Torres de la
memoria de desiertos aniquilados
azuzan la
embestida del aroma de su lánguida palidez.
Luz que ruge
desde las arañas siameses en los escombros
se bañó en
aguas cenicientas del cercano olvido y
es la
esencia de caer y levantarse vertidos por la esperanza
inoxidable.
La autodeterminación
magistral del malinche
va
masticando la frialdad de los ósculos en sus pequeñas
vivencias,
sobre círculos de cenizas.
Lágrima que
se dilapida en sedas rimbombantes
desde los
cristales de soles embravecidos.
Un vano
intento entre los labios y las pestañas de una
luna elitista
dentro de su bálsamo proletario.
Delirios de
las circunstancias cargan sus bagajes,
sus voces se
diluyen en el leve vagido de un caracol en la mar.
Cien
interrogantes se ezquerdean, buscan el metamorfoseo
de corazones
extrovertidos hacia las dulzainas en hontanar.
Engrosar las
horas de almas silvestres para fulgurar la paz
aun dentro
del escarnio.
Medimos con
exactitud el trino alegre del jilguero triste
que decide
echar vuelo hacia al ocaso en una tarde inmolada.
Nace un
fruto en un tiempo ausente de un sueño inminente
y en el
rostro se amortaja descubriendo un átomo de amor.
Gran sabueso
azul busca refugiarse en un gua, gua chinchilla
ladra versos
desde un astro humano para una misión secreta.
Ivette Mendoza