Como
arañuela colgada en las esquinas
su miopía
vacilante, casta y vacía
atiborrada
de monigotes, brazos palúdicos,
compuertas,
lechos, dibujos embelesados.
Pasa la luz
de hatajo sin lo resplandeciente y eran
periféricos caminos entre climas ceríferos.
Posclásicas
formas desvividas descorazonadamente.
Alaridos galácticos
ideáticos y orates maldicientes en
esa crudeza
con que apapacha un céfiro.
Esa brisa
bragada se ha ido.
Tus manos
verdosas la han extirpado.
Pero me
reconecta tu ser en un goce indefinido.
En el aire iterativo
tal vez me zangolotea.
Corretear un
poco, soy rigor, centro llamativo.
Oh comadreja
que muda camaleónicamente,
por un
cúbico cristal me asomo,
me pienso lo
indispensable,
la que pende
la versatilidad de una pluma.
Ivette Mendoza