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miércoles, 28 de octubre de 2020

Maquina cautivo en su aurúspice de gracia

 

Maquina cautivo en su aurúspice de gracia el guardar abierto el ombligo de la humanidad jamás sintió el silencio de la nada. Sin infierno celestial un amigo entusiasta de la trova del jonrón va ceñido al perfil de una nueva vorágine para recobrar lo recobrado. He rehuido del párpado avestruz homenajeado como una presunción injustificada. Tengo yerba sacra y caléndula flotante a la tenebrosidad de la obra idílica y mi mano nerítica para gozar en cautiverios. Integrada meramente a la línea delgada de los casilleros sagrarios, relentes en la oclusión que simbolizaba espesa profundidad de mi duro gesto hacia la bocanada desértica del cuervo color de especulación. Muy pusilánimemente el vario de luz divina en lección de cegueras cibernéticas. A un silencio, atónito dental la rareza de las fachadas comprimen soluciones envenenadas para observar al mundo hablando de barajas, los más membranosos cuerpos sombríos son los testigos de los brindis del banquete troyano ligados a las monedas inmóviles de su corta realidad.
Ivette Mendoza Fajardo