Tu mirada
era como un rio
de flamingos
hambrientos
en el esternón
de la tarde
silente y
femoral.
A distancia, en las agitadas
charcas del
pantano
se escuchaba
el croa, croa
de una rana
invisible
tratando de
marcar su territorio,
solo el paseante
meditabundo
podía escucharla.
Otros con binoculares
observaban detrás
de la cerca
pero los árboles
danzantes
por el
viento
los escondían
bajo la vistosa
vestimenta otoñal.
La zozobra
era una anciana
temblorosa,
huesuda y cohibida.
Las gaviotas
con sus blancos ropajes
dando la
bienvenida entre el bullicio.
Ivette Mendoza Fajardo
de flamingos hambrientos
en el esternón de la tarde
silente y femoral.
A distancia, en las agitadas
charcas del pantano
se escuchaba el croa, croa
de una rana invisible
tratando de marcar su territorio,
solo el paseante meditabundo
podía escucharla.
Otros con binoculares
observaban detrás de la cerca
pero los árboles danzantes
por el viento
los escondían bajo la vistosa
vestimenta otoñal.
La zozobra era una anciana
temblorosa, huesuda y cohibida.
Las gaviotas con sus blancos ropajes
dando la bienvenida entre el bullicio.
Ivette Mendoza Fajardo