
esperanza. Millones de estrellas aristotélicas navegando la noche, muchos dioses iracundos y miles de devotos cegados interpelando en silencio para espantar sus malos albures que provocaban el averno
del homeostático delirio; las formas turbias de tantas interrogantes llenándonos
de acíbares tecleando conjuros malignos. Tras muchas desilusiones, traspasábamos
un estremecimiento contrito, se deslizaba como un aceite conmovido de abrazos por
las ventanas zaristas a llorar la nota muerta y era la voz de una gacela
renegada. El tardío revoloteo de uñas atraviesa la venganza exánime de lo no
comunicado en el instinto primate de su verso con encrucijadas. La cúpula agreste del
papel pandémico amoroso entona tigres góticos y exacerbados emoticonos.
Ivette Mendoza Fajardo