Un tren de lágrimas
Un
tren de lágrimas
se
enarbola en nudo ennegrecido
de
venas y lenguas.
Los
ojos, azules de penumbras,
describen
una luz que anhela desde el
fondo
corregir el escarnio de su sonrisa.
Escorpiones
y mejillas
se
empujan por los corredores del cielo
sin sonido.
Manicomios
de mieles perpetuas conducen
a las
musas a emborracharse de poesías agusanadas.
El
rubor de los relojes tiene costados felices
y
manecillas violentas.
En
los cementerios viscerales duerme
la
paz de la tormenta y los sauces llorones
apuestan a un
juego de dados.
En
una fila de corazones desolados
los
muertos intercambian regalos funerales
y
desde lejos un murciélago oficia un misa
de
olvido ingrato.
Ivette Mendoza Fajardo