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miércoles, 8 de junio de 2016

Debut de la astilla




Debut de la astilla y su modo de vivir.
Cuento que cuenta y se mete en enredos.
Me lo dijo mil veces, en voz sonora,
Se expresa y se pierde y se vuelva a
Encontrar mirándome en su dramatismo.
Bajo el telón de la telenovela que está
Revista y soslayada y cabizbaja,
Siempre hay un momento resumido
En la taquicardia de tu abatida mirada que
Con sus dedos exclamativos me señalan.
Debut del consorte y de la quietud alada,
En la garganta onomatopéyica, el agua
De los gestos se estanca y padece de
Una sed de batalla, se desenfunda el furor
Del estío sobre la muralla.
Voy disolviendo las huellas de mis pasos
Para hacer el mundo más alargado.
¡Que ilusión tan rara!
Te veo y no nacen los mares, la sierpe
No busca las mocedades. Solo decirte
Adiós para continuar la marcha, porque
Si continúo viviendo entre tus brazos,
Seré la invitada atada.

Ivette Mendoza

martes, 7 de junio de 2016

Desde hace tiempo



Desde hace tiempo
Vengo siguiendo las huellas del papiro egipcio,
Encuentro cada signo que es lo que es
Y lo que quizás no pudo ser,
Lo que habituaba decir y lo que nunca dijo,
Lo que dice ahora,
Más el tiempo que transita por el
Laberinto del Esfinge y el abismo
De su cuerda transparente.
Lo correcto y lo que no es,
El equilibrio del camello y la sensación
De sentirse confortable o inconfortable,
Dominaría mejor insobornable, dormitaba en la boca
De un oasis, todo se expresa sin razón y con razón.
La letra representada por una pirámide,
La mayúscula parte de la costilla de tu
Corazón auricular, mientras se llena de arena.
Pasar de la materialidad de las palmeras
Al aroma fino de tu cuerpo, no renunciaría
En el nunca jamás a este regalo incoherente
Aunque corra el riesgo de columpiar perenne en
La luz oscura.
Ivette Mendoza

Hipnotizada



Hipnotizada
En tu nostalgia, cuerpo solo el tuyo,
La perpetuidad de la noche abundante,
El faro que prolonga la dicha de inventarte.
Sol que se levanta de la penumbra,
El beso insensato trasquilando la calavera
Monocromada.
Más duró la vieja comadreja ocultando
El amor y el volumen de sus voces, que
La confesión sincera donde se rendía
Un saltamontes. Tú no te rendías al amor.
Quedaba todo intacto entre nosotros,
El temblor solo repercutía en el marco
De tu ventana.
Era solo danza cada instante con los
Brazos ciegos. Pero la danza del instante
Es el instante mismo, la memoria
Silenciosa que ha decidido quemar
La triste realidad  en algo, con el buen ojo
Del pasado.
Ivette Mendoza