Arden las candentes aventuras funambulescas
Arden las candentes aventuras funambulescas
se yerguen hacia el cielo. En secreto con fuerzas ambiguas los de bocas
encendidas figuraban como estatuas de sal en secreto. Entonces las pequeñas
misericordias de la noche intuían los silbidos pérfidos casi con esfuerzo
primitivo. Pero enlazada por aquellos temporales de tus garantías de amor era
el vídeo de la perfección de la naturaleza acentuando los silencios que
palpitaban en cada espora de la belleza y acortaban las distancias. En nuestro
pentagrama la misma incertidumbre.
Qué ahuyenta sombras con su luz divina
esas con tenue cerúleo de plata calmando mis anhelos. Tengo vestuario de
sombras que audaz me precipito golpeteando tus sienes. Aparecí como fruto desamparado
en la certitud de lo que presagio calando como un misterio inolvidable algún mito.
¡Fugaz, impredecible! es más urgente
ahora que se roben el alba de los léxicos automáticos. El subrepticio beso más quemante mientras más
lejos enciende, más hace un espejismo rodeado de avestruces. Verdades y veredas
donde crecen poliedros con alas cristalinas que a ras de estancia paradisíaca
exhalan sus quejas de repugnancia.
Ivette Mendoza