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jueves, 28 de noviembre de 2024

El Heliocentrismo Devorado

 De vez en cuando ocurre que un sol caníbal muerde al tiempo

consonántico y lo mastica con un propósito exasperado de ilusión.
Le recuerda que debe poseer su heliocentrismo medieval.
Este cae en un vacío hepático y aletargado de ideas apasionadas
que, por un instante, parece casi sempiterno; por lo tanto,
surgen en sus rayos hambrientos, manecillas láser donde
orbitan amaneceres que han permanecido danzando
en una red de nostalgia y congoja.
Sucede entonces que el sol caníbal,
al no sentirse comprendido,
resurge de su desliz y regurgita el tiempo de nuevo al mundo,
ya hilvanado de paciencia.
Como un reloj herido que resucitan sin previo aviso,
el tiempo retoma sus brújulas, que apuntan al infinito,
y comienza de nuevo una radiante realidad.
Juntos, al darse cuenta de que
un sol hambriento o un tiempo sin permanencia humana
no tienen cabida en esta era de médula digitalizada.
Ivette Mendoza Fajardo



lunes, 25 de noviembre de 2024

Vientos Digitales

 Viento motorizado, de humor receloso,
que traspasa las sonrisas panorámicas
y navega sin trabas por su crónica vital sobre
la grandiosidad del tiempo, soldado de sollozos.
En su insondable recorrido,
se lleva los espacios sustantivados y oscuros
de trabalenguas mesiánicas.
Viento terapeuta, torneado de palabras,
que encamina a ese universo digitalizado
hacia su entretenida sanidad.
Viento bicéfalo
que asusta y conserva la bienaventuranza
de las montañas sosegadas.
Es el parpadeo del viento que progresa, sublime,
con el silencio profiláctico
y se profesa en la epidermis de la brisa intelectual.
Viento tecnológico
que repone los píxeles voladores
y acerca las rutas incandescentes a babor.
Viento alfabetizado, ¡caramba!, en castañuela,
crujiente de emoción al fin.
Ivette Mendoza Fajardo



sábado, 23 de noviembre de 2024

Traspasar la Puerta Membranosa del Silencio

 Traspasar la puerta membranosa del silencio

y encontrar, al otro lado, el higo enésimo de
una gran orilla de furia habilosa respirando,
hibernado en la caricia albina, llorada
de emoción. ¡Oh mente del deseo blanco,
que espera en vano!
 
Cruzar las cutículas tormentosas del tiempo
y un parpadeo en el túnel satinado de la soledad
junto al taciturno pretérito con su calcomanía
intransigente, haciendo cosquillas por la espalda.
 
Sumergirse en los arrecifes crepusculares del poniente
y arropar esa lágrima incrustada en el velo lunar impaciente,
cómo nos habían ya contado la oscuridad que delira
de un mundo sembrado de elegías malheridas.
¿El pensamiento está en fuga de brazos cruzados?
 
Vislumbrar entonces que todo parapeto de alto vuelo
es aquel diente tristísimo tan oscuro que cala
la perfidia de una llave misteriosa bostezando en su razón,
perfumando en la magia del incendio de mil facetas,
que se accidenta dentro del fracaso del espejo,
mientras hiere el alba
cuando nos llega la frescura de un ardor milenario…
Ivette Mendoza Fajardo




martes, 19 de noviembre de 2024

Roma en la Claridad Virginal

En la luminosidad arrojada de un cariñoso panda
que reina sutil en el universo de la ternura,
anegas tu esfinge blanquecina en una
transformación perpetua, blanco y negro,
selvático y lunar,
como en un saludo donde puede un yo comulgar,
con una corneta falcada no hay manera de fallar.
Suspiro cibernético, famoso y familiar de azul
pendón, que rueda sobre la geofagia de nereidas
invencibles que cantan a la robótica pleamar.
Son mías las marejadas en acecho sinfonista,
que miden su ritmo ruborizado con tu lengua sensorial;
asechanza de mareas mareadas al azar, disputan mi razón.
Cuerpos frívolos de metal trastornados, que en otra
dimensión se apretujan en las playas cascarrabias del sueño.
En mi plexo solar nace tu poesía carcomida por comejenes:
Roma romana del rango quimérico se disuelve en alquimia
de amor.
Roma asoma, olvidada de sepultura, en llanura aparece.
Roma en tinta rueda en rodaje salvaje.
Roma de claridad virginal al lado de paraíso terrenal.
Ivette Mendoza Fajardo



