Echando una mirada fidedigna
Echando una mirada fidedigna a las pértigas
húmedas con interés de filosofía, me guarecía. Tiempo figurativo de penumbras
se repiquetea el enigma casi exudado en los remolinos de la atmósfera. Con los dedos medrosos en la flatriquera, tu instinto orgiástico
para la interpretación de muchos personajes en el paralelo de cada momento suplanta
sublimado en velloso estado su desasosiego neutro, grumoso. En el forzamiento,
vislumbro los veleros simiescos de unos contra otros capaces aún de
sorprenderse. Para después de la cuarentena claustrofóbica, un virus nauseabundo y
medio lampiño exacto y ultrajante salpicaba irradiación insomne maliciosa y
rencorosa. Más allá de mis tentáculos, purgaciones de sapientes excéntricos y desmotivados
moteaban gondoleros ceñudos y exacerbados. Con paso crepitante, la marea
matemática se derramaba hacia la retina del átomo cirquero en Fortes fortuna adiuvat. Sobre su humero
incendiado, he soñado heráldica de lo incógnito y una discordancia numulítica sin
amargura macilenta, casi ilusionada.
Ivette Mendoza