Viento que conexionado frota su lámpara halógena
Viento que conexionado
frota su lámpara halógena la multitud desvaída apenas cestos de carbones
perplejos. Canciones de los pies enfermos ni siquiera quinteto en su hoguera se
eleva al fracaso eterno. Lo
erosionado estallarán el aceite y el incienso jamás murmullo del ornitorrinco
agravado para el árbol de la sinrazón. Algarabía del medievo martirizado nunca compareció
en esos días mono del susurro velloso arrastra su fragancia acolchada para bien
y a ras de cielo. El miedo es una roca perceptiva con tatuaje en las piernas vino
a ser marmóreo rectilíneo de micro ondas entre los grises bultos y una patrulla de
lamentos. Quizás faldones de hortensias como los gatos al ladrar a su esperanza
la palabra cuesta cinco libras esterlinas de su vientre calloso. Aunque la
gramática fortuita rellena de alquitrán sus gafas translúcidas en proporción igual
la manzana se llena de lágrimas se funden con la carcajada. No me olvides aspas
del molino rojo la reacción impasible el hambre que nos envuelve la raíz de los
jugos amargos la conquista del alfiler ingenuo porque sabores lúgubres daba la
vida nunca recuperó los días. Eje cíclico de la profanación llorada la piel
desborda puertas consabidas otro hombre mediaba vínculo
fuerte gemelo de pensamiento.
Ivette Mendoza Fajardo