domingo, 17 de noviembre de 2024

Entre Inyectores y Hogueras

 Abarca ahora esas dos imágenes ilustres de razones meritorias:
la una, la soflama prometida en sueños de surcos polifacéticos de ternura labrados por gestos y palabras…
la otra, de dedos temerosos del recuerdo en lavado de cerebros.
Entre la extensión de los teodolitos de uñas cavernarias
y la impasible pigmentación del inyector del miedo oceánico,
el esperanzado poemario aguarda la sísmica cordura que se ajusta
a la vida.
Entre inyectores de manías hormigonadas y ojos de lechuga llevaderos,
entre la motilidad del ayer picado de radioactividad quejosa
y la alejada hoguera eterna del pensar hegeliano,
entre los farallones fallidos que dialogan catatónicamente en su bostezar
y mi apresurada valentía de clonación del halogenado anhelo,
en la mente serpentea con metas terrosas y teatrales.
¡Quejido de sangre utópica del silencio austral!
Concluyente rural del silicato racionalista...
Quejas de jeringa mal sentadas, eternas...
ternura, temeridad de juegos prehomínidos.
Ivette Mendoza Fajardo



jueves, 14 de noviembre de 2024

Destinos y Medialunas

 La nada es antropófaga con esa llama crestada e irreal, nacida
en lo longitudinal de verdades inefables de medialunas
ocultas al borde infinitesimal de relámpagos amargos
que buscan emerger en un día neblinoso, saturado de colores,
navegando por los solitarios amores titánicos de lánguidas pupilas
y las sombras más lóbregas del destino ciego.
 
Es quizás una lágrima categórica, oficiosa en su rendición,
que se descompone en una ofuscación nostálgica de
las fieras tempestades. Es un pomelo de luz que irradia
frutos y proyecta cientos de sombras en las grietas del alma.
 
La nada es un mundo sobreabundante de dardos blanquecinos,
de la mente, que se apagan como adormecidos junto al calor
exudado por la vida;
aún sobra espacio, y también símbolos, que revolotean
por los senderos de lenguas muertas.
La nada es la colina del silencio, la trinchera ampulosa, el cáliz del látigo,
donde se inclina la balanza de la sangre y donde todos,
inmersos en ella, nos pesamos ante el mundo.
Ivette Mendoza Fajardo



martes, 12 de noviembre de 2024

Sarcasmos branquiales

 Exploro silencios exactos en los ramales sarcásticos de mi branquial pecho,
como recelosas crines cobijadas bajo un sol implacable, marcando las huellas
inolvidables de horas lustrosas; mientras recorro las clásicas sensaciones
de tu corazón de ceño fruncido y sus gestos libres.
Estoy anocheciendo, agitando el crepúsculo del alba pluvial,
donde en diminutas florestas de satén capitalista se fermenta
la esencia de la verdad relativa a tus damoclianos deseos.
Ayes lumínicos, como la humedad de lamentos tiernos
en arrumacos empapados de lluvia dominical,
son las imágenes locuaces de quien perdió, en el instante
eterno, una melancolía ardiente.
Tras la sombra del círculo, duendes enlosan y escriben
extrañas palabras sobre el astro confuso, digiriendo la muerte.
La sagaz inteligencia del destino es un pez prodigioso, suspendido
en la percha de la luna que orquesta la natalidad del mundo.
Inflexiones paternales del ser infinito surgen
y se dispersan en alfombras voladoras hacia el foso de la vida,
como rastros entorpecidos de la madrugada oblicua y liberal
que empuja un viento privado de espanto.
Marcas de un destino audaz, que saltan
como escarabajos de lo imposible,
y en un solo pestañeo, gobiernan un mundo construido de diamantes,
aferrándose tenazmente a lo blanco, lo negro y lo claroscuro.
Ivette Mendoza Fajardo



lunes, 4 de noviembre de 2024

Soles Pugilísticos

 La noche encefálica aprieta las almohadas
del silencio interrogativo,
que indaga dónde yacen las calles
de la muerte.
 
