El chischil entró por la puerta de los sueños
El chischil entró por la
puerta de los sueños gentilicios
a un ordenador varado sobre la
rutina reconfortante del mundo,
para posar en números
binarios en las arterias de la inocencia,
donde los emoticones navegan
lentamente como tortugas necias.
Un pixel es un adiós
invertido, una trompeta
espantando el andamiaje de la
soledad en blanco y negro.
Un escuadrón marcial de hormigas
que ataca el RAM y lo
convierte
en nostalgia electrónica y
pereza reprogramable.
La comitiva de la añoranza
apresa contrariedades
de nivel neural en regodeos,
machaca unicornios a
mansalva, pregona un deseo
cuando duerme el zócalo de la
hierba estructurada
en el fusible constelado de entusiasmo fotográfico.
Al reverso
la inquina del monitor desorientado es un
kilo de luz recién laminada.
La brizna del pellizco, una
mano otoñando en las ventanas
rupestres de la vida
que me deja su resuello en el
alma y el amor virtual
en una galaxia mimosa, indoblegable y
futurista.
Ivette Mendoza Fajardo