Gritos del desierto con destellos que viajan felices
Gritos
del desierto con destellos que viajan felices,
ellos
escapándose de las manos del sol.
Turbaciones
de humo que el viento espolea
con
los dedos rotos de la lluvia, amasan salivas
diamantinas
de fuego, con obsesión repetida.
Sonrisa
devoradora de torbellinos en la alianza
del
gemido abandona la fruta exquisita de sus tercos
besos
y por eso yo me quejo por falta de apoyo.
Mis
huesos hablan de una esperanza blanqueada ahora.
Mi
voz es la ventana inexplorada de las posibilidades.
Los
sueños, una alondra peregrina dentro de las
pupilas
del mar doblando un apuesta sin derrota.
Un
ángel sosteniendo las mejillas planetarias del cielo,
dando giros con
éxitos substanciales de amor puro.
Soberanía
de la desolación habilidosamente secreta
despeina
rostros de crepúsculos difusos para embotellar
una
aurora milagrosa que duerme conmigo.
A
veces pregunta una lágrima -¿En qué mácula del
pensamiento
posa una estrella?-
Deleite
de palabras renacentistas desde sus abismos
sacuden
entendimientos equinocciales entre el clamor
de
asombrase y confundirse por el rumbo consumado, allí
conciben
la inexactitud de la noche.
Ivette Mendoza Fajardo