Bajo la madreperla insomne de la meteorología,
una lluvia se goza y se enreda,
bailando sus hastíos.
 
La tarde se desploma, nerviosa como goleta,
y ya nada se puede evitar:
las aguas exudan dolores
cada vez
que un pez somnoliento las hiere.
 
Una lágrima se ahoga
en corrosivas polisemias,
en soles pugilísticos
y leyendas de verbos sangrantes.
 
¿Quién sutura mis heridas,
las que abrió el golpe vanidoso de un sánscrito
requiebro?
Ivette Mendoza Fajardo



domingo, 3 de noviembre de 2024

Birrete del Tiempo

 Me acerco al eje indómito del bien,

recorriendo el perímetro existencial
de la ternura, y el cuerpo desaparece.
Salta una mirada astral hasta lo divino;
el alma pierde sus ojos miopes.
Envuelta al sollozo recamado, el cuchillo era
fiel a lo indiferente, arruga maleable al
birrete de la eternidad.
Atrapo las alhajas del infinito como escamas de vida
inmortal;
me lleva el candil sensorial del tiempo,
asido en la memoria con su pupila de fiebre
axiomática que abanica un querubín.
La puerta de la paz y el veredicto de guerra
se desengañan en la razonada del alba.
Legamos en la epifanía agónica del sueño,
como el firmamento de Van Gogh
donde transito por una hondura intransigente
apoderándose de mi lucidez; los recuerdos
desentrañados en el drama del mundo,
se repite como en una misma escena.
La vida, una pleamar de pasiones, con hilos
carcomidos de tristezas.
Ivette Mendoza Fajardo



sábado, 2 de noviembre de 2024

Garúa de Hierro

 ¡Tanto drama, que esto se ha convertido en una angustiosa miel!
Junto al ópalo del aire, donde una vez estuvo, gozoso,
la sayuela de celuloide ahora es un candado triste,
recién forjado, en declive, desveladamente
listo para su uso adecuado en su nueva evolución.
Un cerrojo de razón emocional chispea, indirecto,
a la figura suspirada, en hamacada elocuencia.
De amarillo se vierte sobre el escalofrío azogado de la espalda,
con su estrafalario murmullo de inercia,
con la astucia de un pecho despechado,
de la canilla halagüeña y el pasado vulnerable.
 
Este es el siglo de carbonos atribulados,
de la caoba pulmonar: tan arbitraria,
en el higo del esqueleto, la rastra orillada de oscuridad,
en la dinamita polvorienta de los días.
Enmoheciendo el catre del murciélago, es
el cuchillo amistoso y el egoísmo errante del planeta.
La voluntad ensangrentada, sin miedo, rodeada de sí misma,
y la maldad de la culebra obesa,
tan capciosa como la colmena de rosa lenguado,
con su garúa patibularia y su hierro ciego.
Con la velocidad del hueso demacrado, ya desaparecido,
con su arrebato de gallo desgarbado de pretensiones,
y con su sumisión a cuestas, todo engarza maduro,
circundando las moléculas de lamentos fotograbados.
Ivette Mendoza Fajardo



viernes, 1 de noviembre de 2024

Versos de Arcilla y Neón

 Sombra y silencio de maracas de Masaya, estallido sereno,
desvelas mi esencia en el pito susurrante de los vientos jubilosos.
Tu silueta, escrita en versos y música efímera, se desvanece
bajo el parpadeo de neones, narrando leyendas que desafían
la frialdad pulida de tus pasos marcados por tu mente creadora.
 
Alquimista de lo cotidiano, tejedora de luces errantes,
tu recuerdo es un torbellino sacralizado; tus pulsos,
resplandores viscosos entre aperitivos, jocotes y barros fugaces.
Desde tu cálida base de cerámica, dulce al paladar,
derramas la espuma del deleite;
y las visiones azucaradas se disipan como bruma.
Masaya, telar de sutilezas, me consumes bajo
el ritmo ensordecedor de marimbas celestiales, en recovecos
encantados, donde un mar de flores silvestres
abruma mi espíritu terrenal.
¡Oh, clamor de libertad, invocas
el fervor de un sudor que dibuja senderos infinitos!
Ivette Mendoza Fajardo