Conjunción
galanteadora de caricia taciturna y pretensiosa.
Leve suspiro,
nubado en fragmentos pigmentarios.
Uñas de la
terquedad tecnológica y neutrónica como
apariencia preguntante
en prospecto de sendero integrado
hacia el trópico
virtuoso al tiránico tumulto artificial.
Espadas óseas
bajo un cielo indolente quedan por verse como
reses
vanidosas insurrectas disfrazadas de machos cabríos.
Carteles con
escotes ultraderechistas y parásitos inteligenciados.
Bruma
accidentada y edáfica al mejor postor igualitariamente.
Hojas
sexuales beatificadas bajo un bombardeo de lentejuelas vernales son
olas harapientas
de disléxico centelleo en su espuma higienista.
Barquitos de
papel dolarizados a la americana hierática.
Vida enloquecedora
de caminos infinitos por chamusquina redonda
de dicha dorada
de los costados higrófobos aseados por el olvido.
Con la
sombra de mi cuerpo construyo jardines edénicos piñoneros.
Lloro logarítmicamente
asíntotas que desembocan en un mar rebobinado.
Escenarios
de garduñas besan los rieles de la melancolía psicópata.
Doblegada a
los pies de la poesía me someto a la rima de las espinas
Clímax de la
musaraña en aulas desertoras y dipsomaníacas de espinacas.
Preposiciones
de castañuelas se calcinan en ultramar petrificadas.
Túnel transmutante
de las mariposas en flotabilidad hormigonada.
Asombro de
la tristeza intimida leyenda tropical y ojival acantilada.
Ivette Mendoza