Montañas índigos energizadas
Montañas
índigos energizadas con las palpitaciones
despellejadas
de un reactor nuclear en forma de cosquillas.
Reino
embravecido por alas y picos en la antimateria de la
melancolía,
sola deshabitada y maltratada por su uso.
Tardanza
del cielo incomprendida dentro de los coitos brutos.
Valles
de garras oxidadas con quejidos de hierro en las orejas.
Agujeros
negros, como tálamos sepulcrales, por el bien saber.
Murmullo
finústico, cansado de cuestionar la minúscula tibieza
de
las razones.
Manubrios,
astillas se barajean sobre la espontaneidad de papeles
reciclados
por su afinidad química emocional...
Sabidurías
del disparate espigadas se engordan entre avalanchas.
Locas,
locas, locas.
Gordas,
gordas, gordas.
Calvas
en el extranjero convulsionan en agonía
con
el arribo de la tijera cortan sus pesares trajinados.
Peines
huérfanos se rapan ante la paciencia de la
alcoholimetría, se bañan en agua destilada
del neón
flagelado de iluminaciones hechas de pecados.
Galillo
desgalillado, de muerte inesperada.
El
final regresa alucinado agitando turbinas de teoremas insolubles.
Ivette Mendoza Fajardo