El reflejo negado y el ruido
intermitente de valentía
pasean la verdad mentirosa,
el hedor machaca la lámpara
convulsa,
pálidas risas derruidas,
ruinas arruinadas de
un cielo en ruinas y
constantemente arruinando,
la señal del cero confuso que es la ciega
interrupción
en los caracteres mutables de
su esencia,
calmando mi amargo desafío.
¿Y el catafalco del siglo
pisa la ceniza del
adulterio en el ahora desmembrado?
Aquí todo fenece, todo, todo
el dolor, el infortunio, la
tristeza,
hasta el tiempo bruscamente
fenece en la
enardecida espera.
Fragmenta el silencio una
estrofa
que ensalza la vida y el hilo
olvida
la perversidad que engrandece
los sentidos,
patina sobre la faz doliente
de la necedad, se
enfurece desde la eternidad
contra las piedras.
Tu mueca benevolente se gesta
en la voracidad
del abismo tuerto y nada
alcanza entre mis manos,
entre mis manos se consume el
afán donde a
menudo se guarda tu sonrisa sobre
la igualdad del instinto.
Ivette Mendoza Fajardo
pasean la verdad mentirosa,
el hedor machaca la lámpara convulsa,
pálidas risas derruidas, ruinas arruinadas de
un cielo en ruinas y constantemente arruinando,
la señal del cero confuso que es la ciega interrupción
en los caracteres mutables de su esencia,
calmando mi amargo desafío.
¿Y el catafalco del siglo pisa la ceniza del
adulterio en el ahora desmembrado?
el dolor, el infortunio, la tristeza,
hasta el tiempo bruscamente fenece en la
enardecida espera.
Fragmenta el silencio una estrofa
que ensalza la vida y el hilo olvida
la perversidad que engrandece los sentidos,
patina sobre la faz doliente de la necedad, se
enfurece desde la eternidad contra las piedras.
Tu mueca benevolente se gesta en la voracidad
del abismo tuerto y nada alcanza entre mis manos,
entre mis manos se consume el afán donde a
menudo se guarda tu sonrisa sobre la igualdad del instinto.
Ivette Mendoza Fajardo