Mis pestañas huelen a bodas de cristal
Mis
pestañas huelen a bodas de cristal,
también
lloran flores sin preguntas,
como
monstros labiales de gozos
fugitivos
e impulsos tras impulsos
de
venenos y antídotos.
¿Qué ruido impoluto derriba la burbuja
pasajera
de la noche?
Estratagemas
de asíntota soñada,
ahogada
dentro de mi niño interno
para
construir armarios con el filo
de
nubes enviudadas.
Mensajes
electrónicos sólo se acercan
para
mirar el acontecimiento de los días,
abriendo
el ritmo de la apuesta encelada.
Como
una marcha descortés calentada
por
el entretenimiento, una tormenta
de
cianuro se arrepiente hocicuda.
¡Dad
a la muerte tregua por el contorno
de
sus dudas!
Subversión
de sinfonías sanguíneas,
cual
arrogancia de cabezas zurcidas
con
balas de pulmón caballeroso, hoy
reclamamos
nuestra eternidad expoliada,
porque
había sido endurecida por el
desnutrido
polvo anárquico de la soledad.
Ivette Mendoza Fajardo