Lluvia clarinada
Lluvia clarinada que nunca borrará tu signo transfigurado en
sangre/ en que explicación se sostiene la sal de la vanidad y el pez en su
ilusorio capricornio son estos cáñamos de maniquís ennegrecidos, a través del tiempo,
aunque se le añada la eclosión soberana de los sentidos. No habrá pecíolos escindidos
que puedan atar al ímpetu indómito de tu alma leonada/ tu espíritu que brilla ante
el rayo inmenso que contiene el sol en una diéresis/ Confinada a la fosforescencia
de tu imagen que empuja a los efímeros esquemas en el cielo gris, para no
romper ese momento peregrino/ Los sueños que llegan para mitigar el corazón afinado
en acero/ la claridad sedienta de una forma entrechocada en su propio ágape y
su duda sollozando su olvido/ se entrega a la aventura garabatosa y quijotesca, donde vetea
la germinación boreal, porque desear una esfera de rapsodias no es fenecer, es
una dádiva que no se halla entre las cosas comunes en una inagotable oscuridad.
Ivette Mendoza Fajardo