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sábado, 7 de noviembre de 2020

El canto de la botella amanecido

 

El canto de la botella amanecido en el cuerpo de los barrotes.
Su contoneo de boscaje en la estría del vinagre, ya retoñan.
Las mansiones de escarcha perecen siempre en un aceite sensual
y el metal alucinante araña con la aguja de la desesperanza.
Las siluetas de los lobos se exilian en tu metacarpo blando.
Los liliputienses alados siembran sus volcanes de pupilas congeladas.
En palacio apocalíptico debaten todas las almas expectantes.
Se estrechan las sílfides en los buzones del televisor púbico.
Una impresora imperceptible es mi idioma extranjero, un origen que vela.
El círculo de tierra dicotiledónea se desboca en su forma más asfixiante.
Y un calendario inveterado de los alegres enrolla encomios al invierno
se engrandecen, destronados en las sienes, el cráneo y sus ingeniosidades.
Ivette Mendoza Fajardo