Teologales
carolingios con su don
sopesado se expresarán escamoteados
y situarse en espacios seculares flemáticos
Ilustrarán
otro punto de acero
las bellas gregorianas
melodías
cuando sus
ojos en círculos amaron
envolvieron
nuestros cuerpos
al alcance
de su eufórico expresionismo
sus
majestuosos perfiles seráficos
no dejarán
de revelar el vacío
como su isómero
arte ennoblecido.
Robusto en
su Olimpo utópico
retorno,
racimo seco, estampa
en un
terceto de susurros
traspasamos la
danza ignífuga
del tiempo.
Ivette Mendoza Fajardo