Con un orgullo aletargado
Con un orgullo
aletargado, aquella desnudez rampante y mundana se vertía. Las imágenes hechas
humos de falsos tatuajes indígenas deseaban sanar la voz temblorosa del fango
herido. A favor de la pólvora hermana, clandestina como el rictus de rocío la
tiniebla trazó pregunta menstrual de la muerte a las más perversas pestañas
mojadas a calcinar todo longuísimo destierro. La sensualidad del mito urbano, detrás
del antifaz del espanto era un ataque de migraña que crecía y pesaba en el alma
como kilómetros de filosofías romanas. Mis adjetivos acústicos, la gloria del
quebranto eran encubridores con una flecha indiscreta sugerían una animadversión
menos triste sacudiendo
las dionisiacas noches asombradas. En verdad déjame decirte que nuestros espíritus
reflejados en sus pergaminos derramaban las costumbres vitales y bestiales de un
suspiro iconoclasta, enfrentados exclusivamente al exangüe del instinto, lánguido
en las perspectivas caleidoscópicas junto a su ala membranosa de bengalas. Mis secretos más
secretos lo único real entre sorbos asalariados y torpes sus garras en búsquedas
constantes, andan de vereda en vereda de inventario a inventario psicosomáticos
ante del ángelus demiurgo.
Ivette Mendoza Fajardo