Oh arrebol irreversible contra arrebol aborrecible
¡Oh arrebol
irreversible contra arrebol aborrecible!, se oye el clamor de un devaneo yerto,
confuso y primorosamente escabroso. Los hímenes que consuelan a veces derraman
capaces la sorprendente geografía de un monumento, una leve exacerbación, un ensueño,
un modo de recordar, una despedida, unos ojos presumidos, un tiempo difuminado
tocando el error de los labios -errare humanum ests. Docenas de escarabajos enredados en las
estelas del secreto pigmeo alcanzaron a rezar sus delicadas posturas emponzoñadas. Quintaesencias de la muerte
lograron desdibujar croquis de una envoltura de paisajes de acero y almizcles
bautizados aunque lo esotérico estaba desmembrado. Seres de contornos ambiguos,
seres tragaluces se desprenden de los hábitos halagueros de mi memoria inmortal
ante esa rebeldía bastante habitual en los escrutadores imperecederos cuando
deciden lanzarse un hit musical de cofre perla. Melindrosa de tocar con los oídos
la pausa ondulada. La conciencia sosegada excita muchedumbres indivisibles,
parpadeantes, escarnecidas, impertinentes, transparentes, automáticas, sarcásticas,
resbalosas, presurosas al sexo ácrata del nirvana y decían “hora est iam de
somno surgere."
Ivette Mendoza