En perlas cristalinas en su centro
se coloca
La vacilación y los matices ya sin
ira van
Campantes entre pixeles en su sacro
solio
Inmortal de su fructuosa templanza nueva.
Yo confiaba en un secreto a una almohada
Itálica de cara al mar, como la
sangre en
Marea alta donde prende su goce la
espesura
Hasta el crujir del huracán que
tristemente
Compraba su consuelo higrométrico.
Urge el vivir siempre convocado, ¿Por
mí?
Que mi razón comprenda y sienta pues
Mi interior es agua mitológica,
fibra o barro
Indemne viviendo el perspicaz olvido.
Fui esperando el dolor minúsculo y la dicha
diminuta
En la anamorfosis que cargamos con la
voz ominosa los
Ojos verdes de follajes, amor de
pena que mientras
Su delicia era la ternura las noches
eran sin fulgor.
Que hice del dolor una costumbre en
primavera
Con doce fragmentos fusiformes de
verdad ardiendo
Resinosamente.
En la niebla aprisionando el alma de
la noche se
Deshojó un sonido desgarrado que mi corazón
Reconocía como su armadura y su encanto de recelo
Para oscurecer la luz azul del rabillo del conejo.
Ivette Mendoza