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miércoles, 13 de julio de 2022

De arbusto es el calor irrefragable

 

De arbusto es el calor irrefragable
que siembra la esperanza, en la falange verde del dolor,
quebrantado en mí regazo.
Somos minúsculas derrotas que demacran
con el rígido del tiempo;
tan incomprendidas, que sentí
todo el miedo del mundo cuando nos procurábamos briza.
No es esa lujuria ruidosa que desplaza las estrellas
en el almanaque del invierno blasfemo
ni el contento belicoso de la aurora
germinando desde el entusiasmo de las aves.
Un auto nos encarniza el neumático de sus días,
otro, invisible, reflexiona y sonríe, anhela y sueña
con su luz ¡Oh muy tarde para magnánimas interrogaciones!
Cuando las sombras duermen, no hablan;
cuando las sombras despiertan, sonríen y caminan, gozosamente
por las inflexiones ecológicas de la soledad,
allí, la inauguración del universo esperaba un ejército de rostros.
Como en lugares indecibles se declama llevando virutas de azahar,
en la moralidad perenne de los mares, y
a mi impaciencia regresa agotado tu alicaído espíritu.
¿Se llamará dolor palpable de existencia rúbrica ocurrente?
La mañana, espantosamente caliente y sinsabor,
aparece como ese transido embotamiento, talvez
de estremecimientos de sudores o de torpes sospechas sin miedo.
Ivette Mendoza Fajardo