Sombra y
silencio de maracas de Masaya, estallido sereno,
desvelas mi
esencia en el pito susurrante de los vientos jubilosos.
Tu silueta,
escrita en versos y música efímera, se desvanece
bajo el
parpadeo de neones, narrando leyendas que desafían
la frialdad
pulida de tus pasos marcados por tu mente creadora.
Alquimista
de lo cotidiano, tejedora de luces errantes,
tu recuerdo
es un torbellino sacralizado; tus pulsos,
resplandores
viscosos entre aperitivos, jocotes y barros fugaces.
Desde tu
cálida base de cerámica, dulce al paladar,
derramas la
espuma del deleite;
y las
visiones azucaradas se disipan como bruma.
Masaya,
telar de sutilezas, me consumes bajo
el ritmo
ensordecedor de marimbas celestiales, en recovecos
encantados,
donde un mar de flores silvestres
abruma mi
espíritu terrenal.
¡Oh, clamor
de libertad, invocas
el fervor de
un sudor que dibuja senderos infinitos!
Ivette
Mendoza Fajardo