Fragmentos de cristales de sombra árida o luz adormecida
Fragmentos de cristales de sombra árida o luz adormecida
sembrados estaban en el Parnaso de Apolo
que
anticipaba un sueño hidalgo y giraban lentamente
en la roca
de la dinastía.
Enfermiza
sal desparramada rememora ideáticas
mancuernillas de estatuas incineradas en los telares del crimen.
Me resume lo desafinado de la danza como conventos
sin follajes
y cejas azules con sus ramas de estricnina.
Anillos pirotécnicos
construido por la cólera, desconozco
sus acentos de
permanencia rescatada ante su doloroso
goce
sofocado.
Como un
chorro de humo se destila un sol anaranjado
en días de
pavor, al filo de la incertidumbre disfrutando
su pretérita
grandiosidad.
Lépera
rectitud benevolente cruza un tenebroso mar de las
dudas con
asteriscos resucitados.
De pronto
algo se ovilla escarchando el mundo vacilante
para que
respire un planeta en el vértigo de Lepanto.
Bipolaridad
de la ausencia y sus nostalgias obsesivas
se acuestan lujuriosamente
en las tabernas para decirse adiós.
Se suicida a
carcajadas el himno nacional del mono narigudo.
Mírame y no
te veo; exaltación del espacio y caricia de la materia,
nos agarran
por la espalda desconcertados comprendiendo
solo las
artes marcianas y el neutrón que alegra los cinco sentidos.
¡Oh diademas
y plumajes, el licor orgásmico de los cielos!
La patria
despeinada de la torre de Babel, deriva, culmina,
ataca,
absorbe la modorra de los ornitorrincos.
Ivette Mendoza Fajardo