palpitación liliácea, resonante.
Venga lo que viniere, bochorno.
Y cuántas mariposas sin alas, y cuán
amargo un estreno sentimental sobre
la hermandad desposeída y justicia
que sin predicar queda arrinconada.
Danzar con la música gentileza,
junto al equilibro trastornado,
hombre que en mi soledad
desgarra el último sollozo fructuoso
e inventar inspiración quisiera.
Alarido, fulgor de la risa, sesteo
a quién llama Morfeo, cuando
canta el amor, recreo,
gradualmente retorno,
conveniente compañía.
Aquí me quedo, canta el gallo
canción de la barca perdida,
hasta dónde habrá de llevarme,
al menos, verte de cerca pareciera,
luce mejor mi vestido con
ribetes diamantes, plumas de fuego.
Quizás yo sepa, la ventaja delantera,
el orgullo dudoso, el colmillo del león,
su aura me inunda,
valentía delgada, hipocresía cabalística
el molino del ojo contento hebreo
su sonata triunfal me circunda
cuerpo callado y amaestrado
habla y me da a escoger.
Ivette Mendoza