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sábado, 26 de septiembre de 2020

Torres de la memoria de desiertos aniquilados


Torres de la memoria de desiertos aniquilados
azuzan la embestida del aroma de su lánguida palidez.
Luz que ruge desde las arañas siameses en los escombros
se bañó en aguas cenicientas del cercano olvido y
es la esencia de caer y levantarse vertidos por la esperanza
inoxidable.

La autodeterminación magistral del malinche
va masticando la frialdad de los ósculos en sus pequeñas
vivencias, sobre círculos de cenizas.
Lágrima que se dilapida en sedas rimbombantes
desde los cristales de soles embravecidos.
Un vano intento entre los labios y las pestañas de una
luna elitista dentro de su bálsamo proletario.

Delirios de las circunstancias cargan sus bagajes,
sus voces se diluyen en el leve vagido de un caracol en la mar.
Cien interrogantes se ezquerdean, buscan el metamorfoseo
de corazones extrovertidos hacia las dulzainas en hontanar.
Engrosar las horas de almas silvestres para fulgurar la paz
aun dentro del escarnio.

Medimos con exactitud el trino alegre del jilguero triste
que decide echar vuelo hacia al ocaso en una tarde inmolada.
Nace un fruto en un tiempo ausente de un sueño inminente
y en el rostro se amortaja descubriendo un átomo de amor.
Gran sabueso azul busca refugiarse en un gua, gua chinchilla
ladra versos desde un astro humano para una misión secreta.
Ivette Mendoza