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jueves, 22 de octubre de 2020

Fragmentos de cristales de sombra árida o luz adormecida

 

Fragmentos de cristales de sombra árida o luz adormecida
sembrados estaban en el Parnaso de Apolo
que anticipaba un sueño hidalgo y giraban lentamente
en la roca de la dinastía.
Enfermiza sal desparramada rememora ideáticas
mancuernillas de estatuas incineradas en los telares del crimen.
Me resume lo desafinado de la danza como conventos
sin follajes y cejas azules con sus ramas de estricnina.
Anillos pirotécnicos construido por la cólera, desconozco
sus acentos de permanencia rescatada ante su doloroso
goce sofocado.
Como un chorro de humo se destila un sol anaranjado
en días de pavor, al filo de la incertidumbre disfrutando
su pretérita grandiosidad.
Lépera rectitud benevolente cruza un tenebroso mar de las
dudas con asteriscos resucitados.
De pronto algo se ovilla escarchando el mundo vacilante
para que respire un planeta en el vértigo de Lepanto.
Bipolaridad de la ausencia y sus nostalgias obsesivas
se acuestan lujuriosamente en las tabernas para decirse adiós.
Se suicida a carcajadas el himno nacional del mono narigudo.
Mírame y no te veo; exaltación del espacio y caricia de la materia,
nos agarran por la espalda desconcertados comprendiendo
solo las artes marcianas y el neutrón que alegra los cinco sentidos.
¡Oh diademas y plumajes, el licor orgásmico de los cielos!
La patria despeinada de la torre de Babel, deriva, culmina,
ataca, absorbe la modorra de los ornitorrincos.
Ivette Mendoza Fajardo