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viernes, 11 de septiembre de 2020

Un viento que sopla y serpentea


Un viento que sopla y serpentea como la sierpe
Del nido abandonado que emana su brisa del deseo, y
Vigilante chisporrotea el veneno de la amargura por los aires.

Campanilla de invierno, mucha es la suerte de tu aroma
Que con ella atraes la sombra divina donde audazmente
Me aromatizo y me hace terca y perezosamente perfumada.

Mítico recuerdo en cuyo mullido cansancio crea el gesto eterno
En las colmenas de las almas para reinventar sus dulces paladares,
Para recordar sus mundos renqueantes en su burbuja animal.

Monedas falsas que hicieron de nosotros el pan del desayuno
De aquel mísero amor engrudo y derrengado quemándose
Una luna de intrincada vastedad hecha de saliva y alfileres.

Desangramos en el rojo pastizal, sangre contra sangre, hacia                     
La metamorfosis de lo invisible a proclamar consciencia en el
Mundo fantasmal, para asustar a todo creyente de latosos dogmas.

Acrobático sucesión de puntos en el misterioso pensamiento
Donde llegan a morir los cinco sentidos ante la imposición del miedo
Para promulgar rencores.

Cohabitar, coexistir anclados por el momento cuando acalla la soledad
Y regresar al big bang del deshielo, a la fragancia femenina, sus pasos
De fuego y profecías ignorando la falaz sabiduría, vivir y revivir
El gozo muscular de Poseidón, su llama divina y endiablada.

Un topo que busca codiciar la lógica sapiencia en el censurado
Olvido, la cáscara mortal de su ilícita iluminación y su punto lunar
Donde cruje el tacón de un zapato y su seriedad postiza de trapeado.
Ivette Mendoza